El siguiente artículo es la continuación de una reflexión inicial sobre las trayectorias y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina. En esta entrega, abordamos la Teoría de la Dependencia y el problema del desarrollo nacional autónomo. 

Por: Daniel Barrera

II. Teoría de la Dependencia (TD): la posibilidad del desarrollo nacional autónomo

Es con la aparición de Dependencia y desarrollo en América Latina (1969) que la dependencia[1] como explicación del atraso económico de la región se posiciona como referente investigativo. Si bien Falleto y Cardozo (1973) reconocían que Prebisch había inaugurado una veta analítica para pensar el subdesarrollo y el rol de las economías emergentes desde la lógica centro-periferia, también advierten que sus respuestas seguían siendo insuficientes para pensar los condicionantes que explicaban la estructura del subdesarrollo.

Así, Osorio (2016) señala que para Cardozo y Falleto, la teoría cepalina no había podido asumir “la percepción de que los problemas del (sub)desarrollo requerían de visiones multidisciplinarias” (Osorio 2016, 133). Por tal motivo, se proponen pensar la dependencia por medio de variables internas y externas, a diferencia de la CEPAL, que ubicaba el plano económico-internacional como el único nivel de análisis posible. De ahí la importancia de realizar una aproximación mucho más sociológica que gravite sobre la configuración de fuerzas nacionales que harían posible el desarrollo de la región.

En sus palabras, el concepto dependencia pretende otorgar significado a una “serie de hechos y situaciones que aparecen conjuntamente en un momento dado y se busca establecer por su intermedio las relaciones que hacen inteligibles las situaciones empíricas en función del modo de conexión entre los componentes estructurales internos y externos” (Cardoso/Falleto 1973, 19-20).

 Falleto y Cardozo van a reconocer la multiplicidad de elementos que interviene en la dependencia, y con ella la forma en la que se expresa en el aparato productivo nacional. Justamente para pensar estas determinaciones aparece el concepto de dualismo estructural[2] como “un patrón intermedio, híbrido, el cual caracteriza a las sociedades de los países en desarrollo” (Falleto/Cardozo 1973, 12). De tal modo, para los pensadores brasileños, superar la dependencia ya no sólo implicaba mejorar el deterioro en los términos de intercambio en el plano internacional, sino que además era necesario transformar las configuraciones sociales y políticas al interior del bloque social dominante, las alianzas de clase y los compromisos político-institucionales que permitan superar las estructuras estatales oligárquicas que condicionan la estructura productiva y sus relaciones socio-mercantiles.

De esta forma, para los pensadores brasileños es clave proporcionar una lectura sociológica de la dualidad estructural, que exceda las comprensiones sobre la trayectoria del desarrollo en términos exclusivamente económicos y geopolíticos. Eso explica la insistencia en pensar la heterogeneidad de la estructura social que caracteriza a la región. En este caso, lejos de crecer a expensas del mercado internacional, se trata de articular un tipo de poder político que propicie procesos de industrialización y modernización económica, acompañado de un fortalecimiento del mercado interno, junto con un “juego político-social en los países en vías de desarrollo que contenga en su dinámica elementos favorables a la obtención de grados más amplios de autonomía [respecto a las economías desarrolladas]” (Falleto/Cardozo 1973, 26).

De esta forma, aunque Falleto y Cardozo (1973) reconozcan su deuda con el enfoque cepalino, se distancia de las visiones excesivamente economistas, para formular los factores políticos y sociales que estructuran la dependencia. Eso explica en buena medida el papel que los autores brasileños le otorgan a la clase media en la expansión del desarrollo hacia dentro; pues son los procesos de urbanización, diversificación productiva, crecimiento del consumo interno y la consolidación de una demanda nacional soportados por una alianza entre el Estado y una burguesía industrial. Son estos los factores internos que podrían generar condiciones de desarrollo del capitalismo autónomo.

En ese sentido, el patrón de producción nacionalmente controlado exige que “el Estado surja como un instrumento no sólo de regulación del sistema industrial, sino también como instrumento de su constitución a través de la creación de empresas públicas, autarquías o para estatales” (Falleto/Cardozo 1973, 117). Más allá de resaltar el análisis excesivamente instrumentalista del Estado, es importante poner la lupa sobre el rol que se les concede a las clases dirigentes en la conducción estatal para deslindar al aparato de Estado de cualquier elemento tradicional-oligárquico, lo que implica democratizar las instituciones permitiendo que accedan grupos medios y populares al aparato de Estado.

En esa dirección, es pertinente señalar, siguiendo a Sotelo (2020), que la TD emerge en el contexto del golpe militar que depuso al gobierno de Joao Goulart en 1964 y cerró la posibilidad del “desarrollo nacional autónomo”. No es de extrañar entonces que para la Cardozo y Falleto la estrategia política para alcanzar el desarrollo y superar la dependencia esté vinculada con las vías reformistas -elemento compartido con la CEPAL- a través de una transformación democrática-burguesa.

Llegados a este punto, es oportuno detenernos para señalar el lugar de enunciación de la TD. Recordemos que, pese a que este texto, como advierte Sotelo (2020), nació en Brasil, se sistematizó en Chile; las preocupaciones del desarrollo nacional autónomo están circunscriptas a la posibilidad de desarrollo en un país con las dinámicas y las extensiones geográficas y poblacionales como las de Brasil. Sólo en un país de esas dimensiones es posible imaginar superar la dependencia mediante una expansión acelerada y estable del consumo interno, que sostenga los desbalances del mercado internacional y con un Estado con grandes poderes de intervención.

Esta reflexión se instala en las antípodas de las reflexiones de la CEPAL. Debido a que Prebisch escribe pensando en la realidad de países como Argentina y Chile; países con un proceso relativamente avanzado de industrialización, urbanización y modernización, pero con un mercado interno y una demanda de consumo nacional aún muy endebles, por tanto, estas economías siguen siendo maniatadas por el mercado internacional para sostener sus proyectos de modernización.

Ahora bien, pese a los importantes avances que contrajo el advenimiento de la TD en cabeza de Falleto y Cardozo, los límites de su propuesta de desarrollo pronto se hicieron palpables. Para autores como Sotelo (2020), la TD es incapaz de exceder los límites propuestos por la CEPAL; se sigue inscribiendo en la vía reformista; por ello, sigue siendo indispensable “desarrollar el capitalismo autónomo mediante la industrialización sustitutiva de importaciones” (Sotelo 2020, 85). Así, lejos de escapar del funcionalismo sociológico y del enfoque keynesiano (proveniente del linaje cepalino), esta vertiente analítica sostiene ideas estáticas del desarrollo que son sopesadas bajo la posibilidad del desarrollo autoconcentrado, nacional e incluyente socialmente como la vía para superar el atraso y la dependencia (Sotelo 2020, 85).  Caso contrario a la teoría marxista de la dependencia, que postula la imposibilidad del desarrollo en el marco del modelo capitalista y en un solo país.


[1] En la introducción de este trabajo se ha señalado como principio metodológico la reconstrucción de itinerarios comunes en cada escuela estudiada. En este caso, el texto de Falleto y Cardozo (1973) se erige como la reflexión más acabada y sistemática sobre la teoría de la dependencia, además de ser el punto de encuentro crítico de varios autores provenientes de la teoría marxista de la dependencia, como: Ruy M. Marini, Dialéctica de la dependencia (1973) y Vania Bambirra, Teoría de la dependencia: una anticrítica (1978). E incluso comentadores más contemporáneos, como: Jaime Osorio (El marxismo latinoamericano y la dependencia, 2016) y Adrián Sotelo (Marxismo y Dependencia, 2020).

[2] Para autores como Artur Guillén (2024), es posible rastrear la génesis de este concepto en la obra de Furtado, quien, siguiendo al historiador Caio Prado, “caracteriza el sistema productivo de Brasil colonial como una estructura dual, fundado en un sector moderno {..} y un sector de subsistencia, precario y desvinculado del sector moderno”. De esa manera, Furtado introduce en el análisis de las economías latinoamericanas el concepto de estructura dual” (2024, 140). Para ampliar sobre esta caracterización, ver la tesis doctoral de Prado titulada: Economía colonial en Brasil en los siglos XVI y XVII, Universidad de la Ciudad de México (2003).

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente