Por: Santiago García Cabrera / (@GarcíaCSantiago)
Las elecciones presidenciales en Colombia
están en su apogeo. Liderando los distintos sondeos de opinión en primera y
segunda vuelta, se encuentra Gustavo Petro, un líder de izquierda, ex militante
del M-19, ex congresista y ex alcalde de Bogotá. Las otras candidaturas
estadísticamente significativas son las de Federico Gutiérrez, que representa a
todos los partidos del régimen (Liberal, Conservador, Centro Democrático, Cambio
Radical y la U), la de Rodolfo Hernández, quien a través del caudillismo y la
demagogia ha logrado cautivar a algunos votos críticos del sistema y también a
algunos votantes de derecha que lo ven con mayores posibilidades de derrotar a
Petro, y por último la de Sergio Fajardo –cada vez más decadente–,
representando el voto centrista, “técnico” y “despolitizado”.
El anticomunismo profundo que pulula en la
política colombiana ha sido la principal arma de los detractores de Petro para
atacarlo: lo acusan de “comunista”, de “castrochavista”, de “querer volver a
Colombia una segunda Venezuela”. Y aunque cualquier persona con una mínima
cultura política sabe que Chávez no era comunista, que en Venezuela no hubo ni
hay ninguna transición al comunismo y que Petro no tiene nada que ver ni con el
comunismo, ni con el socialismo burocrático de Cuba, ni con las desgracias del
socialismo estatista y pequeñoburgués de Venezuela, los uribistas (expertos en
manipulación mediática y en anticomunismo) no dudan en lanzar el globito del
fantasma del comunismo para atacar a esta candidatura política. Pero si Petro
no es comunista ni “castrochavista”, ¿por qué tanta virulencia del uribismo y
sus aliados contra él?, ¿acaso es solamente una artimaña retórica, o realmente
ese desespero político expresa un conflicto de intereses de clase?, ¿puede el
análisis de clase darnos elementos que nos permitan comprender este fenómeno?
Para responder estas preguntas, primero explicaremos siete categorías del
marxismo (el capital, la plusvalía absoluta, la plusvalía relativa, la reproducción
simple de capital, la acumulación de capital, la producción mercantil simple y
la acumulación originaria de capital), luego –a partir de estas categorías–
develaremos el contenido de clase del programa político que propone Petro y,
por último, responderemos las preguntas aquí planteadas.
1. Las categorías de análisis
El
capital
En el sentido común, se asocia la tenencia
de dinero con la posesión de capital: yo “tengo un capital” cuando “tengo un
dinero sobrante”. Para el marxismo, esta noción común es incompleta: el capital
no es una determinada cantidad de dinero atesorado, sino que es –en su
definición más fundamental– el proceso de producción a través del cual un
poseedor de dinero va al mercado a comprar medios de producción (instalaciones,
equipos, maquinaria, insumos, etc.) y fuerza de trabajo (o mano de obra), pone
a los trabajadores contratados a producir una cantidad de mercancías que
representen –presuntamente– más valor
que el representado en el capital inicial (el dinero se transforma en capital
cuando es usado para comprar lo referido anteriormente) y, por último, se
venden las mercancías producidas, restaurando el valor del capital inicial y
obteniendo una ganancia –cuyo origen es el plusvalor
o plusvalía–. Este proceso es el
que Marx formuló en el circuito del capital D-M-D’. En esta medida, el capital no es una cosa (como lo podría ser el
dinero), sino una relación social,
pues este proceso capitalista de producción relaciona
a dos grupos sociales: a los
trabajadores contratados en la empresa (que ejecutan un trabajo directo) y a
los trabajadores que produjeron los medios de producción (que ejercieron un
trabajo pretérito).
La
plusvalía absoluta
La teoría de la plusvalía es una teoría
sobre el origen de la ganancia capitalista, y dice que éste se halla en la
diferencia entre el valor que produce el trabajador y el valor que le es
retribuido en forma de salario. Es decir: los trabajadores producen más valor del que se les paga a fin de
mes, lo cual quiere decir que los capitalistas se apropian de los productos del
trabajo de la clase obrera; en una palabra, el capitalismo es un sistema basado
en la explotación. Es así que hay dos grandes mecanismos de extracción de
plusvalía: la plusvalía absoluta y la plusvalía relativa. La extracción de
plusvalía por la vía absoluta es lo que en el sentido común comprendemos por
explotación: significa aumentar la plusvalía disminuyendo los salarios y
aumentando la jornada laboral y la intensidad del trabajo.
La
plusvalía relativa
La plusvalía relativa, en cambio, sí es una
concepción más extraña al sentido común: sucede cuando se aumenta la plusvalía
incluso con aumentos salariales y reducciones de la jornada laboral. ¿Bajo qué
condiciones es esto posible? En la competencia capitalista, los distintos
empresarios están inmersos en una guerra de precios, donde se busca reducir al
máximo el precio de las mercancías para provocar la quiebra de los competidores
y así apropiarse de una mayor porción del mercado. Para reducir los precios de
mercado, deben reducir los precios de producción, para lo cual los capitalistas
–en plata blanca– impulsan el cambio tecnológico cuando ven que un obrero y una
máquina producen más mercancías en el mismo tiempo que diez obreros sin ninguna
máquina, haciendo más rentable este proceso de producción. Cuando quiebran sus
competidores por no poder ofrecer la misma mercancía por menor precio, se
genera un aumento extraordinario de las ganancias, lo que a su vez le permite
al capitalista un margen de maniobra para aumentar el salario al obrero que
sobreviva al reemplazo de las máquinas, e incluso reducir su jornada laboral.
Sin embargo, el obrero de nuestro ejemplo, al producir diez veces más que
antes, a pesar de que le paguen mejor, es más explotado que antes, porque el
capitalista se apropia de más productos de su trabajo.
La reproducción
simple de capital
Todo modo de producción lleva implícito su
modo de reproducción. Y es que, si el proceso capitalista de producción durara
solamente un ciclo productivo, el capitalismo a lo mucho tendría el límite
temporal de un año de duración. Se conoce como reproducción simple de capital
cuando las ganancias obtenidas al final del proceso anteriormente descrito, se
transforman completamente en medio de consumo para el propietario privado,
restaurando el capital inicialmente invertido y conservando así los medios de
producción adquiridos y la fuerza de trabajo contratada. Dicho en palabras
castizas, sucede cuando el empresario gasta todas las utilidades de su empresa
en bienes suntuarios o en mercancías de lujo (“me la mecatié en cositas”,
dirían por ahí), pero destina el dinero necesario para mantener funcionando su
empresa. Por supuesto, esta reproducción simple de capital implicaría un
crecimiento igual a 0 en la economía; si bien esto es algo que puede suceder (y
de hecho sucede, sobre todo con empresas pequeñas), no es lo que sucede con los
capitalistas más dinámicos.
La
acumulación de capital
Así como se confunde dinero con capital, es
incluso más común la confusión entre acumular capital y atesorar dinero: cuando
se tiene una determinada cantidad de dinero guardada en el banco, no se está
acumulando capital. La acumulación de capital tiene que ver con su reproducción
ampliada. Los grandes capitalistas y los capitalistas dinámicos llevan a cabo
una acumulación de capital. Esta sucede cuando parte de las ganancias no se van
al consumo suntuario de la burguesía, sino que se reinvierten en el proceso
capitalista de producción, no solamente conservando los medios de producción
adquiridos, sino adquiriendo más; no solamente conservando la fuerza de trabajo
contratada, sino contratando más. Cuando cada vez más medios de producción y
fuerza de trabajo están bajo el proceso capitalista de producción, estamos
hablando de acumulación de capital. Es importante notar que el grado de
amplitud en la acumulación depende de la cantidad de consumo suntuario de la
burguesía; es decir, en últimas es una decisión autónoma de los distintos
capitalistas privados el determinar cuál va a ser la tasa de acumulación de
capital. Una economía fundamentada en la acumulación de capital es una economía
dinámica, que se orienta al desarrollo económico e impulsa el cambio tecnológico.
La
producción mercantil simple
Llegados a este punto, podemos explicar qué
es la producción mercantil simple: es todo proceso privado de producción de
mercancías que, debido a la diminuta magnitud de valor representado en los
medios de producción que se poseen inicialmente, no puede contratar de manera
sistemática trabajo asalariado para extraer plusvalía; además, dado que las
magnitudes de las ganancias obtenidas al final del proceso son tan ínfimas,
esta pequeña burguesía está obligada
a consumirlas completamente y, por lo tanto, se ve impedida para adelantar un
proceso de acumulación de capital. El campesinado es la pequeña burguesía
rural.
La
acumulación originaria de capital
Posiblemente, el vigésimo cuarto (XXIV)
capítulo de El Capital sea el capítulo más famoso de la obra magna de Marx. En
él, el teórico revolucionario responde a la fábula burguesa conocida como “la
acumulación originaria”, que tiene el fin de justificar por qué la burguesía se
convirtió en clase dominante. Este mito fundacional dice lo siguiente: antes de
la existencia de las sociedades capitalistas, habían dos clases de personas:
las laboriosas que trabajaban duro y sin descanso, y las ociosas que miraban
pasivamente hacia el cielo, esperando que de allí cayeran los frutos; la
burguesía nació como clase dominante gracias a que era en un principio esa
clase de personas laboriosas; gracias a su trabajo duro, lograron obtener un
excedente económico que supieron usar para comprar medios de producción y
fuerza de trabajo, siendo así la acumulación originaria de capital el fruto del
trabajo duro. Por supuesto, nada en ese relato burgués tiene respaldo empírico.
En cambio, tiene el objetivo de enseñar una moraleja: “trabaja duro para que
puedas ser tu propio jefe y, eventualmente, el jefe de alguien más”.
¿Y cuál es la respuesta de Marx?: que la
burguesía se hizo clase dominante cuando separó por medio del despojo (es
decir, por medio de la violencia física directa) a los productores mercantiles
simples (especialmente campesinos) de sus medios de producción. Esta verdadera
acumulación originaria (respaldada con datos historiográficos) la burguesía la
llevó a cabo tanto dentro de sus fronteras nacionales (como lo fue el despojo y
exterminio de los indígenas nativos de Norteamérica, cuando la burguesía
naciente de los Estados Unidos decidió establecer sus fronteras nacionales
uniendo la costa este con la costa oeste) , como a través de la empresa
colonial del imperialismo (cuyo ejemplo más dramático es la mutilación de los
pulgares que le hizo el imperialismo británico a los artesanos tejedores
indios, dado que el pueblo indio no quería comprar las telas fabricadas en
Liverpool, Manchester y Londres, pues eran de mucha menor calidad que las
hechas por estos maestros tejedores). Entonces, la acumulación originaria de
capital es en realidad toda acumulación de riqueza hecha a partir de violencia
extraeconómica (es decir, por fuera del circuito del capital descrito
anteriormente), que les permite a esos despojadores convertirse en grandes capitalistas.
Cabe señalar que este proceso es algo que se sigue reproduciendo en la
actualidad.
2. El programa de Petro
El programa político que propone Gustavo
Petro es un programa democrático-burgués. “Burgués”, porque no tiene como
objetivo abolir el derecho a la propiedad privada del capital; y “democrático”,
porque su fin es lograr una serie de avances democráticos en los marcos del
capitalismo, que en el caso colombiano se traducen en la consolidación y
ampliación de lo que la Constitución del 91 llama “Estado social de derecho”.
Los Estados de derecho son los Estados que defienden y respaldan la igualdad
formal de toda la ciudadanía ante la ley: tanto el jefe de Estado como el
ciudadano común tienen por igual el deber de cumplir las leyes vigentes del país;
y Estado social de derecho, porque
estos Estados ya no solamente respaldan la igualdad jurídica de la ciudadanía,
sino que tienen el deber de procurar cierta igualdad material: se trata de la igualdad material que buscan los
liberales, es decir, la igualdad en las condiciones iniciales, de tal manera
que todos los miembros de la sociedad puedan desarrollarse plenamente de
acuerdo a sus capacidades en el marco del capitalismo. Por eso, el Estado
social de derecho tiene por finalidad ayudar a los vulnerables, garantizar la
educación, cierta seguridad social en salud y pensiones, etc.
La oligarquía criolla que heredó el
gobierno en el territorio colombiano después de la independencia, ejerció la
acumulación originaria de capital para convertirse en burguesía. Por supuesto,
hubo segmentos de la burguesía que, una vez consolidado su carácter
capitalista, cesaron la acumulación originaria. Entonces podemos decir que la
clase dominante colombiana tiene dos facciones de clase: quienes todavía siguen
ejerciendo la acumulación originaria y quienes no. Esto no debe llevar al
equívoco según el cual alguna de las dos facciones de clase es más progresiva
que otra, porque ambas se unen cuando se trata de afianzar su dominio contra las
clases trabajadoras (de hecho, la connivencia de las fuerzas armadas del Estado
colombiano con las bandas paramilitares, tiene su raíz en esta unidad profunda
de la clase dominante). En esta perspectiva, Gustavo Petro pretende hacer una
revolución política, representando él el programa de la pequeña burguesía. Y
sucede que, debido a la unidad profunda de la burguesía –más allá de sus
facciones–, cuando algún sector de ella trató de ponerle fin a esa acumulación
originaria, no llevó este programa hasta sus últimas consecuencias. Por lo
tanto, para lograr este objetivo, se hace necesario en Colombia como mínimo una
revolución política, que es lo que Petro está tratando de representar.
Ahora bien: ¿cuál es el contenido de clase
de este programa? Su propósito es darle fin a la acumulación originaria de
capital, e iniciar el proceso para convertir a Colombia en un espacio para la acumulación
de capital. Pretende ayudarle a la pequeña burguesía a convertirse en
burguesía, a través de una política de crédito público; pretende hacer una
reforma agraria que le ponga fin al latifundio improductivo, y así reparar al
campesinado desplazado, acabando la acumulación originaria; pretende con su
política tributaria (impuestos a los grandes dividendos, al latifundio
improductivo, a las grandes remesas hacia el exterior que significan la fuga de
capitales) empujar a la burguesía que opera en el país a que reinviertan sus
ganancias en el proceso productivo, para que la economía nacional se fundamente
en una intensas acumulación de capital; pretende que con esta reproducción
ampliada la burguesía extraiga plusvalía fundamentalmente por la vía relativa,
pagando mejores salarios y dándole una base material a un Estado de bienestar;
pretende ponerle fin al conflicto armado, retomando los diálogos con el ELN y
teniendo una política de beneficios jurídicos para el desmonte de las bandas
del narcotráfico; pretende depurar los miembros de las fuerzas armadas y de
policía para romper la relación que existe entre ellas y las bandas
paramilitares; pretende hacer una apertura democrática para que se acabe el
asesinato político y la persecución política, garantizando así los derechos
políticos para toda la población y reduciendo el autoritarismo político del
Estado colombiano, tan consistente con la acumulación originaria; y por último,
propone un gran Pacto Histórico entre las diferentes clases del país para que,
sobre la base de la acumulación de capital y la plusvalía relativa, pueda haber
una era de paz social en Colombia. Quien vea un ápice de socialismo, comunismo,
castrochavismo o cualquier cosa semejante en este programa, es porque la
estupidez que induce el uribismo le ha generado un serio obstáculo
epistemológico, porque el programa comunista no trata de impulsar la
acumulación de capital en ninguna de sus formas, sino de expropiar a la
burguesía y acabar el capitalismo.
3. El miedo del uribismo
A grandes rasgos, lo que hoy conocemos como
paramilitarismo, prácticamente siempre existió en Colombia. Siempre que el
Partido Liberal intentó alguna reforma agraria, los terratenientes del país
armaban ejércitos privados para ahogar en sangre y fuego los intentos de
reforma agraria burguesa. Los terratenientes, con ayuda del Estado o de la mano
de sus ejércitos privados, primero despojaron a los indígenas de sus tierras y
territorios (los indígenas han sufrido casi tanto durante la era republicana, como
durante la época de la conquista española), y luego despojaron a los
campesinos. Es decir, para hacer su tránsito de aristocracia terrateniente a
clase capitalista, usaron la acumulación originaria de capital. El partido que
mejor expresaba este programa era el Partido Conservador (aunque, en virtud de
la autonomía relativa de las relaciones políticas, también siempre hubo
facciones del Partido Conservador que expresaban el programa burgués contrario,
y lo mismo con el Liberal). Sin embargo, con la emergencia del narcotráfico,
este proceso de acumulación originaria cobró una nueva intensificación. Esto no
significa que la única acumulación originaria de capital esté llevada a cabo
por los narcotraficantes: empresas (mayormente multinacionales) mineras y
ligadas al agronegocio también están vinculadas a estos procesos. Ahora bien: los
narcotraficantes son capitalistas ilegales que, por su carácter ilegal,
necesitan crear un ejército privado para asegurar la logística de su negocio.
El paramilitarismo contemporáneo en Colombia es justamente el conjunto de
ejércitos privados de la burguesía que hace acumulación originaria de capital
(son financiados mayormente con dineros del narcotráfico), y el movimiento
político que mejor expresa el programa del narcolatifundio, la burguesía de
acumulación originaria y el paramilitarismo contemporáneo, es el uribismo.
El saldo de esta acumulación originaria de
capital hecha por los narcotraficantes es de seis millones y medio (6.500.000)
de campesinos despojados de sus tierras[1],
un índice de gini rural del 0.9[2]
(donde 0 representaría reparto exactamente igual de la tierra y 1 representaría
que una sola persona sería propietaria de toda la tierra cultivable) y una
expansión descontrolada de la frontera agrícola (lo cual explica la
deforestación de grandes porciones de selva virgen)[3],
evolucionando estas variables de manera correlativa. En este contexto, es claro
que el uribismo pretende infundirle miedo a la población colombiana basado en
una falsedad (el “comunismo” de Petro), pero porque el programa de Petro
acabaría la acumulación originaria que ellos defienden, lo cual a ellos
legítimamente les genera miedo como facción de la clase dominante. Las otras
candidaturas en disputa (la de Sergio Fajardo y la de Rodolfo Hernández) no
tienen el propósito de darle fin a esta acumulación originaria, o al menos no
están dispuestos a ir hasta el final de este programa. Por eso, en una eventual
segunda vuelta entre Petro y cualquiera de estos candidatos, el uribismo los
apoyaría, independiente de que ninguno de ellos sea su primera opción (la cual
es Federico Gutiérrez).
Dado que el actual contexto político colombiano
es una olla a presión –pues el pueblo cada vez aguanta menos las tropelías de
la clase dominante y también porque la élite colombiana cada vez tiene menos
cuadros políticos competentes–, ciertos sectores de la burguesía colombiana que
no están ligados a estos procesos de acumulación originaria, ven en un gobierno
de Gustavo Petro la posibilidad de una salida institucional a esta crisis
política. Prefieren ceder momentáneamente el poder y que un eventual gobierno
de Petro actúe como un pararrayos de la lucha de clases, antes que la intensificación
de este conflicto que se vendría en caso de que el candidato del régimen
–Federico Gutiérrez– gane la contienda electoral[4].
Es que no está claro que puedan ganar el próximo embate de la lucha de clases. Es
así que han aceptado el Pacto Histórico que Petro ha propuesto.
Sin duda, es progresivo el fin de la
acumulación originaria de capital en Colombia, pero debido al carácter burgués
de su programa y a que la llegada de representantes políticos de la burguesía
colombiana puede limitar incluso su alcance reformista, si sectores
revolucionarios deciden dar su voto a la campaña de Gustavo Petro y Francia
Márquez, éste debe ser un voto crítico, llamando abiertamente la atención sobre
estas características mencionadas. Para que esta crítica sea fundamentada, es
necesario que el bando revolucionario vuelva a conocer profundamente la teoría
revolucionaria, pues la crítica superficial al “neoliberalismo” desde un
franciscanismo de izquierda, quedará completamente obsoleta. En todo caso, de
consumarse la apertura democrática que Petro está proponiendo, los sectores
revolucionarios debemos aprovechar la nueva situación política para hacer
agitación y propaganda de las ideas del socialismo revolucionario, y así ir
construyendo el ambiente propicio para que un partido que defienda estas ideas
salte a la arena de la política de masas.
[1] Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica: Una nación desplazada. 2015.
[2] Informe de OXFAM: Radiografía
de la desigualdad. Lo que nos dice el último censo agropecuario sobre la
distribución de la tierra en Colombia. 2017.
[3] Informe de prensa de la Deutsche Welle: La ampliación de la frontera agrícola le abre la puerta a la
desertificación. Rescatado de: https://www.dw.com/es/la-ampliaci%C3%B3n-de-la-frontera-agr%C3%ADcola-le-abre-la-puerta-a-la-desertificaci%C3%B3n/a-53826029
[4] Por eso, Alejandro Gaviria dijo en una entrevista del Financial
Times: “Estamos durmiendo encima de un volcán. Hay mucha insatisfacción. Es
mejor tener una explosión controlada con Gustavo Petro que embotellar el
volcán. El país está demandando un cambio” Rescatado de: https://www.ft.com/content/b91ef3e6-6969-40de-84db-26e220ddf18a
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