“El petrismo, uno de los grandes perdedores en las
elecciones” posteó alguien que lleva diez años como contratista a término fijo
en una de las entidades controladas por los clanes polÃticos. Esta persona no
sabe qué es un contrato a término indefinido y tampoco conoce la propuesta de
reforma laboral del gobierno nacional. Y si la conoce, dirá que es mejor malo
conocido que bueno por conocer. En cada coyuntura electoral, milita por el o la
candidata elegido/a por su empleador, un trepador/a laboral que no duda en
recordarle “cómo son vueltas y a quién toca apoyar”.
Nunca le preguntan si está de acuerdo con la
designación, si tiene alguna propuesta para sugerir o si no quiere participar
en el correteo proselitista. Dependiendo de si son elecciones regionales o
nacionales, para mantener su contrato de ocho meses anuales debe garantizar,
por lo menos, cincuenta votos por el/la candidata/o del clan, debe participar
en las fiestas, manifestaciones y encuentros barriales con el susodicho/a, debe
estar disponible “24/7”, y debe actuar como toda/o un guerrero digital
convencido/a de su posición. Todo un ser del deber.
La escena se repite por todo el paÃs. Algunas/os
son obligados y obligadas, pero otras/os lo hacen con plena convicción. No es
un tema de ignorancia como afirman algunos/as enguayabados con los resultados
electorales del domingo 29 de octubre. Es mucha gente plenamente convencida de
que ese es el modo de operar, esa es la manera de ser natural, es decir, que
hay que ser lambón, comprometerse con el jefe y ser de derecha. Mezcla
cáustica.
La derecha es una apuesta común de la élite, pero
también del vendedor/a ambulante, del prestador/a de servicios, del
domiciliario/a, del campesino/a y de montones de gente convencidos/as de que la
desigualdad, la politiquerÃa, la guerra, la corrupción y el despojo deben ser
máximas constitutivas del paÃs. En efecto, hay gente de derecha que no sabe que
lo es y se presta candorosamente al proyecto de los clanes polÃticos, pero
también está el vecino/a, la ingeniera, el/la colega, el profesor, el
tendero/a, la abogada, el cotero, el cajero/a y el desempleado firmemente
convencido de que la élite y sus prácticas amañadas están bien y son la única
posibilidad polÃtica para Colombia.
El domingo pasado, los clanes polÃticos movieron
toda la maquinaria proselitista.
Compraron votos, despilfarraron dinero en publicidad y trashumancia,
contaminaron visualmente el espacio público, contrataron grupos musicales, dieron
tamales, carne mamona, aguardiente y cerveza. En ciertas zonas convocaron a
traquetos y maleantes a trabajar en la elección de gobernadores y alcaldes.
Quien posteó que Petro perdió, sabe perfectamente lo que hicieron los dueños/as
de su cargo, como también sabe que su contrato o su orden de prestación de
servicios se debe a la mafia polÃtica colombiana que salió a gritar que Petro fue
derrotado.
Grandes empresarios y voceros de los gremios se
atreven a señalar que los resultados electorales fueron “un voto de castigo a
Petro” y le exigen al Presidente moderación y democracia. CÃnicos y cÃnicas.
“Thank you God”, afirma en su red social alguien que milita en el clan Barreto
del Tolima. Dios del lado de los clanes; Dios con los corruptos/as; vaya
teologÃa non sancta. Si de perder se trata, perdió aquella y aquel convencidos
de que la conducta mafiosa es la pauta histórica para vivir, pues sabemos cómo
terminan los capos y qué sucede cuando la sociedad queda supeditada al interés
de estos criminales. Pierde él y ella, quien al publicar su dicha porque las/os
candidatos de la corruptela ganaron, confirma que goza al ser arribista subalternizado/a.
Si de ganar se trata, ganó el voto en blanco que en
Bogotá obtuvo la cuarta votación más alta y que recogió la rabia contra la
polÃtica tradicional y mafiosa de los clanes regionales. Ganamos quienes le
apostamos a la polÃtica para la vida, que defendemos el horizonte
popular-comunitario y que subrayamos que no es un triunfo polÃtico que los
clanes regionales con sus dádivas, coerción y palabrerÃa chichipata se hayan
reactivado para una vez más expropiar al pueblo del Estado.
Siempre hay matices, no todo se define entre blancos y negros, buenos y malos, derecha e izquierda. Pero hay momentos en la vida, “tan fuertes…, ¡Yo no sé!” ¿Qué estarás haciendo hoy, después de la contienda, para asegurar tu inestable labor? Desde ya debes saber, cándida y cándido bedel, que el Pacto por un mejor paÃs sigue creciendo. Vente para acá, de dónde eres, con el pueblo, practica el abajismo para que dentro de poco tus alegrÃas sean reales y no el espejismo que hoy tu dueño/a te vende como si fuera verdad de carne y hueso.
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