El siguiente artículo es la continuación de una reflexión inicial sobre las trayectorias y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina. En esta última entrega, abordamos la Teoría Marxista de la Dependencia (TMD y la idea del socialismo internacional.

Por: Daniel Barrera

III. Marxismo y dependencia: un encuentro fructífero por el socialismo internacional.

El florecimiento de la Revolución Cubana significó una apertura intelectual y política para las ciencias sociales en la región. A esta apertura la producción de la teoría marxista de la dependencia (de ahora en adelante TMD)[1] no fue ajena. Precisamente, el núcleo de la TMD, a diferencia de la CEPAL y la TD, se sitúa en pensar los procesos revolucionarios, las tensiones de clase, la explotación capitalista y el imperialismo, haciendo del análisis de la inserción de la región al capitalismo -elemento heredado de la CEPAL- pero basado en el corpus categorial marxista.

Es por este motivo que la acción política de clase para la TMD, además de ser un elemento cardinal, se encuentra circunscrita al ámbito internacional, a diferencia de la TD, que lo situaba en el plano nacional. En el fondo se trata de comprender la superación de la dependencia y el subdesarrollo basado en un programa de clase internacionalista.

Al respecto, es importante señalar que esta tradición aparece tímidamente en los años 60, pero sin duda alguna, se consolida, según menciona Sotelo (2020) en la década de los 70. Una década marcada por la proliferación de dictaduras militares del cono sur apoyadas por el gobierno de los Estados Unidos y pivoteadas por las burguesías nacionales que se transforman en socios menores del imperialismo, y como parte de una estrategia de control y fulminación de los brotes subversivos que florecían en la región.

No es extraño entonces que la aparición de la categoría imperialismo estuviese influenciada por las investigaciones de Lenin, Luxemburgo y Hilferding (Sotelo 2020); siendo este elemento un parteaguas con sus antecesores a la hora de analizar el desarrollo de los países del cono sur. Theodonio Dos Santos utiliza esta conceptualización para rastrear los determinantes políticos y sociales de la dependencia histórico-estructural. De tal manera que para Dos Santos y la TMD (2011), el imperialismo no es solo un factor externo; tiene articulaciones nacionales que hacen parte de la morfología del capitalismo dependiente, por tanto, la dominación imperialista no debe reducirse a la entrada de capital extranjero y trasnacional.

Es por ese motivo que la TMD busca desmarcarse de las vías estructuralistas y reformistas para señalar que la superación de la dependencia y el subdesarrollo pasa por concebir la revolución socialista. Dicho de otra manera, para que los países de la región se desarrollen, es necesario reconocer y solventar el carácter imperialista del capitalismo y los mecanismos que establecen política y económicamente el subdesarrollo en América Latina (Santos 2011). Para este objetivo, era fundamental realizar un diagnóstico alternativo al que había realizado Prebisch en los 50: Marini -el autor, según Osorio (2016), que mejor sintetiza las leyes y funcionamiento del capitalismo dependiente- pretende comprender que el capitalismo dependiente sólo podría entenderse en relación con la acumulación de capital global y, en particular, con la ganancia que permite la superexplotación de la mano de obra asalariada en los países periféricos.

En ese orden de ideas, Sotelo (2020) señala que la “superexplotación del trabajo se constituyó en factor fundamental para enfrentar la agudización de la competencia capitalista en escala mundial y contrarrestar las dificultades que enfrenta el capital en la producción de valor y de plusvalor” (Sotelo 2020, 89). De ahí que se considere la superexplotación como la piedra angular de la TMD, debido a que esta categoría le permite pensar el drenaje de valor y plustrabajo que se desplaza sistemáticamente hacia las economías industrializadas, lo que desencadena acumulación ampliada y reproducción del capital a gran escala (Marini 2015). En otras palabras, en el análisis de la TMD, la acumulación de plusvalía relativa en el norte se explica por la acumulación de plusvalía absoluta o superexplotación (ampliación de jornada laboral y salarios por debajo de la reproducción de la fuerza) que se produce en América Latina y que es apropiada de forma autoritaria por las economías metropolitanas.

Sin embargo, es importante para no caer en equívocos advertir que la TMD “no trata de crear una nueva teoría del capitalismo {..} tampoco de “descubrir” un “tipo” diferente a aquel. Se trata de analizar las formas y características que asumen las leyes generales del modo de producción capitalista” (Sotelo 2020, 87).  En otras palabras, la pretensión es analizar los ciclos económicos del capitalismo en relación con las economías centrales, para reflexionar sobre la complementariedad, el excedente y sujeción histórico-estructural entre países centrales (plusvalía relativa) y países subdesarrollados (superexplotación).

Es innegable que los aportes de la TMD profundizaron y consolidaron una auténtica teoría de la dependencia: con leyes propias, categorías específicas, sistematicidad conceptual y un campo investigativo autónomo. Sin embargo, como anota Tzeiman (2021), sigue siendo una tarea pendiente las reflexiones de la TMD sobre el Estado, pues en la mayoría de las obras de los autores recién mencionados domina una tendencia excesivamente economicista, que, al mismo tiempo, sostiene una lectura instrumentalista del Estado como mero aparato al servicio de las clases dominantes.

Estas críticas coinciden con lo que Osorio señala (2016) al describir la ausencia de una verdadera economía política, que articule reflexiones políticas, de clases sociales y configuraciones estatales. En defensa de los autorxs de la TMD, nos recuerda Tzeiman (2021), habría que decir que estos autores escribieron y pensaron durante un periodo de clausura del sistema político a causa de las dictaduras; por tanto, la idea del estado represivo, del régimen político coartado y de la democracia suspendida se hace predominante en estos corpus teóricos. Y en cambio, los análisis del Estado como actor-lugar con autonomía frente al capital o como una arena en disputa quedan por completo opacados por una lectura instrumental y monolítica del Estado, un límite que podría ser extensible tanto a la CEPAL como a la TD. 

IV. Conclusiones

El ensayo buscó ordenar y organizar los puntos de encuentro y desencuentro de las tres tradiciones intelectuales revisadas alrededor del problema del desarrollo que se impuso como paradigma de crecimiento en la década de los 50. Se trató de privilegiar la construcción de un itinerario común, en lugar de una reconstrucción conceptual de cada autor o autora, con la idea de poder establecer puentes y rupturas en torno a una agenda política sobre el subdesarrollo, reconociendo su contexto de enunciación.

Así, la escuela cepalina encabezada por Prebisch se propone reconocer la lógica centro-periférica para pensar la inserción de las economías periféricas en el mercado mundial; reflexionando sobre la heterogeneidad estructural y el deterioro en los términos de intercambio que genera que las economías del norte se apropien de materias primas a bajo valor, utilizadas para exportar productos tecnificados de alto valor. Ese desbalance golpea la estructura productiva y ocupacional de las economías latinoamericanas, generando una estructura dual de desarrollo. Siendo vital fortalecer los procesos de industrialización y consolidación del mercado interno mediante el modelo ISI.

Segundo, la teoría de la dependencia, aunque va a compartir con la CEPAL cierto enfoque reformista para superar el subdesarrollo mediante el fortalecimiento del mercado interno y la modernización productiva, se va a distanciar de la escuela cepalina, por sus deficiencias para analizar las articulaciones internas que permiten generar factores de dependencia. En ese sentido, les acusa a los cepalinos de reducir el análisis del subdesarrollo a variables exclusivamente económicas e internacionales, mientras que Falleto y Cardozo posicionan la importancia de una lectura mucho más sociológica y política que permita analizar las alianzas de clases y el rol conductor del Estado. Esto le permite afirmar que el desarrollo de las naciones latinoamericanas pasaba por el avance del capitalismo nacional autónomo.

Por último, la teoría marxista de la dependencia se presenta como un proyecto político e investigativo que pretendió radicalizar el horizonte de las reflexiones de la dependencia hacia la izquierda en clave internacionalista. Justamente, esta radicalización le permitió acercarse al marxismo para señalar que el desarrollo no era posible bajo la sombra del sistema imperialista que impedía cualquier avance industrializador y autonomía política en la región. En ese sentido, la agenda marxista les brindó a los estudios de la dependencia dos elementos centrales: 1) adquirir nuevas categorías para explicar los procesos de transferencia de valor y plusvalía que se dan hacia el norte global debido a la superexplotación; 2) concebir la revolución socialista como la principal forma de avanzar hacia el desarrollo en la región, es decir, desarrollo y socialismo son dos caras de la misma moneda.

No obstante, estas diversas trayectorias teóricas del desarrollo pecaron por ser incapaces de articular una economía política que articulara de forma satisfactoria análisis internos/externos, políticos/económicos y del Estado/movimientos sociales. Subsiste allí una deuda que los diversos análisis del desarrollo no pudieron ir más allá de una lectura del estado instrumentalista, en vez de verlo como un campo de fuerzas poroso y abierto al conflicto.

Por último, como señala Mendoza (2024), ninguno de los tres enfoques fue capaz de propiciar una crítica al paradigma del desarrollo. Tanto los enfoques desarrollistas como neo-desarrollista cayeron bajo la quimera del desarrollo capitalista que se impuso desde una lógica tempo-espacial evolucionista, etapista y progresiva. Este mandato universal y hegemonizado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, formulado por Truman,[2] bajo la idea del desarrollo como una manera para abolir la pobreza y evitar el socialismo soviético, conllevó una lectura instrumental de los recursos naturales y la ausencia de una crítica ontológica a la modernidad desarrollista. Valdría la pena señalar que, para una parte importante de los sectores de izquierda, el horizonte productivista les impidió desmarcarse de los principios y valores del desarrollo capitalista y con ello, la imposibilidad de imaginar alternativas del desarrollo que solo hasta los años 80 y 90 van a emerger con fuerza en la región.

Bibliografía

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Boyer, R. (2014). Los mundos de la desigualdad: un análisis a partir de la teoría de la regulación y una respuesta a Thomas Piketty. Buenos Aires/Argentina: Editorial Octubre.

Cardoso/Falleto, F. H. (1973). Dependencia y desarrollo en América Latina. Argentina: Siglo XXI Argentina editores.

Dos Santos, T. (2011). Imperialismo y Dependencia. Caracas/Venezuela: Fundación Biblioteca Ayacucho.

Falleto/Cardozo, E. F. (1973). Dependencia y Desarrollo en América Latina. Buenos Aires/Argentina: Editorial Siglo XXI.

Guillen, A. (2007). La teoría latinoamericana del desarrollo. Reflexiones para una estrategia alternativa. En G. A. Vidal/Guillen, Repensar la teoría del desarrollo en un contexto de globalización. Homenaje a Celso (págs. 489-518). Buenos Aires: CLACSO.

Guillén, A. (2024). La teoría estrcuturalista del desarrollo en América Latina: aportes y enseñanzas . En A. Guillén/ Mendoza/ Meireles/ Pierre, Trayectorias y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina (págs. 131-197). México: Fondo de Cultura Económica (FCE).

Marini, R. M. (2015). América Latina, dependencia y globalización (Antología). México: CLACSO, Consejo latinoamericano de Ciencias Sociales Y Siglo del Hombre Editores.

Meireles, M. (2024). Neoestructuralismo, neodesarrollismo y socialdesarrollismo: notas a partir de sus similitudes y diferencias. En A. Guillén/Mendoza/ Meireles/ Pierre, Trayectorías y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina (págs. 197-263). México D. F: Fondo de Cultural Económica (FCE).

Mendoza, A. (2024). El posdesarrolllo: contribuciones y y alcances de una crítica al paradigma del desarrollo. En A. Guillén/Mendoza/ Meireles/ Pierre, Trayectorias y encrucijadas de ñas teorías del desarrollo en América Latina (págs. 263-310). Méxcio D.F: Fondo de Cultura Economica.

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Osorio, J. (2016). El marxismo latinoamericano y la dependencia. Historia y Fundamentos de la ciencia , 129-150.

Prebisch, R. (1986). El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas. Desarrollo Econ6mico, v. 26, N-103 , 479-502.

Sotelo, V. A. (2020). Marxismo y Dependencia. Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 25, núm. 89, 82-94.

Tzeiman, A. (2021). Teoría de la dependencia y teoría del Estado en América Latina: ¿una relación errante? En J. C. (editores), La cuestión del Estado en el pensamiento social crítico latinoamericano (págs. 121-151). Medellín/Colombia: Ediciones UNAULA.


[1] Dentro de esta tradición ubicábamos al menos cuatro figuras centrales, que a pesar de sus diferentes trayectorias intelectuales pueden ser agrupadxs dentro de esta tradición: Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra, Theodonio Dos Santos y André Gunder Frank. Sostenemos que en estos cuatro autores el encuentro entre marxismo y dependencia produce un corpus teórico común que rompe con la teoría de la dependencia, formulando una teoría sistemática y articulada con los aportes del marxismo.

[2] Nos referimos al conocido discurso del expresidente Harry Truman pronunciado el 20 de enero de 1949, en el que aborda las consecuencias e impactos del subdesarrollo en el tercer mundo. Para autores como Mendoza (2024), este discurso inaugura la era del desarrollo, en un periodo que, bajo el contexto de la Guerra Fría, demarca que los países que logra superar la pobreza y entrar al desarrollo no se transforman en satélites soviéticos.

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