Por: Santiago
Pulido Ruiz
La
intervención del presidente Gustavo Petro en la conferencia del G-20 en Río de
Janeiro (Brasil) representa una de las propuestas democráticas internacionales
más relevantes en el contexto de la actual crisis capitalista global. Temas
como la migración, la soberanía alimentaria, la crisis climática, la regulación
pública-global de las Inteligencias Artificiales, la Renta Ciudadana Universal,
el genocidio en Gaza y el conflicto ruso-ucraniano hicieron parte del discurso
del progresismo colombiano ante la cumbre de “los más poderosos del mundo”. En
este breve artículo analizaremos los ejes de la propuesta del gobierno
colombiano para encarar los retos de la migración global, el hambre mundial y
la crisis climática.
i. El
fenómeno migratorio: una contradicción entre norte y sur global
El discurso
de Petro en el G-20 tuvo como primer componente de análisis el fenómeno de la
migración del sur global al norte desarrollado. El factor explicativo de dicho
fenómeno consiste, a juicio del gobierno colombiano, en el reforzamiento de los
mecanismos de desigualdad social y en la extensión-aumento del hambre mundial.
Sin hambre en el sur, sostuvo Petro, no hay migración al norte desarrollado. Es
decir, el fenómeno migratorio reactualiza la discusión en torno a las
relaciones de dependencia entre economías periféricas y economías
centrales.
De allí que
propuestas como la del fortalecimiento de la política regional de soberanía
alimentaria representen una alternativa efectiva ante el problema del hambre
del sur global. No es la primera vez que ante instancias como el G-20 se
plantea la cuestión del hambre mundial y la crisis climática como puntos
emergentes de la agenda global, sin embargo, lo fundamental de esta intervención
radica en su carácter estratégico: la solución del hambre mundial y del
fenómeno migratorio pasa, necesariamente, por la transformación de las
estructuras económico-productivas latinoamericanas.
Justamente,
en un intento de articular los problemas de la tenencia de la tierra en América
Latina con el problema actual de la crisis climática, el gobierno colombiano
planteó un acuerdo entre las economías del G-20 para avanzar en un programa de
reforma agraria (que recuperase para sí el principio de función social de la
tierra) en estrecha articulación con la transición energética y la
descarbonización de las economías. Según esto, la economía intensiva del
petróleo y el carbón no ha logrado acabar con el hambre mundial. Por esta
razón, se requiere de un plan de transformación de la matriz productiva
regional que conciba una agricultura sin carbón y sostenida por pequeñas
unidades productivas (pequeños granjeros y campesinos).
Este proyecto
de reforma agraria, conectada directamente con los problemas de la crisis
climática global, no es, simplemente, una medida de redistribución económica y
de acceso a la propiedad de la tierra, sino una decisión político-democrática
que busca restaurar derechos políticos y de ciudadanía a las bases sociales
campesinas. Solo a través de este doble movimiento (económico-político) es
posible avanzar en una estrategia de descarbonización de las economías
latinoamericanas, en una transformación de la matriz de acumulación dependiente
y en la recuperación de los derechos políticos-ciudadanos del mundo campesino y
rural.
ii. Las
Inteligencias Artificiales en debate: disposición democrática vs disposición
privada
El segundo
elemento de análisis del discurso presidencial giró alrededor de la regulación
público-global de las Inteligencias Artificiales. En un mismo sentido al
problema del hambre y la migración global, la regulación pública de las
Inteligencias Artificiales guarda estrecha relación con la transición
energética, la descarbonización de las economías y el cambio de matriz
productiva. Uno de los aspectos claves de esta aproximación tiene que ver con
la interacción entre expansión mundial de las IA y crisis climática (sin
regulación estatal e interestatal, estas amenazan con profundizar el hambre
mundial, las desigualdades sociales y aumentar el desempleo mundial).
Es necesario,
pues, una regulación pública de las IA que recupere su dimensión colectiva (el general
intellect que Marx teorizaba como conocimiento social acumulado y fuerza
productiva de las economías). Justamente, la intervención del gobierno
colombiano acertó al sugerir que el aprovechamiento privado de las IA (con
fines de aumentar la tasa de ganancia del capital) es causante de la
profundización de las desigualdades sociales y del hambre mundial. La propuesta
de una multilateralidad de los Estados internacionales busca, precisamente,
reconocer a las sociedades del mundo como agentes de una democracia global que
pueda frenar estas lógicas de altas y desmedidas tasas de retorno del capital.
Poner las IA
en función de la humanidad y, especialmente, de la transición energética, la
descarbonización de las economías latinoamericanas y del cambio de la matriz productiva
es, pensando desde Zavaleta-Mercado, una disposición democrática que amplía la base
material de derechos para la clase trabajadora, recupera grados de autonomía-soberanía
nacional y plantea, de manera frontal, la cuestión de la transición-industrialización
de nuestros aparatos productivos. Sin duda, una articulación estratégica en el
marco de agotamiento del régimen de acumulación neoliberal y su acelerado
proceso de regresión de derechos sociales.
iii. Renta Básica
Universal: una posibilidad de radicalización democrática
Al lado del
problema migratorio global y la regulación pública de las IA, el gobierno
colombiano se refirió también a una propuesta, ante el G-20, de garantizar una
renta ciudadana universal como mecanismo económico capaz de acabar con el
hambre mundial. Esto, a juicio del presidente Petro, implicaría una reestructuración
de las finanzas internacionales (lo cual toca el tema de deuda externa como
forma de reproducción del patrón de dependencia en América Latina). Solo a través
de una iniciativa de tal carácter es posible superar la crisis económica actual
y eliminar el hambre de los pueblos del tercer mundo.
Sin embargo, la
potencialidad de la Renta Básica Universal no se reduce, únicamente, a una
cuestión de superar el problema del hambre mundial y sortear la onda larga de
la crisis capitalista, sino que plantea, en el fondo, el asunto de la
reorganización de la vida económica. Luis Fernando Medina sostiene que, desde
una perspectiva socialista, “la renta básica encarna el principio de propiedad
colectiva sobre la riqueza de la sociedad. Es decir, los individuos tienen
derecho a un ingreso mínimo porque, como miembros de la sociedad, son
copropietarios de toda su riqueza”[1].
Se trata, pues, de una propuesta de mayor envergadura que intenta desencadenar
una transformación profunda en el discurso legitimador de las actuales
sociedades.
Por esta
razón, no es menor que el presidente Petro se haya reivindicado progresista, demócrata
radical y socialista (sobre todo, en un contexto de contraofensiva autoritaria-neoliberal).
El programa esbozado en el G-20 (que es, en realidad, una propuesta a los
progresismos latinoamericanos) puede generar una articulación estratégica de
las clases populares y los actuales proyectos democráticos que termine torciéndole
el cuello a las lógicas del capital. Para esto, es necesario un movimiento
popular que, sin renunciar a la disputa estatal, radicalice el programa de
cambio y transformación nacional del progresismo.
iv.
Consideraciones finales:
Finalmente,
el discurso del presidente Petro se refirió al conflicto ruso-ucraniano y al
genocidio palestino. Frente al primero, se opuso al intento estadounidense de
lanzamiento de misiles a Rusia (que, en la práctica, demanda una oposición de
los Estado-parte del G-20 a la expansión militarista de la OTAN). Contrario a
la avanzada guerrerista, desde Colombia se insistió en el diálogo directo ruso-ucraniano
sin exclusión alguna de las partes. Cualquier cumbre de paz, sostuvo Petro, que
excluya a alguna de las partes es, en realidad, una cumbre de guerra. Esta afirmación
contrasta con la formalidad-diplomática de Boric en Chile (quien participó de
la cumbre de paz por Ucrania con los principales gobiernos promotores del
conflicto internacional).
En la misma dirección
se refirió el gobierno colombiano al genocidio palestino. La invitación a los
integrantes del G-20 fue a oponerse al genocidio en Gaza y tomar medidas contra
el régimen israelí. Desde el mes de mayo, justamente el día de la clase
trabajadora, el gobierno nacional rompió relaciones diplomáticas con Israel y,
desde aquel momento, las críticas al régimen colonial y de apartheid se han radicalizado
cada vez más. En Gaza, ha asegurado el presidente, se decide el futuro político
de la humanidad (una lucha que, en apariencia es nacional, pero que ha despertado
la más grande solidaridad internacionalista, es decir, su punto de anclaje dejó
de ser estrictamente local para convertirse en una lucha de la humanidad entera).
Por otra
parte, el presidente también se refirió a la política de bloqueo económico (principalmente
estadounidense) que asfixia la economía venezolana y cubana en nuestra región. Invitó a los miembros del G-20 a cesar todo
tipo de bloqueo económico en el mundo (al margen del tipo de régimen político).
El bloqueo económico representa una ruptura sistemática de los derechos no de
los Estados ni de los regímenes políticos en el juego internacional, sino de
los pueblos del mundo que son quienes sufren las consecuencias inmediatas del
ahogamiento económico-comercial.
En términos generales, la intervención del gobierno colombiano en la conferencia del G-20 planteó, a mi juicio, de manera acertada una estrategia de acción política frente a la actual crisis capitalista. Las referencias al agotamiento del régimen de acumulación neoliberal, a sus consecuencias sociales-políticas inmediatas y a la pasividad de los gobiernos regionales ante el desmoronamiento de sus economías es, en el fondo, un llamado a la articulación e integración política regional. La idea de construir comunidad, en contraposición al individualismo de Milei, pasa necesariamente por integrar a los Estados y pueblos de América Latina en una estrategia económica compartida que haga frente a la contraofensiva imperialista (que, ante su estado de crisis, amenaza la soberanía de los pueblos del sur global).
[1] Medina, F (2014). El Fénix Rojo.
Las oportunidades del socialismo. Editorial Catarata.
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