Con Necropolítica
En este artículo de discusión teórica, nos proponemos recuperar los
principales aportes del historiador camerunés, Achile Mbembe, frente al
concepto de biopoder, necropolítica y soberanía nacional. Se
plantea, en ese sentido, un diálogo teórico en el que se sitúen los límites y
potencialidades del pensamiento postcolonial y posestructuralista en discusión
con la tradición del republicanismo popular.
En
ese orden de ideas, este artículo se organiza de la siguiente manera: en primer
lugar, se desarrollan algunas ideas generales sobre el corpus teórico de
Mbembe; en segundo lugar, se profundiza en el concepto de soberanía nacional
desde la idea foucaultiana “hacer vivir dejar morir”; en tercer lugar, se
desarrolla el problema del necropoder, la ocupación en la modernidad tardía, la
heteronomía y el sacrificio de sí; en cuarto lugar, se abordan algunas de las
críticas mbembesianas al marxismo; finalmente, se cierra con algunas conclusiones
y consideraciones críticas.
1. Algunas ideas introductorias al pensamiento de
Achile Mbembe:
El enfoque teórico-analítico de Achile Mbembe surge del diálogo entre el
posestructuralismo foucaultiano y la crítica postcolonial (influenciada, en
buena medida, por Franz Fanon). A lo largo de su obra, Mbembe se dedicará a
explorar la reproducción de las formas de dominación neocolonial en el mundo
contemporáneo. Por medio del pensamiento postcolonial, el camerunés cuestionará
“las herramientas filosóficas, simbólicas y afectivas que reconcilian el
humanismo triunfante de la modernidad con el sufrimiento de las personas bajo
la colonización”
Del posestructuralismo, Mbembe va a rescatar, además de las categorías
de biopoder y biopolítica, el método de deconstrucción “de la
subjetividad occidental como una identidad [atada a] un esencialismo
autorreferencial”
En el caso del concepto objeto de análisis de este artículo
(necropolítica), la articulación teórica entre posestructuralismo y crítica
poscolonial es evidente. De la obra de Foucault, Mbembe retoma la idea de
necropolítica como el poder que disponen los dirigentes africanos para dar vida
o muerte a su pueblo
Como concepto subsidiario al de necropolítica, aparece el de biopoder:
entendido como un régimen que condiciona el bienestar humano, la sumisión
corporal y sanitaria de los ciudadanos
Al constituir un régimen de poder, la necropolítica se articula con las
formas específicas de cosificación, mercantilización y reificación del cuerpo
del capitalismo tardío. Siguiendo a Marx, Mbembe
Es
decir, la crítica poscolonial-posestructuralista de Mbembe comienza por los
dispositivos estatales contemporáneos (observando cómo configuran técnicas de
control, vigilancia y sometimiento sobre las poblaciones), se articula con la
crítica antirracista (viendo cómo la raza constituye una pieza organizadora de
la historia moderna-contemporánea) y termina con su crítica al
necro-capitalismo (especialmente, con la idea del cuerpo como mercancía y
fuerza de producción). Luego de esbozar, a grandes rasgos, el corpus teórico
que guía el trabajo de Mbembe y describir los conceptos rectores de su análisis,
se aborda -en el siguiente apartado- su lectura sobre la soberanía nacional
desde la perspectiva foucaultiana.
2. Soberanía nacional: una lectura en clave foucaultiana
El concepto de soberanía nacional constituye una de las piezas claves en
el engranaje de la teoría poscolonial de Achile Mbembe. Su hipótesis parte de
la idea, según la cual, la soberanía nacional está relacionada, casi de manera
exclusiva, con el poder y capacidad de decidir quién vive, quién
muere. En Historia de la sexualidad I, Foucault
Justamente, esta es la fórmula que recupera Mbembe para elaborar su concepción
crítica de la soberanía nacional. Tomando distancia del enfoque de las
Relaciones Internacionales y la Ciencia Política (que circunscriben la
soberanía al ámbito exclusivamente estatal-nacional y a las instituciones supranacionales),
Mbembe
La soberanía se sostiene, según esta perspectiva, en dos brazos
normativos-legales: el estado de sitio y el estado de excepción. “En estas
situaciones, el poder (que no es necesariamente un poder estatal) hace
referencia continua e invoca la excepción, la urgencia y una noción
“ficcionalizada” del enemigo”
En este punto, las reflexiones de Mbembe se conectan con la idea de Estado
de excepción de Agamben
Al respecto, sostiene que “la raza ha constituido la sombra siempre
presente sobre el pensamiento y la práctica de las políticas occidentales,
sobre todo cuando se trata de imaginar la inhumanidad de los pueblos
extranjeros”
Por consiguiente, existe una estrecha relación entre derecho soberano de
muerte, biopoder y racismo. Los tres son elementos constitutivos de todos los
Estados modernos. El caso más evidente es el Estado-régimen Nazi: en él se
radicaliza al extremo la premisa del derecho soberano de muerte. Un Estado que
“ha gestionado, protegido y cultivado la vida de forma coextensiva con el
derecho soberano de matar”
En el nazismo habría, pues, una conjugación entre imperialismo colonial
y serialización de los mecanismos de ejecución-muerte de personas, es decir, el
nazismo representa de manera fiel la articulación histórica entre colonialismo
y biopolítica. El punto culmen de este régimen es la deshumanización e
industrialización de la muerte. Se combinan, según Traverso
Existen,
para el camerunés, tres grandes enfoques críticos: la crítica desde la voluntad
del poder (como esencia del ser) de influencia nietzscheana; la crítica
desde el devenir-objeto y la cosificación de influencia heideggeriana;
la crítica a la subordinación, a la lógica impersonal, el reino del cálculo y
la racionalidad instrumental de la escuela de Frankfurt. Junto al
posestructuralismo foucaultiano, estas serán las tradiciones
teórico-filosóficas de las cuales se alimenta Mbembe para construir su concepto
de soberanía como ejercicio de muerte-vida y para enfilar sus críticas contra
el marxismo. En el siguiente apartado, se aborda la idea de necropoder,
ocupación, heteronomía y sacrificio como expresión de la crisis de la
modernidad.
3. Necropoder, ocupación, heteronomía y sacrificio: síntomas de la
crisis de la modernidad tardía
Para desarrollar su idea de soberanía como derecho de vida-muerte,
Mbembe recurre a los trabajos de Schmitt y sus dos principios de soberanía:
igualdad jurídica de todos los Estados (derecho de guerra) y territorialización
del Estado soberano (delimitación de fronteras en un contexto global). Aquí el
Estado tendrá una centralidad en la guerra, pues las leyes y marcos normativos operan
de modo tal que el soberano tenga derecho a matar en las colonias sin que
represente un crimen.
Según Mbembe
De allí que Mbembe sostenga que la violencia constituye la forma
original del derecho y, en los casos de ocupación colonial, es el dispositivo
que habilita la delimitación del control físico y geográfico y la inscripción
jerárquica de relaciones espaciales. Por tanto, soberanía significa ocupación,
esto es, relegar a los colonizados a una tercera zona. Es, siguiendo a Fanon,
una división del espacio en compartimentos (con límites y fronteras internas). El
ejemplo actual de este tipo de configuración es Palestina: en ella se
desarrolla la idea de que un Estado tiene derecho divino a existir sobre otro.
Es un conflicto entre dos formas de derecho sagrado que produce
expulsión, instalación de personas refugiadas y establecimiento de nuevas
colonias. Se crea un modelo de Estado-apartheid sostenido en dispositivos de
vigilancia, ejercicio desmedido del poder militar, estrategias de ocupación,
aislamiento, guerra de infraestructuras
Para Mbembe
En este punto, asegura Mbembe, hay una descentralización del monopolio
de la violencia por parte del Estado y de los ejércitos regulares. Nuevos
actores aparecen en este contexto: milicias urbanas, ejércitos privados,
ejercito de señores locales, firmas de seguridad privada que ejercen y
proclaman su derecho a matar. La coerción se vuelve, pues, en un producto del mercado
y se afinca en una mano de obra militar disponible. Esto lleva a que se
produzca una organización difusa y polimorfa de la violencia que se entrelaza
con organizaciones políticas y mercantiles.
Alrededor de todo esto, se sedimenta una economía de milicia que, en
sentido estricto, opera como gubernamentalidad y gestión de las multitudes. En
tal contexto, matar constituye el primer grado de supervivencia, una guerra
cuerpo a cuerpo. La voluntad de morir, asegura Mbembe
Trayendo a colación a Heidegger, sostiene que el ser para la muerte es
la condición de la verdadera libertad humana. El sacrificio de sí mismo implica
tomar el poder de su propia muerte. En contextos de ocupación colonial, la
muerte y la libertad están relacionadas. La muerte se convierte en un acto
deliberado, previsto como posibilidad de liberación: “homicidio y suicidio se
llevan a cabo en una misma acción. Y en gran medida, resistencia y
autodestrucción son sinónimas. Dar la muerte es, por tanto, reducir al otro y a
sí mismo”
Luego
de sintetizar, de manera muy breve, las reflexiones de Mbembe acerca del
necropoder, la ocupación en la modernidad tardía, la heteronomía y el
sacrificio de sí, es importante revisar su crítica al marxismo como expresión
del terror moderno. En el siguiente apartado se establece un diálogo con la
crítica de Mbembe al marxismo, tratando de puntualizar algunos de los límites y
debilidades del enfoque poscolonial y acercando a Marx a la tradición
democrático-republicana.
4. La crítica mbembesiana al marxismo:
Los enfoques críticos de la modernidad le permiten a Mbembe
Lo anterior refleja “una especie de conflicto entre vida y muerte, un
conflicto sobre los caminos que llevan a la verdad de la Historia: el
desbordamiento del capitalismo, de la forma mercancía y las contradicciones que
ambas llevan asociadas”
Asegura Mbembe
Continúa Mbembe asegurando, de manera acertada, que hace falta una
reflexión en el marxismo que dé cuenta de la esclavitud como manifestación
experiencial de la biopolítica y cómo la estructura de plantación (analizada en
buena parte de los tratados de economía política del marxismo) implican una
alienación completa y una dominación absoluta de los cuerpos racializados
Sin embargo, cabe mencionar, en primer lugar, que en Marx no existe una
filosofía de lo real o una fenomenología del espíritu (como en Hegel), sino que
su método de análisis parte de una crítica estructural-relacional al desarrollo
capitalista moderno. Según Hinkelammert
Lo que ignora Mbembe
Hay que recordar que,
para el marxismo, ser libre representa, ante todo, la capacidad de apropiarse
de la vida singular como parte de un conjunto más amplio. La teoría marxista no
propone, llanamente, un acceso a lo real como resultado de un proceso de
revolución violenta, sino que busca, a través de la superación del régimen de
clases sociales, la disolución de las relaciones de explotación económica y
dominación política y el desencadenamiento de nuevas contradicciones sociales. Al romper con la filosofía hegeliana de la
historia, Marx no hace del comunismo un sistema que cierra la dialéctica de la
historia, sino un horizonte siempre abierto
Más allá de esto, lo que Mbembe ve con preocupación del marxismo es su
llamado a la violencia. La violencia transformadora sería, a juicio del
camerunés, la consecuencia natural de su concepción teleológica de la historia
y del género humano. Siguiendo a Louw, Mbembe
No obstante, la historia enseña, según Mbembe, que decretar el comunismo
por acto administrativo no conduce a la emancipación humana, sino a formas de
militarización del trabajo, indistinción Estado – Sociedad Civil y al terror
revolucionario que erradica la pluralidad. Es, en ese sentido, que Mbembe
asegura que el sujeto de la modernidad marxista es un sujeto de soberanía de
lucha a muerte -figura recuperada de la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel
Lo que no menciona Mbembe es que Marx está más cercano a la tradición
republicana-democrática de su época que al terror ilustrado. En sus escritos
sobre el robo de leña, defiende la idea de Estado como autoconciencia de una
comunidad ética de hombres libres. A diferencia de Hegel (que veía el Estado
como encarnación del espíritu absoluto), Marx lo entendía como ser genérico del
hombre (Gattunswesen), “por lo que su función es legislar en nombre de
la humanidad y no de unos cuantos privilegiados que apoyan su poder en la
miseria de otro”
Por tanto, el llamado a la violencia revolucionaria no es una estrategia
política definitiva ni mucho menos inevitable de su pensamiento, sino que es,
siguiendo a Coutinho
Otro de los puntos débiles de la crítica de Mbembe frente a Marx tiene
que ver con la teleología de la historia. Buena parte de los escritos del Marx
maduro muestran que, para el alemán, la abolición de la sociedad de clases no
representa un cierre idílico de la historia (una inevitable teleología), sino
una puerta de entrada a nuevas contradicciones sociales, políticas y
económicas. Al respecto, sostiene Hobsbawm en su estudio introductorio a una de
las obras de Marx que el análisis de las formaciones económicas asiática,
feudales y burguesas, aunque muestran rasgos progresivos, no representan una
visión lineal de la historia, “simplemente dice que cada uno de estos sistemas
se aparta cada vez más, en aspectos cruciales, de la situación originaria del
hombre”
De hecho, el propio Marx aclara en
múltiples oportunidades que su método de análisis parte de entender la
especificidad de diferentes formaciones-económico sociales en la historia para
compararlas entre sí. No es un método de aplicación universal “de una teoría
general de filosofía de la historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en
el hecho de ser una teoría suprahistórica”
5. Consideraciones críticas y conclusiones:
A lo largo de este artículo se han abordado los principales aportes del
historiador camerunés, Achile Mbembe. A continuación, se señalan algunos de los
puntos de debilidad de la crítica poscolonial. En primer lugar, el concepto de
Estado de Mbembe está estrechamente relacionado a la lógica foucaultiana de
biopoder. Se trata de un dispositivo que desactiva todo tipo de posibilidad
emancipatoria. El problema es que, en el fondo, esta perspectiva termina
esencializando el Estado como un aparato de dominación, control y sumisión. Lo
cual no permite ver sus contradicciones internas.
Siguiendo a Cadahia & Coronel
En todos los casos (Estado, soberanía y política) se renuncia a la
posibilidad de construir resistencias subalternas que desdoblen o retuerzan los
dispositivos de dominación. Se renuncia a la posibilidad de disputar el campo
estatal, al reconocimiento de que los subalternos son parte de la construcción
de la soberanía nacional y que, en muchos casos, esta última ha sido un
instrumento popular en los procesos de liberación nacional y ruptura relativa
de la dependencia en el sur global.
La política, enseñan las luchas populares contemporáneas, no es un mero
trabajo de administración y control de la vida-muerte de poblaciones, sino que
es también un arte de hacer posible lo imposible (un arte de la imposibilidad).
De hecho, en el caso palestino (objeto de análisis de Mbembe), la soberanía
nacional (su defensa popular) se ha convertido en un dispositivo de
resistencia. Quiere decir esto que los dispositivos de control-vigilancia-poder
no son formas coactivas definitivas, sino que pueden experimentar
desdoblamientos estratégicos-emancipatorios. Este es, precisamente, el límite
de la perspectiva posestructuralista: crear una teoría del poder sin política,
es decir, sin disputas estratégicas.
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Political Theology Network . Obtenido de Political Theology Network :
https://politicaltheology.com/achille-mbembe/
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