Por: Daniel Felipe Barrera
“El Estado es el sitio de una paradoja. Una institución más entre otras, pero también la llamada a mantener de manera general la cohesión de la sociedad. Así es parte y totalidad; idealidad y materialidad; institución y relaciones de fuerzas; estructura y agencia.” Jorge Orovitz.
Todo aquel que se ha propuesto
reflexionar y todo aquel que se ha encargado luchar contra el Estado se ha
hecho las mismas preguntas: ¿Dónde se encuentra el Estado? ¿Cómo opera el
Estado? ¿Cuál es el campo de acción y los actores del Estado? ¿Existe algo
denominado Estado o es la forma genérica en que se menciona un conjunto de
instituciones y estructuras políticas que tiene una función más o menos
coordinada?
Estas preguntas se
hicieron más complejas y decisivas cuando, en la segunda mitad del siglo XX, se
hizo más que evidente la imposibilidad de concebir una teoría general del
Estado, además de los supuestos eurocéntricos sobre los que reposaba esta
pretensión conceptual, se afianzaba la creencia de que el Estado era una
especie de aparato uniforme y sin fisuras (como si la conformación y
organización estatal fuese aplicada de forma homogénea en diversas formaciones económico-sociales).
Esta teoría en mayúsculas sufría de varios problemas, entre ellos: tendía a des-historizar
el Estado, asumiendo en términos metodológicos un análisis muy endógeno del
Estado en tanto aparato jurídico, político y militar.
No obstante, el avance y
la profundización de la teoría del Estado han permitido que abandonemos las intenciones
universalistas, denunciando el carácter abstracto y deshistorizado de la teoría
del Estado, mientras se han profundizado las investigaciones de corte más
concreto e histórico que privilegian la región de lo político, lo que supone un
rechazo tajante a la concepción según la cual lo que sucede en el terreno de
las relaciones de producción condiciona la arena política y estatal. No es
casual que estas reflexiones conciban al Estado como una configuración
socio-histórica particular, producto de tensiones y fuerzas sociales en pugna.
De allí que, para pensar en una teoría del Estado, tal como lo creía Zavaleta
Así, además de mostrar
los derroteros, perspectivas y zigzagueos de la teoría del Estado, nos interesa
mostrar que la misma diseminación que presenta el Estado como actor político es
la que se asume como objeto de investigación. Más allá de la obviedad que
resulta decir que el Estado es un fenómeno polivalente y policontextual, surge
la necesidad de aclarar que las determinaciones metodológicas modifican la
pregunta sobre el Estado. De esa forma, el siguiente texto agrupa autores, sin
necesariamente respetar la secuencia temporal, sino ofreciendo un abanico de
perspectivas metodológicas con sus fortalezas y falencias, por último, el texto
ofrece unas breves recomendaciones para todo aquel que quiera estudiar el Estado.
I. El Estado: entre
regularidades históricas y la descentralización teórica
Es innegable que la
teoría del Estado ha experimentado cambios bastantes notables en su itinerario:
del tránsito del Estado en tanto aparato territorializado y militar (Tilly), al
instrumentalismo marxista (Althusser), pasando por los enfoques relacionistas
(Poulantzas), hasta llegar a los análisis centrados en la gobernanza mundial
(Jessop). Si bien es cierto que las mutaciones conceptuales que sufrió la
teoría del Estado se producen gracias a los deslizamientos políticos, también
es cierto que estos cambios han permitido el surgimiento de abordajes
metodológicos innovadores.
Los cambios metodológicos
de la investigación sobre el fenómeno estatal han estado también vinculados con
nuevos horizontes de transformación en la década de los 70’: el auge del
eurocomunismo, los movimientos sociales y una nueva estrategia política
distanciada del marxismo oficial. Según Horacio Tarcus
Frente a esta realidad,
la teoría del Estado, tal como lo recordó Ellen Meiksins Wood
Así, la grieta que ya
había profundizado autores como Offe y Poulantzas, en el marco del avance
conceptual postestructuralista, permitió el florecimiento de nuevas
metodologías y abordajes investigativo del Estado: esta vez mucho más centrados
en la excepción que en la norma, precisando las hendiduras teóricas que
presentaban los modelos universales y analizando de manera comparada las formas
de intervención estatal en formaciones sociales no europeas. Las
trasformaciones metodológicas conllevaron alteraciones en las preguntas[3] de investigación y la
semántica histórica en los que se hacía referencia al Estado, por ejemplo, se
pasó del uso conceptos como capacidad, aparato, instrumento por lógicas,
formas de representación y mediación, momentos estatales, entre otras.
Se podría argüir que,
mientras las metodologías del Estado antes de los 70’ se preguntaban por las
regularidades históricas del Estado como un agenciador de la represión y la
reproducción del capital, después de Poutlanzas, la teoría del Estado y sus
metodologías de trabajo se disemina para pensar la forma en la que el Estado
interviene y penetra en la sociedad. Es decir, la investigación del Estado ya
no sólo tenía que ver con el arquetipo administrativo del Estado y sus
funciones, sino con sus capacidades de canalización y vinculación: es una
investigación del Estado que empieza a borrar lo que se suponía una clara línea
divisoria entre la Sociedad/Estado, pero esta vez, como recuerda Mitchell, ya
“no como un problema conceptual sino como un indicio de la naturaleza del
fenómeno [estatal]” (147). Ahora se trata de privilegiar más que las
regularidades históricas del Estado, formas de socialización y articulación en diversos
escenarios que se difumina en el sistema político.
De esta manera, al referirnos
a las investigaciones que descentralizan el estudio del Estado, nos referimos a
una metodología de investigación que ya no ubica al Estado (en tanto aparato
político-administrativo) como la única fuente de reflexión, sino como un
fenómeno estatal con múltiples determinaciones. Se trata de reflexionar sobre el
Estado empotrado en la sociedad, vinculado y relacionado con sus actores, sus
fuerzas sociales y su campo estratégico de acción, sin que ello implique confinarlo
del análisis político y teórico. Esto es producto de la complejidad de definir
el Estado por sí solo, proporcionar un análisis relacionista del Estado y sus
formas de aparición, imbricación y representación en la sociedad podría
resultar más fructífero. Así lo dirá Hirsch:
“Estado”
y “sociedad” no sólo están separados, sino al mismo tiempo ligados, y esta
separación/ligazón se produce a través de permanentes conflictos sociales.
“Estado” y “sociedad” forman así una unidad contradictoria, en la cual a ambas
esferas le corresponde una “autonomía relativa”
Se trataba de pensar el
Estado con múltiples determinaciones: ahora incluía dimensiones discursivas,
políticas, culturales y sociales (en algunos casos en detrimento de las
determinaciones económicas). Sin embargo, esto no se traducía en que el Estado
se convierta en un órgano mucho más sofisticado y haya dejado de ser un aparato
militar, territorializado, monopolizador de la vida política y en ciertas
circunstancias al servicio del orden social más apto para las clases dominante.
Entonces, la tarea no era la de realizar un taxonomía exhaustiva y por separado
de cada institución y sus funciones, así
lo resalta Hirsch
Podríamos esgrimir que, para Hirsch, la demarcación entre Estado y
sociedad es siempre interna y cambiante. No existe algo así como una
exterioridad que sea fácilmente identificable, así como tampoco se define una
vez y para siempre, más bien, de forma versátil aquella fractura se va
instituyendo y desapareciendo sujeto a circunstancias históricas. En clave metodológica
esto supuso un derrotero que aún se conserva las investigaciones sobre el
Estado: para estudiar el Estado, es necesario comprender sus formas de
penetración y manifestaciones (represivas-representativas-productivas) en la
sociedad.
II. Desplazar y desmitificar el monstruo: teoría estatal sin Estado.
Hasta ahora hemos
intentado mostrar las variaciones analíticas y metodológicas que han sufrido
las investigaciones sobre el Estado. El
crecimiento de análisis de corte antropológico y micro estatales en menoscabo de
las pretensiones de formular una teoría del Estado en mayúsculas son el signo de
una difuminación del Estado. No hablamos, en ese sentido, de un aparato
concreto y fácilmente identificable.
De tal manera, el objeto
de estudio de la teoría del Estado (el Estado) se ha descentralizado. Al hablar
del Estado es necesario mencionar un conjunto de instituciones, sujetos y fuerzas
sociales propias del sistema político, lo que ha generado que se abandone las
metodologías sobre el análisis estatal que se establecían sobre la creencia del
Estado como un fenómeno abstracto, independiente y opuesto a la sociedad. Por
el contrario, la frontera que delimita el interior y el exterior del Estado a
menudo es elusiva e inestable, lo que no quiere decir que la demarcación sea
ilusoria o falsa, sino que se reproduce y mantiene la distinción para ejercer
formas de intervención y mediación cuando así lo requiera.
Si hay algún pensador que
llevó al extremo la difuminación del Estado como objeto de investigación fue
Michel Foucault. Para el historiador francés, el Estado era una comida
indigestible que prefería evitar. De esa forma, en los enfoques metodológicos foucaultianos
sobre el Estado surge un triada entre: poder, conocimiento y gobierno[4], esto, en detrimento de
categorías que, según Foucault
“En cambio, uno debe realizar un análisis ascendente del
poder, es decir, empezar por sus mecanismos infinitesimales (...) y entonces
observar cómo estos mecanismos de poder han sido - y siguen siendo- conferidos,
establecidos, utilizados, involucionados, transformados, desplazados,
extendidos etc.., por mecanismos cada vez más generales (…) llegaron a
establecerse y ser `reservados como
mecanismos globales y todo el sistema de estado”
De esta manera, en el enfoque de Foucault prioriza un análisis relacional
del poder y de las relaciones de gubernamentalidad: en estas relaciones, el
poder es omnipresente e inmanente a todas las relaciones sociales, por esta
razón, la metodología de Foucault se preocupa por los nexos entre las
relaciones de micropoder y la producción de conocimiento que generan
vigilancia, disciplina y la constitución de sujetos específicos (un poder
exterior que produce efectos en el interior). Es decir, el autor de Vigilar
y Castigar, más que instituciones concretas, analiza prácticas que producen
e institucionalizan conductas sociales propias de la racionalidad gubernamental.
A pesar de las marcadas y notorias diferencias teóricas entre los enfoques
foucaultianos y los enfoques de análisis del discurso, ambos comparten un rasgo
central: teoría estatal sin Estado. Este enfoque aboga por pensar el
despliegue estatal ligado a la estructura retórica y argumentativa: ya no se
trata simplemente de problemas que se expresan en términos discursivos, sino
que es la batalla discursiva la que determina los contornos y la intervención
estatal. Para autores como Ernesto Laclau[5] Y
Chantal Mouffe
“Este papel [el de las prácticas narrativas] se define de
diversas maneras como la mistificación, la automotivación, la narrativa pura o
la ausencia de toda descripción, pero, independiente de su punto de vista, los
discursos sobre el Estado tienen un papel constitutivo clave en la
configuración del Estado como conjunto complejo de relaciones políticas
vinculadas a la sociedad como un todo”
Aunque no se recurra a la variante exclusivamente discursiva, los análisis etnológicos
que produce Akhil Gupta
En todo caso, la valía de este estudio de caso reside en arriesgarse a
presentar un análisis de la construcción estatal a través de herramientas metodológicas
muy innovadoras, asociadas al discurso de la corrupción en la prensa en
diversos idiomas y a la recolección de declaraciones hechas por los aldeanos y
funcionarios del Estado. Todo esto, con el fin de mostrar la forma en la que el
Estado parece ser casi teatralizado por funcionarios y actores sociales
que ayudan a crear una imaginario compartido y socialmente aceptado del Estado.
III. ¿Ocultar o desenmascarar el Estado?
Lejos de obviar las limitaciones que persisten en el análisis de Foucault[6] o
en los análisis del discurso, así como de soslayar sus diferencias teóricas con
otras tradiciones y otros pensadores, en este apartado se pretenden mostrar un
cúmulo de investigaciones sobre el Estado que parten de desmitificar y
desplazar su figura: una teoría del Estado sin Estado, a saber, como si
el Estado se diluyera en discursos, practicas, narrativas y teatralizaciones. El
principio metodológico que rige este enfoque parte de la idea, según la cual,
en lugar de tomar la noción de “Estado” como punto de partida y presuponer su
existencia como un hecho dado, lo que podemos hacer, en cambio, es analizar la configuración
de sus funciones y estudiar las condiciones en las que se presenta e interviene
en la sociedad: el Estado en tanto unidad desagregada.
Bajo esta premisa, durante el periodo de la posguerra, en la Ciencia Política
anglosajona la cuestión central, tal como lo muestra Timothy Mitchell
Los teóricos funcionalistas, azuzando de la contaminación ideológica que
contenía el concepto de Estado, optaron por sustituirlo con la idea de sistema
político, analizado bajo un método empirista. La pretensión era
eliminar la ambigüedad entre Estado - Sociedad, al tiempo que se intentaba
restarle importancia al Estado como mito político y símbolo de unidad.
El enfoque metodológico de los funcionalistas para estudiar el Estado se
basaba en un principio: estudiar las funciones y no las estructuras, es
cuestión de procesos no de instituciones. En el fondo, el Estado es una
práctica no un aparato. Quizás los autores más reconocidos de este enfoque
son: Easton
Siendo así, el análisis del Estado empezó a quedar disuelto en la sociedad.
En sus análisis, encontramos, como apunta Abrams
Sin embargo, los problemas de este enfoque fueron muchos y de diverso tipo.
Los más evidentes era el tono mecanicista y ahistórico que le conferían al
sistema político, no es extraño, como lo afirman Abrams
En esa misma dirección, este enfoque investigativo asume el Estado o
cualquier nexo institucional como un variable dependiente y vulnerable de
fuerzas sociales externas. Por último y más grave, este enfoque no resolvió el
problema de los límites, por el contrario, “toda forma concebible de expresión
colectiva de demanda política, desde grupos “institucionales” como
legislaturas, iglesias y ejércitos, hasta grupos asociados, como organizaciones
de trabajadores y empresariales, grupos “no asociados”, como las comunidades
étnicas o de parentesco”
Los funcionalistas habían proclamado la irrelevancia del Estado en la
sociología política. Un movimiento teórico-metodológico que, como hemos venido
analizando, va a ir desplazando el centro de gravedad de las investigaciones
sobre el Estado. Eliminada la noción de aparato del corpus analítico de la
teoría del Estado (propio del desvanecimiento investigativo del Estado) algunos
autores quisieron ir más lejos, provenientes especialmente de la antropología,
sugirieron la extinción o desaparición investigativa del Estado.
No obstante, por extinción del Estado no pude entenderse la supresión de
las reflexiones sobre el Estado, sino “abandonar el estado como objeto material
de estudio, sea concreto o sea abstracto sin dejar de tomarse muy enserio la idea
del estado”
De esta forma, su enfoque señala la importancia de estudiar no el estado
como un aparato, sino mediante el estudio del sistema-estado (prácticas
y nexos reales y palpables que se encuentran institucionalizados) e idea-estado
(identidad simbólica y fuerza ideológica del Estado) consiguiendo prestar mayor
atención a las relaciones de dominación que el Estado encubre para percibir con
claridad la función global del Estado.
Así, para Abrams, la falta de unidad real de poder político es lo que
oculta el Estado: es un símbolo unificado de la desunión real, por eso menciona:
“el Estado no es la realidad que está detrás de la máscara de la práctica
política. Es, en sí mismo, la máscara que nos impide ver la práctica política
tal como es”
IV. Traer de vuelta al Estado: ¿se ha ido el Estado
alguna vez?
Como advertíamos en el inicio del apartado anterior, durante la posguerra,
las Ciencias Sociales norteamericanas se plantearon la pregunta por la relación
entre la práctica y la ideología en el concepto de Estado. La primera respuesta
a esa pregunta fue dada por los funcional-estructuralistas, mientras que la
segunda se dio por parte de un grupo de autores que, en la década del 70’,
anunciaba la posibilidad de “traer de vuelta al Estado”.
Si los teóricos estructural-funcionalistas habían relegado al Estado a una
variable dependiente, para estos autores es clave incentivar un nuevo interés
en el Estado, en esta ocasión como una variable explicativa del análisis social.
Las demandas de “volver” o “recuperar” el Estado encontraban eco en la
crisis de los funcionalistas al centrar sus estudios únicamente en la sociedad
y frente a su incapacidad de proponer una explicación coherente a la
demarcación entre el Estado y la Sociedad. Los neoestatistas, como los
denominó Jessop
Theda Skocpol[8] es quizás la autora más representativa de
esta corriente analítica. Para profesora norteamericana, “los estados como
factores y como estructuras institucionales configuradoras de la sociedad”
Skocpol pasa de la autonomía relativa a la autonomía estatal radical. Esto
sólo es posible mediante la autonomía de los gerentes estatales. Poner el
Estado en primer plano significa entonces en términos investigativos buscar “regularidades
causales que subyacen en las historias de los estados, las estructuras sociales
y las relaciones transnacionales en el mundo moderno”
Sin embargo, no hay que confundirse: no asistimos a un retorno de una nueva
teoría general del Estado, mucho menos a un nuevo estructuralismo de cuño
poulantziano. Justamente, los neo-estatitas fundamentan sus investigaciones en:
1) casos de estudios detallados de la
construcción estatal, la formulación de políticas y su implementación,
2) los estudios históricos-comparados (tal como lo hace Skocpol en Los
estados y las revoluciones sociales (1979)), 3) estudios sobre el Estado
basados en enfoques empíricos, tal como lo hicieron los autores provenientes del
estructural-funcionalismo y Ralph
Miliband en su celebre Estado en la sociedad capitalista (1969), 4) evita
los análisis proveniente del marxismo economicista y de la relación del estado con el capital, centrándose
en los en los aspectos políticos, económicos y militares en el plano
internacional y la geopolítica, 5) un análisis especial (como buena parte de la
producción anglosajona) y detallado a las elites estatales, su capacidad de direccionamiento,
la autonomía que guarda respecto a la economía, y su filiación con las clases
empresariales.
En consecuencia, los problemas del enfoque de Skocpol y de los
estadocentristas es, por un lado, realizar un análisis miope al centrarse
exclusivamente en la política estatal y partidistas a expensas de las fuerzas
sociales que se ubican más allá del Estado, por
otro lado, señala Jessop
V. Las investigaciones contemporáneas: del marxismo al
neo-marxismo.
Este texto ha ido agrupando enfoques investigativos sobre el Estado. Más
que autores, el criterio que cohesiona es la metodología con que abordan el asunto del Estado, aún a expensas de
la secuencialidad histórica. En este punto es clave mostrar que el hilo
conductor que ha guiado el recorrido conceptual ha sido dónde situar la
pregunta del Estado, es decir, desentrañar la apariencia del Estado moderno,
por tanto, hemos empezado por mostrar las variaciones que ha sufrido las
investigaciones sobre el Estado, evidenciando
un antes y después en la década de los
70` como periodo bisagra entre los análisis afincados las cualidades
territoriales, de soberanía e instrumentales hacía los análisis relacionistas,
discursivos, micro-territoriales y de la autonomía del Estado.
Es cierto que los clásicos del marxismo (Marx, Engels, Lenin) no elaboraron
una teoría del Estado explícita, tampoco esbozaron una metodología de
investigación sobre el fenómeno estatal, pero también es cierto que muchas de
sus pesquisas teóricas fueron puntos de partida donde los autores
contemporáneos se situaron para pensar el Estado bajo sus coordenadas
históricas. Poulantzas es, quizás, el caso más mencionado. Justamente, su obra
produjo al interior del marxismo un interés particular del Estado en los 70’,
aquí también podríamos mencionar a Gramsci[9],
pese a que el autor italiano produjo su obra durante el periodo de
entreguerras, sus Cuadernos de la Cárcel se hicieron ampliamente
influyentes en la década de los 60’ y 70’.
Cualquiera que se haya propuesto reflexionar sobre la obra de Poulantzas[10] ha
de saber las diversas variaciones y transformaciones que sufre su obra. Sus
primeras investigaciones sobre el Estado
enfatizaron en los condicionantes estructurales: la idea del Estado como factor
para cohesionar la unidad de una formación social. De esa forma, estudiar al
Estado tenía que ver con analizar las modalidades de dominación de los sistemas
sociales determinados, así como la manera en el que el poder se ejerce a través
de instituciones específicas (poder institucionalizado). Abrams
“Y la tarea de
estudiar el estado parecería ser, por tanto, en primer lugar, una cuestión de
levantar la máscara ideológica hasta percibir la realidad del poder del estado
-poder de clase- en términos de los cuales se logra la estructuración; y en
segundo lugar, una cuestión de identificar los aparatos -funciones y personas-
en y a través de los cuales se encuentra y se ejerce el poder del estado”.
Luego de su texto más influenciado por Althusser (Poder Político y
Clases Sociales en el Estado Capitalista), Poulantzas rompe con su maestro
y publica diez años después Estado, Poder y Socialismo
Para esa misma década de los 70’, en Alemania se desarrolla un importante
debate que, debido a la poca difusión, circulación y el casi nulo trabajo
editorial quedó muy relegado en el mundo occidental. En el debate sobre la
derivación del Estado, participaron autores como Holloway, Hirsch y Altvater, entre otros. Para
estos autores, la idea era la de derivar las categorías de Estado de la misma
forma en que Marx derivaba sus conceptos en El Capital. En ese orden de ideas,
buscaban problematizar la relación entre forma-función para derivar la forma
que adquiere el Estado de acuerdo a las funciones que se necesitan para
reproducir el Capital. Sin embargo, estos análisis, a pesar de estudiar el
Estado por fuera del politicismo y la autonomía estatal, algo novedoso para su
tiempo, no lograron escapar del problema de ser un análisis muy lógico dejando
sin espacio las cualidades históricas, por otra parte, al devenir la función de
la forma, terminaron cayendo en un funcionalismo excesivo.
Siguiendo a Jessop
Las consecuencias de este cambio horizonte en las investigaciones marxistas[11]
estuvieron relacionadas con el abandono gradual de las visiones de aparato, del
Estado como capitalista ideal y unitario para empezar a analizar el poder como
una relación social más compleja. En palabras de Jessop
Producto del nuevo clima político en los años 80’ y 90’, se produce unas
investigaciones sobre el Estado que, sin ser del todo marxistas, van a utilizar
ciertos conceptos y categorías propias del corpus marxiano, pero leídos desde
otros enfoques, al tiempo que se acercaban a los análisis weberianos, los
estudios anglosajones sobre las elites, las cuestiones derivadas del poder
(polimorfo) y profundizando en las investigaciones sobre la autonomía estatal,
el poder del Estado para intervenir en la sociedad y la selectividad
estructural. Todo lo anterior priorizando un enfoque politicista en la mayoría
de las investigaciones.
Para autores con Bob
Jessop (2017),
Fred Block
En ese sentido, tanto Jessop como Block, van a llevar hasta sus últimas
consecuencias la empresa intelectual que había inaugurado Poulantzas: la
autonomía. De esa forma, el enfoque estratégico relacional de
Jessop va priorizar las tendencias y no las determinaciones estructurales, en
sus investigaciones el Estado debe ser conceptualizado como un abigarrado
conjunto de organizaciones y constituciones que se encuentra moldeado para
solventar e intervenir conflictos. Sus instituciones conservan memoria y
maneras de actuar condicionadas por la selectividad estructural: como si el
Estado estuviese más predispuesto a ciertas latencias que a otras. Lo que no
quiere decir que las fuerzas sociales no puedan promover nueva formas y efectos
estatales.
A diferencia de Block, que se encontraba más cercano al neo-estatismo y la
creencia del Estado como un fenómeno con poder y opacidad propia, para Jessop
Por su parte, Fred Block
Como se puede advertir, Block presta mucha más atención que Jessop al papel
que desempeñan los gerentes estatales, como ya lo pudo visualizar Miliband. No obstante,
ambos comparten la creencia de que el Estado, a pesar de estar estructuralmente
sujetado, siempre puede -por medio de las tensiones sociales y la lucha de
clases- modificar la estatalidad dominante en favor de los menos favorecidos.
Por último, Michael Mann es quizás el menos marxista de estos autores y el
más cercano a Max Weber. Su teoría del embrollo asume que al Estado es incapaz
de cohesionarse y desarrollar su unidad en la práctica por sí solo, así más que
funcional, el Estado es un embrollo donde proliferan particularidades con múltiples
grupos de poder donde se cristalizan formas estatales históricas de forma
contingente que siempre pretenden centralizarse y de ahí proliferarse.
Al igual que Block, el sociólogo británico le otorga a la elite estatal un
papel destacado que explica en buena medida su autonomía: esta puede proceder
de manera infraestructural o despótica. Mann emprende la elaboración de una
obra monumental: Las fuentes del poder social. Quizás, el estudio de la
sociología histórica más imponente después de Economía y Sociedad. En
casi 5 tomos que completan su sociología histórica, el autor realiza su aporte
más significativo a la teoría del Estado: el poder infraestructural. Por poder
infraestructural Mann entiende la capacidad para penetrar en la sociedad y
gestionar la logística que permita moldear las decisiones políticas de un
Estado, de ahí que, “El Estado [moderno] penetra la vida diaria más cualquier
Estado histórico”
La pregunta que guía sus
investigaciones es “¿cuál es la naturaleza del poder que poseen los Estados y
las élites estatales
Sin embargo, en los
análisis de los neo-marxistas subsiste una debilidad por pensar la acción
política. Pese a realizar quizás las taxonomías más metódicas y rigurosas del
Estado, aún les resulta difícil extraer de sus reflexiones una estrategia
política para los momentos de mayor conflictividad social: como un recetario
perfecto con el que no se puede preparara nada, allí reside una de las
diferencias sustanciales con la tradición marxista de los años 70’, en los
cuales, el problema de la transición al socialismo estuvo en el núcleo de sus
reflexiones.
VI. Cuestiones
metodológicas.
1) Estudiar el Estado como un fenómeno
moderno histórico, esto es, tratarlo como un asunto novedoso que permita historizar
el Estado y no tratarlo como un fenómeno transhistórico que ha existido desde
siempre: esto es, elaborar cualquier teoría sobre el Estado bajo las
coordenadas históricas e interdependiente de otros sistemas sociales complejos,
evitando siempre rastrear el Estado como una entidad abstracta, independiente y
contraria a la sociedad.
2) Buena parte de las discusiones teóricas
sobre el Estado en los años 70’ han sido poco productivas debido a la incomprensión
de los presupuestos epistemológicos y las cuestiones metodológicas, pues se han
discutido en terrenos metodológicos distintos; por tanto, lo primero que hay
que hacer es determinar el piso de la elaboración conceptual, no es extraño lo
poco productivo que ha resultado para la teoría del Estado el debate
Poulantzas-Miliband; se discute el empirismo del Miliband con el teoricismo
exacerbado de Poulantzas sin la verificación empírica necesaria, del mismo
modo, los análisis de corte antropológico y discursivos han formulado sus
críticas de los grandes modelos sobre el Estado sin situarse en el terreno teórico.
Incluso, resulta un error la forma en la que ciertos autores y autoras pretende
negar o sostener un modelo teórico a partir de un caso histórico concreto, se
trata de diferenciar entre lo concreto/material, lo subjetivo/objetivo y lo
abstracto/real.
3) Al igual que Jessop, creemos que formular
una investigación rigurosa del Estado, debe ser asumida como parte de una
investigación más general de la sociedad, pues no son dos entidades distintas,
mucho menos opuestas, su entrelazamiento, distancia, mediación es clave para
entender las funciones e intervenciones del Estado en la sociedad.
4) De acuerdo a lo anterior, hay que aceptar que
la diferenciación aparencial entre Estado/Sociedad existe, tiene implicaciones materiales,
pero es siempre aparencial, móvil y porosa lo que no significa que sea falsa o ilusoria,
por el contrario, su frontera define la jurisdicción de las intervenciones del
Estado (por acción u omisión), esta se encuentra íntimamente
ligado con las fuerzas sociales. Por este motivo, hablar del afuera/adentro del
Estado no tiene sentido, más bien optamos por profundizar investigativamente en
las intervenciones, mediaciones, representaciones estatales, así como de sus
efectos estatizantes.
5) Haciendo eco a las recomendaciones de
Jessop, es cierto que no es posible realizar una teoría del Estado
exclusivamente marxista, pero también es imposible formular una investigación
sobre el Estado| desestimando los aportes de esta tradición. Por eso, pese a lo
que hemos afirmado más arriba, creemos que el Estado contiene ciertos surcos
históricos políticos, culturales e ideológicos que hacen parte de su selectividad
estructural para acoplar con mayor
facilidad ciertas medidas propensas a proteger el orden social propicio al capital y que no depende de los
agentes del Estado o de su voluntad como capitalista ideal, sino de la función
global del Estado: 1) estabilidad y flexibilidad para adaptarse a los cambios
de gobierno, convulsiones sociales y
mantener su estatalidad imperantes, 2) garantizar la acumulación de capital,
sin que necesariamente exista un razonamiento autónomo, consciente y de largo
plazo del Estado, aunque en ciertas coyunturas salvaguardar los intereses del
capital implique en el corto plazo ir en contra de ellos.
6) Investigar las intervenciones del Estado
sobre la sociedad deben ser asumidas dentro de la tensión entre Estado y Capital,
entre la legitimidad y acumulación. En otras palabras, entre mayor sean las
medidas extraeconómicas y antidemocráticas que requiere el capitalismo para asegurar
la reproducción de capital menor es la legitimidad que tiene el Estado, si, por
el contrario, entre más frenos y restricciones democráticas pone el Estado a la
acumulación de capital (por naturaleza desigual), más apariencia universal y
garante del pacto social toma el Estado como conductor general de la sociedad.
7) Por último, investigar sobre el Estado también nos permite pensarlo desde un enfoque estratégico: si bien no nos ocupamos en este ensayo sobre el pensamiento estratégico, es fundamental que al preguntarnos por el Estado nos arroje siempre algunas pistas sobre la estrategia de cambio político y social. No tiene sentido, para la teoría del Estado, formular un recetario de instrucciones milimétricamente precisas que al mismo tiempo no arroje luces sobre los cambios en las capacidades estatales y el lugar que asumen las fuerzas sociales y las contracciones sociales que anuda el Estado.
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[1] Entre estos análisis, destacamos
los aportes de Philip Abrams, Akhil Gupta y Timothy Mitchel que se reúnen
en
[2] Más allá de lo
novedoso que resultó este concepto para su época, sus críticos y continuadores
de su legado han mostrado la insuficiencia conceptual de esta categoría: es
claro, según Tarcus
[3] La pregunta
que acompañó a buena parte de la teoría del Estado hasta la primera mitad del
siglo XX estaba más vinculada con su definición, su identificación
institucional y su papel en el proceso de producción, mientras que, posterior a
los 70’ y frente a la imposibilidad de encontrar una definición satisfactoria,
la pregunta que tomó sentido se encontraba relacionada con las formas de
intervención, vinculación y representación política en la sociedad. Esto
marcaba el nuevo derrotero intelectual: la difuminación y descentralización
conceptual del fenómeno estatal empezaba a posarse sobre la teoría del estado.
[4] Para Timothy Michell
[5] Debido a los virajes conceptuales
y teóricos que subsisten en la obra de Laclau, los análisis sobre el Estado, como
bien lo anota Martínez y Reynares
[6] Algunas de las
críticas sobre la metodología de investigación que recae sobre Foucault versan
en; primero, como menciona Mitchell “evita inferir que el nivel general está
relacionado con el con el micronivel”
[7] Sería un error suponer que sus
reflexiones sobre el sistema político no contienen diferencias, sin embargo,
nos interesa ahondar en los rasgos metodológicos que comparten estos autores,
de lo contrario, excedería las pretensiones del presente texto.
[8] Destacamos su
obra porque sus ideas han sido más ampliamente discutidas por diversos autores,
entre algunos: Bob Jessop y Fred Block. Así mismo, su enfoque analítico es el
más representativo del neo-estatismo: radicalizando la autonomía estatal y las
posiciones estadocéntricas para estudiar el Estado, sin embargo, hay otros
autores que hacen parte de esta corriente analítico: Stephen
Krasner (Defending the national interesty, 1978) y Peter Evans
[9] Tal como lo
advierte Jessop
[10] Es Poulantzas, sin duda, el autor
más importante para las teorías contemporáneas del Estado en el marxismo. Por
su cualidad de pionero, además de una vasta obra, emprendió una dura polémica
con Ralph Miliband, su debate quedó vagamente reseñado como una disputa entre
instrumentalismo vs estructuralismo, una etiqueta aún muy escueta sobre la
profundidad del debate.
[11] Dentro de lo que se podría denominar
estudios marxistas sobre el Estado, la teoría social latinoamericana también produjo
aportes con relevancia sustancial en los años 70’ para pensar el Estado desde
otras latitudes teóricas y geográficas. La producción estuvo relacionada con la
dependencia estructural, el desarrollo, la democracia en tiempos postdictadura,
la heterogeneidad socio-estructural, el imperialismo, la relación entre la
economía/política, sus formas de dominación y la hegemonía. Allí se destacaron
autores como Cardozo, Falleto, Marini, Bambirra, Torres Rivas, Aníbal Quijano,
desde otro enfoque, la obra de Lechner, O´Donnell, Oszlak, Zavaleta y los
gramscianos de Portantiero y Aricó.
[12] La importancia de Miliband no
reside sólo en su producción sobre la política y lo político en Marx, así como
su producción teórica sobre el Estado capitalista. El debate que sostuvo
durante varios años con Poulantzas fue sustancial para abrir nuevas rutas, sin
embargo, para autores como Laclau
[13] Publicado por
primera vez en ingles en 1970.
[14] Publicado por
primera vez en ingles en 1978.
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