Daniel Felipe Barrera Arias
Más que pensar en la coyuntura, es necesario -como dirÃa Althusser- pensar
desde la coyuntura para poder reflexionar en una temporalidad de mayor aliento. En esa dirección, nos proponemos reflexionar sobre los retos estratégicos y
polÃticos que enfrenta el bloque progresista frente a la disputa polÃtico
electoral que se adviene en 2026 y que será fundamental para garantizar la
continuidad de las reformas estructurales y la estabilidad del proyecto
nacional-progresista.
El reto al que se enfrenta el Pacto Histórico se encuentra vinculado con la
imposibilidad de presentarse como coalición, debido a que la regulación vigente
impide coaliciones entre partidos y movimientos que excedan el 15% de los votos
obtenidos en el anterior proceso electoral. En ese sentido, los partidos y movimientos que conforman el Pacto Histórico tendrán que
tomar una compleja decisión.
Los caminos más previsibles frente a esta coyuntura electoral son principalmente
dos: por un lado, los partidos y movimientos sociales se unen alrededor de una
única candidatura que logre encarnar el ser nacional-popular, con una propuesta
polÃtica lo suficientemente amplÃa y armoniosa que logre no sólo llevar a buen puerto las reformas
estructurales que ha iniciado el actual gobierno, sino también profundizar sus
alcances: o, por otro lado, las agrupaciones polÃticas que tiene personerÃa
jurÃdica podrÃan presentarse a la contienda electoral de manera independiente y
asumir el riesgo de no lograr el umbral. Pensemos, por ejemplo, en los partidos polÃticos
que por decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) obtuvieron la personerÃa
jurÃdica y con ello la posibilidad de expedir avales. Tal es el caso de
partidos como Soy porque Somos o del Partido Comunista Colombiano (PCC) (que luego
de dos décadas vuelve a obtener su personerÃa jurÃdica).
SerÃa apenas predecible que estas agrupaciones polÃticas expresaran su desconfianza
respecto a la posibilidad de renunciar voluntariamente a su personerÃa jurÃdica
en aras de construir una plataforma polÃtica mucho más pluralista. En especial, por la ausencia de criterios estatutarios claros, asà como la notable falta de
democracia interna que ha caracterizado la dirigencia del Pacto Histórico en
buena parte de las regiones del paÃs.
Sin embargo, la situación es más compleja: no sólo se trata de una diatriba entre unificarse alrededor de un partido único o desagregarse para mantener la incidencia polÃtica que permite la posibilidad de otorgar avales, pero asumiendo el riesgo que ello implica. Se trata, más bien, de pensar en las posibilidades de congregar y unificar un programa polÃtico que exceda las pretensiones corporativistas y electoralistas. Se juega la posibilidad de ir más allá de la disputa en las urnas; consolidar una agenda polÃtica clara con una bancada lo suficientemente unificada y cualificada para tomar la iniciativa legislativa.
¿Es posible un Frente Amplio?
Frente al recelo y las llagas que pueda levantar la creación de una
organización unificada sea cual sea (frente amplio o partido único), es la
primera vez que los portavoces del gobierno y el propio presidente Gustavo
Petro muestran su preocupación polÃtica y estratégica por ir más allá del
presente próximo.
Para muchos analistas progresistas, una solución más que viable serÃa la de
simular la idea del Frente Amplio creado en los años 70’ en Uruguay,
como una fuerza polÃtica capaz de absorber corrientes de izquierda y
centro-izquierda muy diversas y en algunas ocasiones ubicadas en espectros
polÃtico-ideológicos muy distantes. El problema es que, a diferencia de lo que
sucedió en Uruguay, en Colombia es imposible conformar una coalición y seguir
manteniendo distintas personerÃas jurÃdicas lo que pondrÃa a los partidos
minoritarios en una situación de desventajas frente a las estructuras
partidarias mucho más estables.
Pero Uruguay no es la única experiencia polÃtica de la que se puede extraer
lecciones estratégicas valiosas: buena parte de los acumulados históricos que
conserva la izquierda en Colombia provienen de la confección de lo que serÃa el
Polo Democrático Alternativo, sin lugar a dudas, la experiencia de
agremiación polÃtica más audaz de la izquierda en Colombia (creado de la fusión
del Polo Democrático Independiente con el movimiento Alternativa democrática). Una fusión de las izquierdas en Colombia en la que muchas organizaciones, pese a hacer parte de la coalición, lograron conservar sus
filiaciones polÃticas propias y su autonomÃa de acción, siempre en el marco de
estatutos claros.
En ese sentido, más que discutir la figura estratégico-organizativa más
adecuada, la izquierda debe luchar contra el personalismo y caudillismo que ha
predominado al interior de sus filas, asà como con el riesgo de crear un
partido y después una plataforma polÃtica endeble y raquÃtica; no puede ser una
llamada a la unidad al vacÃo de la incertidumbre. Por el contrario, el objetivo
debe ser construir, además de una organización polÃtico-electoral robusta y
ancha, la configuración de unos estatutos polÃticos propicios para garantizar
mecanismos de elección y participación democrática sin perder la vinculación
orgánica con los movimientos sociales y de base.
La izquierda esta ante una oportunidad sin precedentes: rebasar las estrategias de unificación electoral para confeccionar una alternativa democrática de izquierdas, consolidar, en el marco de la crisis de cuadros polÃticos que sufre la izquierda, liderazgos regionales y nacionales que se encuentren en sintonÃa con las organizaciones populares, edificando una izquierda no sólo más democrática, sino también más estable y duradera, con la ventaja que implica ser gobierno. Por lo visto lo que se juega en las próximas contiendas electorales para la izquierda no es poco.
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