Por: Santiago Pulido Ruiz
El problema del Estado representa, sin lugar a dudas,
uno de los ejes centrales de investigación de la teoría política marxista.
Desde sus primeros textos de revisión crítica a la tradición hegeliana, Marx
intentó realizar una aproximación a los elementos generales de la filosofía del
derecho y del Estado, sin embargo, esta aproximación sufrió, con el transcurso
del tiempo, importantes modificaciones tras la inclusión del método de la
crítica de la economía política. En adelante, la tradición marxista vería el
Estado como resultado parcial del conflicto siempre inacabado entre clases
sociales.
En este breve artículo examinaremos tres puntos de
desarrollo del problema del Estado en la teoría política marxista: en primer
lugar, revisaremos algunos elementos generales del surgimiento del problema del
Estado en la teoría política marxista; en segundo lugar, haremos una breve
aproximación a la teoría relacional del Estado en Nicos Poulantzas; finalmente,
cerraremos con algunas consideraciones generales sobre el problema de la
autonomía relativa del Estado desde la perspectiva de la teoría política
latinoamericana, especialmente, desde algunas ideas de la obra de René Zavaleta
Mercado.
i. El problema del Estado en la teoría política
marxista: Marx, Lenin, Gramsci y Luxemburgo
Para el grueso de la teoría marxista, el problema del
Estado tiene una doble connotación: tanto gnoseológica como estratégica. Es
decir, por su mismo carácter de proyecto político, el marxismo considera
indisoluble la relación entre la comprensión de las configuraciones estatales
contemporáneas (sus redes de dominación y poder) y las especificas estrategias
históricas de transformación social. Aquí hay que recordar que en la tradición
marxista el problema del Estado es siempre leído desde el lente de la conquista
del poder político.
En ese sentido, la estrategia de toma del poder
(preocupación transversal del pensamiento marxista) depende, fundamentalmente,
del análisis y caracterización del Estado contemporáneo. Podemos afirmar, en
ese orden de ideas, que la teoría marxista percibe los avances en el
conocimiento del Estado como momentos determinantes de la estrategia política
revolucionaria. En otras palabras: las formas específicas de organización y
movilización de las clases populares en contra del régimen capitalista dependen,
en buena medida, de la caracterización que se realice de las configuraciones
estatales contemporáneas.
En el caso de la producción teórica de Marx, el Estado
tuvo, a lo largo de su vida, diversas aristas. En su crítica a la concepción
hegeliana, Marx interpelaba el sentido ético y abstracto que había otorgado la
filosofía alemana al Estado. A pesar de incluir la fórmula Estado – Sociedad
Civil, Marx llegó a conclusiones distintas con respecto a Hegel: mientras Hegel
veía en el Estado la esfera superior de la sociedad, es decir, una unidad
orgánica garante del bienestar público frente al interés privado, Marx concebía
la configuración estatal moderna (a través del mismo modelo analítico) como un
instrumento funcional a la dominación de clases en una etapa específica del
desarrollo capitalista
Tanto Hegel como Marx compartían la idea, a contrapelo
del pensamiento contractualista, de historizar las configuraciones estatales
modernas
De hecho, la idea de autonomía del Estado aparece,
puntualmente, en el Dieciocho Brumario (1852). En aquel texto, Marx, en
un contexto de alta conflictividad social (ascenso de la lucha de clases), señaló
que el Estado requiere, de manera muy excepcional, de la incorporación de las
exigencias populares para su reproducción continua. No se trataba, pues, de que
el Estado tuviese un carácter de dominación definitivo, sino que debía
construir mecanismos de incorporación de las exigencias populares para replegar
su amenaza revolucionaria.
Ahora bien, esta idea de autonomía del Estado
desprendida de los análisis periodísticos de Marx no puede ser asumida como un
concepto sistemáticamente elaborado para encontrar patrones de regularidad
empírica, pues debe recordarse que se trataba, simplemente, de una
caracterización en un periodo determinado de la lucha de clases en Francia. Sin
embargo, lo que sí permitió esta idea fue construir una primera aproximación a
la complejidad del Estado y de las relaciones de dominación realmente
existentes en el capitalismo naciente.
En el caso de Lenin y Gramsci, la cuestión asume
distintos matices. Lenin retomará, en El Estado y la Revolución (1918),
la idea marxista del Estado como un instrumento de dominación de clase el cual
debe ser derrocado mediante un acto revolucionario. Para esto, desarrolló su
idea del Estado como una fuerza de destacamentos armados especializados a la
cual debía oponerse una estrategia militarizada del pueblo trabajador e
instauración de la dictadura del proletariado. Esta es la conocida tesis del
doble proceso: 1. Derrocamiento del Estado burgués e instauración del
Estado obrero; 2. Supresión del Estado mediante la extinción de
cualquier forma estatal[1]
Para Gramsci, la valoración sobre el Estado contemporáneo
contiene un mayor número de determinaciones a comparación de Marx y Lenin.
Aunque se comparte, en términos generales, la idea del Estado como instrumento
de dominación de clase, los Cuadernos de la Cárcel (1929-1935) presentan
una renovación conceptual de la cual el marxismo (después de Gramsci) no podría
desatender sin más. Se trata del problema de la construcción de hegemonía por
parte de las clases dominantes. El Estado no solo sería, al decir de Lenin, “la
mejor envoltura” para validar el régimen de explotación económica de clase,
sino el lugar de organización de la estrategia ideológica de la clase dominante.
El asunto de la construcción de consensos e inclusión
de las exigencias populares vuelve al primer plano del análisis político del
Estado con Gramsci. Contrario a Marx, Gramsci ve en ambas condiciones (la
construcción de consensos y la inclusión de exigencias populares) no una
excepcionalidad de los sistemas políticos modernos, sino una regularidad
histórica. El Estado es, desde esta perspectiva, hegemonía acorazada de
coerción: un Estado que mantiene su carácter gendarme, pero que al mismo tiempo
requiere, para su reproducción, la inclusión de los sectores populares al
núcleo de la administración estatal.
En discusión directa con Lenin, Rosa Luxemburgo
defendió una estrategia revolucionaria centrada en la democracia de masas y en
el carácter espontaneo de la huelga de masas. Cercana a la lectura gramsciana
de un Estado capitalista con fisuras y contradicciones internas, Rosa
Luxemburgo se interesó por analizar las transformaciones revolucionarias en el
marco de la democracia capitalista. En Huelga de masas, sindicato y partidos
Aunque reconoce en el Estado contradicciones internas
y una cierta autonomía mediante la cual las clases populares pueden obtener
conquistas, no dejó de suponer que el propio movimiento de masas podría poner
fin al régimen capitalista a través de una lucha que refleje todas las fases y
acumule en sí todas las contradicciones. Para Rosa Luxemburgo era posible,
pues, construir avances para las clases populares en el marco del Estado y la
democracia capitalista, pero estos avances debían estar condicionados, necesariamente,
por la construcción de un movimiento revolucionario que no obedeciera al
carácter o esquema rígido del sindicalismo obrero, sino a su naturaleza
espontanea y revolucionaria.
Hasta aquí, se ha intentado sintetizar, a riesgo de
ser superfluos, los principales elementos del problema del Estado en la teoría
marxista. A continuación, se desarrollarán algunas ideas generales sobre la
teoría relacional del Estado de Nicos Poulantzas. Se pretende subrayar la forma
en que este debate “clásico” del marxismo orientó, en términos generales, las
observaciones del marxista greco-francés.
ii. La teoría relacional del Estado de Nicos
Poulantzas:
Intentando construir una teoría sistemáticamente
elaborada sobre el Estado capitalista contemporáneo, Nicos Poulantzas se ha
convertido en uno de los principales referentes marxistas sobre las
configuraciones estatales. En Estado, Poder y Socialismo (1979),
Poulantzas comienza un trabajo de reactualización de la teoría marxista del
Estado: allí entenderá el Estado contemporáneo, siguiendo el método de análisis
de la crítica de la economía política de Marx, como una relación social.
Para Poulantzas, el análisis del Estado contemporáneo
tiene que ver, esencialmente, con el ejercicio del poder, la mediación
institucional y el equilibrio de fuerzas variables
Esta mirada poulantziana sobre el Estado, como es
evidente, tiene un fuerte componente e impronta gramsciana. El análisis está
puesto sobre el ejercicio y los efectos del poder político del Estado. De
acuerdo con Jessop
En el caso del sociólogo greco-francés, el Estado se
transforma en el lugar donde se organiza la estrategia de las clases dominantes
sobre las dominadas y el centro del ejercicio del poder, sin poseer poder
propio. En ese sentido, la estrategia revolucionaria derivada de la perspectiva
relacional del Estado de Poulantzas va dirigida a la “transformación radical
del Estado articulando la ampliación y profundización de las instituciones de
la democracia representativa (...) con el despliegue de las formas de
democracia directa de base y el enjambre de los focos autogestionarios”
Lo anterior supone una crítica implícita a la
tradición estratégica asaltista de Lenin y Althusser. Hay que recordar que, para
el marxismo clásico, la lucha de clases se agrega al núcleo estatal solo en situaciones
revolucionarias, en cambio, para Poulantzas, la lucha de clases constituye al
Estado mismo en condiciones de normalidad. El Estado sería, así, el terreno
predilecto de la lucha política por parte del campo popular: desde el Estado es
posible materializar –en las instituciones– los avances sociales y
democráticos, sin que ello conduzca a reducir la lucha por el socialismo a los
espacios físicos estatales.
En conclusión, la estrategia revolucionaria
poulantziana rompe con la dualidad de poderes y, al mismo tiempo, se distancia
de la estrategia asaltista de las instituciones y de la destrucción o ruptura
absoluta con el Estado burgués. A contravía, Poulantzas cree en la transformación
estructural de las relaciones de fuerzas entre clases sociales. Se trata, pues,
de no despreciar los ámbitos institucionales, sin que ello implique un abandono
de los espacios y las prácticas extra-estatales de movilización social y
popular. En pocas palabras: un pie en el Estado y otro por fuera, pero contra
la configuración de fuerzas estatales dominantes[2].
Sin embargo, Jessop señala un vacío en la teoría
poulantziana: quedaría faltando en la obra del sociólogo francés “una
investigación más detallada sobre el papel mediador crucial de las formas
institucionales y organizativas de la política y sus implicaciones estratégicas
- relacionales para el equilibrio de fuerzas”
iii. La teoría latinoamericana
frente a la autonomía relativa del Estado:
Tras la irrupción de un interrumpido ciclo de
gobiernos populistas y nacional-populares, el pensamiento político
latinoamericano generó, entre los años 50’ y 60’, un conjunto de reflexiones
críticas acerca de la autonomía del Estado en la teoría política marxista. René
Zavaleta Mercado fue, indudablemente, uno de los principales referentes en esta
revisión y reactualización conceptual. Luego de observar los límites y alcances
de la experiencia del Movimiento Nacional Revolucionario del 52’ en Bolivia,
Zavaleta advirtió la falta de una historización de las relaciones históricas
entre los bloques de poder dominante y las clases dominadas y no, simplemente,
una teoría sobre las mediaciones institucionales.
Zavaleta Mercado interpelará al estructuralismo
poulantziano la ausencia de una reflexión originaria del poder y del carácter
histórico de los centros de dominio. Antes de construir una teoría general del
Estado contemporáneo desde una perspectiva marxista, para Zavaleta Mercado era
fundamental historizar las relaciones concretas entre el poder estatal, los
bloques políticos dominantes y las clases subalternas. Es decir, era esencial
comprender el comportamiento de las élites, sus procesos de transformación
estatal y la inclusión (o no) de las demandas y exigencias de las capas
populares.
Solo de esta caracterización histórica podría
desprenderse un conjunto de reflexiones sistemáticas (patrones de regularidad
histórica) sobre las configuraciones estatales realmente existentes. En
Zavaleta, toda reflexión teórica iría, necesariamente, acompañada de una
historización radical del poder. En ese sentido, es clave leer los grados de
autodeterminación nacional desde una teoría política histórica con alcances
(inter)medios. Al respecto, asegura que “las categorías intermedias,
predominantemente históricas... hablan de la diversidad o autoctonía de la
historia del mundo, y en cambio el modo de producción capitalista, considerado
como modelo de regularidad, se refiere a la unidad de esta historia”
Esta doble condición le permitió entender, a
contrapelo de Poulantzas, que si bien “el Estado en cuanto aparato puede ser el
escenario de las luchas de clases, eso se reserva para determinadas instancias
(...) La impenetrabilidad de la burocracia a la lucha de clases es, en cambio,
la normalidad del Estado moderno”
Por tal razón, Zavaleta sugiere estudiar el Estado, no
mediante leyes generales de regularidad, sino como un análisis
situacional-concreto, pues es siempre necesario entender el Estado como
agregación histórica y particularidad concreta. Este método de análisis le
permitió comprender al sociólogo boliviano cómo, a pesar de que algunos países
latinoamericanos avanzaron en un ambicioso proceso de reforma estatal,
industrialización nacional y redistribución del ingreso, se impuso, a la larga,
los intereses de las clases dominantes mediante un proceso de reconstitución
oligárquica del Estado.
iv. Consideraciones finales:
A lo largo de este artículo se han explorado, de
manera muy breve, algunas conceptualizaciones generales sobre el Estado en la
teoría marxista. En el caso de Marx, se observó cómo la inclusión del método de
la economía política en su obra representó el reconocimiento, por un lado, de
una dependencia estructural entre el Estado moderno y el capital y, del otro,
de periodos muy excepcionales de autonomía e independencia del Estado. Esta
consideración guiaría, en adelante, el corpus teórico del pensamiento marxista.
Sin embargo, en Marx seguirían presentes diversos
problemas asociados al análisis del Estado: en primer lugar, la tendencia de
disolver lo político en lo social y, en segundo lugar, derivado de lo anterior,
la tendencia al determinismo económico sobre las formas organizativas de la
política. Con Lenin, el problema del Estado asume una connotación estratégica:
si el Estado es un instrumento de dominación de clase, la consecuencia lógica
está relacionada con un movimiento de masas revolucionario que derroque el
Estado burgués e imponga la dictadura del proletariado.
En el caso de Gramsci, el asunto estatal es un poco
más complejo que en Marx y Lenin. Su análisis sobre el Estado se centró en la
relación entre configuraciones estatales-institucionales, las clases dominantes
y los proyectos hegemónicos. De acuerdo con el filósofo italiano, la
organización de los procesos de acumulación de capital hace parte de las
funciones estratégicas del Estado contemporáneo, sin embargo, no es el único
campo funcional del Estado, sino que está atravesado por múltiples esferas,
entre ellas, la ideológica.
Esta ampliación del carácter del Estado (teoría
ampliada del Estado) contribuyó, de manera significativa, a la reactualización
de su teoría: tanto de tradición marxista (Poulantzas, Miliband, Laclau) como
por fuera de ella (Mann, Bourdieu, Tilly). Para Rosa Luxemburgo, la cuestión
del Estado mantuvo preocupaciones cercanas a las de Gramsci: lo esencial en
esta autora era observar los procesos de transformación revolucionaria en el
marco de la democracia capitalista y sus formas de representación.
El análisis de las formas políticas propias de la
democracia capitalista no conducía a una declinación frente una estrategia
reformista de cambio. Todo lo contrario: Rosa Luxemburgo defendió, a lo largo
de su vida, un proceso de transformación radical profundo en el que tuviera un
lugar destacado el movimiento popular y el movimiento de trabajadores. Con
Nicos Poulantzas, el análisis de las formas especificas de la representación
asumen una condición fundamental en el análisis del Estado: para él, los núcleos
de representación estatal constituyen organismos o unidades de autonomía. Por
tanto, son dispositivos abiertos o disponibles a la configuración de intereses
en la prolongada lucha de clases.
Finalmente, con la teoría política latinoamericana se
vive un proceso último de reactualización del debate sobre la autonomía del
Estado. Fue, especialmente, Zavaleta Mercado quien observó empíricamente que la
concepción poulantziana sobre la apertura relacional del Estado estaba
atravesada por diversos límites. El principal de ellos tenía que ver con la
impermeabilidad de las capas burocráticas a la lucha de clases y la
selectividad estratégica de las bases estatales-institucionales por las formas
de representación y organización de los intereses capitalistas. Por lo que su
propuesta se enfocó, esencialmente, en la historización de las relaciones entre
el poder, las clases subalternas y las configuraciones estatales existentes.
Como es evidente, cada periodo histórico de desarrollo
del Estado ha dado la razón (como también ha dejado parcialmente invalidada) la
concepción de cada autor. Pareciese que es un proceso de ida y vuelta en el
que, por momentos, se reafirma el carácter eminentemente de clase del Estado y,
en otros, se viven procesos relativamente estables de apertura democrática. Lo
cierto, en todo caso, es que las pequeñas conquistas democráticas
representativas al interior del Estado son resultado de un prolongado proceso
de lucha popular y no, al decir de Lenin, “la mejor envoltura para perpetuar la
dominación de clase”.
Lo fundamental, en ese sentido, para revivir y
reorientar el debate sobre el Estado en la tradición marxista, es insistir en
que todo análisis sobre las configuraciones estatales debe partir del principio
de realidad, del movimiento realmente existente entre las clases dirigentes,
las transformaciones institucionales y la capacidad de organización y
movilización del campo popular.
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hegeliano-marxiano (págs. 147-241). México D.F.: Fondo de Cultura
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la Catarata.
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L. (2021). Bosquejos sobre hegemonía y bloques históricos en América
Latina. La Paz: Autodeterminación.
Zavaleta, R. (2009). La autodeterminación de las masas. Bogotá D.C.: Siglo del Hombre - CLACSO.
[1] Carlos
Coutinho
[2]
Sin embargo, es posible pensar, como lo han hecho muchos críticos, que
el horizonte estratégico de Poulantzas está atravesado, fundamentalmente, por
su defensa del eurocomunismo de izquierda. De acuerdo con esta crítica, la
producción teórica e intelectual de Poulantzas habría quedado atrapada dentro
de los estrechos límites políticos y organizativos de la experiencia
eurocomunista. Ver más en
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