Por: Santiago Pulido Ruiz


Los resultados electorales de la primera vuelta presidencial del 29 de mayo dejan, por lo menos, tres grandes conclusiones. Primero, el significante de cambio se convirtió en sentido común no solo en la competencia electoral-institucional, sino en la vida política nacional; segundo, el denominado “centro político” clausura su posibilidad de liderazgo nacional y las fuerzas del orden, aunque debilitadas y en crisis, siguen teniendo fuerza electoral, lo suficiente como para colocar en aprietos los intentos de reforma democrática y transformación nacional; tercero, no hay suma de votos que valga en segunda vuelta. 


1. El cambio como sentido común:


De algún modo, los resultados electorales del día de ayer permiten concluir que el significante de cambio se convirtió en el sentido común de las mayorías sociales y, en general, de la vida política nacional. De hecho, las dos candidaturas que lograron pasar a segunda vuelta abanderaron, aunque de manera diferenciada, el signo de cambio y transformación que venían reclamando los sectores populares en los dos últimos años del gobierno Duque.


Algunos diarios liberales, entre ellos The New York Times, califican los resultados electorales en Colombia como un voto antisistema. Según el portal norteamericano, la segunda vuelta enfrenta dos perspectivas de cambio: por un lado, la candidatura de Gustavo Petro y Francia Márquez (ganadores de la primera vuelta con más 8 millones de votos – 40%) como la propuesta más cercana (aunque con límites) a los justos reclamos del pueblo movilizado: sus propuestas de reformas estructurales lograron canalizar la indignación social por la vía electoral e institucional. Por otro lado, la candidatura de Rodolfo Hernández y Marelen Castillo (con más de 5 millones de votos – 28%) que logró recoger la indecisión de un electorado que, aunque apuesta por el cambio, identificó en el discurso “anti-corrupción” una bandera de progreso social.


Sin embargo, podemos asegurar que, a diferencia de Petro, Rodolfo Hernández es un fenómeno político artificial. Hernández creció gracias a su inasistencia a debates, por su indefinición en cuanto a su programa de reformas y, sobre todo, a sus continuas salidas en falso. Es decir, para desmarcarse de lo existente, el candidato de Santander tuvo que desaparecer de los medios que cubrían la disputa entre Gustavo Petro y Federico Gutiérrez. Solo en ese contexto, Hernández aparece como la representación distorsionada de un voto contra el establecimiento.


No obstante, fue necesario decantar el escenario de primera vuelta para que ese mismo establecimiento, la derecha y las fuerzas tradicionales rodearan al ingeniero Hernández. Lo “outsider”, para su desgracia, comienza a desvanecerse a partir de ahora. Una vez se confirma el apoyo de Federico Gutiérrez y del uribismo en pleno, Hernández dejara de ser visto como el “cambio” para representar el continuismo, para salvaguardar los intereses de los poderosos y de las élites que siguen viendo en Petro una amenaza a sus privilegios.


Este será, a mi juicio, un punto estratégico para la campaña de Gustavo Petro y Francia Márquez. Una vez caiga el falso cambio del ingeniero, empieza la disputa por ganar el apoyo de los sectores populares que, en esta primera vuelta, votaron por el candidato de Santander. En otras palabras: la posibilidad de expansión electoral del Pacto Histórico está en la misma votación del ingeniero. Recordemos que los electores de Hernández dieron su voto de confianza en el aparente “cambio” que ofrecía, pero es una apuesta relativa, reversible y que, eventualmente, podría ganar Gustavo Petro y Francia Márquez, al desmoronarse esas transformaciones artificiales del candidato “anti-corrupción”.


Si se quiere, Gustavo Petro y Francia Márquez deben avanzar ahora en la tarea de construir un proyecto hegemónico alrededor de ese sentido común por el cambio y la transformación. La disputa intelectual, moral e ideológica será crucial en adelante. Con seguridad, el liderazgo del Pacto Histórico estará a la altura no solo de los retos y desafíos electorales de junio, sino de materializar las transformaciones democráticas en favor del campo popular.


2. La crisis del “centro” político y la derrota de la derecha:


El gran perdedor de la jornada electoral es, sin lugar a dudas, Sergio Fajardo y la coalición centro-esperanza. Con algo más de 800 mil votos, es decir, más del 4% de la votación, Fajardo cerró su participación en esta contienda electoral. Con esto, demostró que fracasó en su intento de remontar los resultados del 13 de marzo y las encuestas, sobre todo, demostró que se equivocó en su estrategia de crecimiento contra Petro. Además de estos errores coyunturales, la ciudadanía no olvidó la indiferencia de los candidatos de esta coalición en el marco de las protestas del año pasado: el discurso del “Centro” en el que calificaba las protestas como producto de una rabia irracional de los manifestantes terminó de socavar sus posibilidades de crecimiento. El “Centro” se desmoronó políticamente. No representa hoy una opción real de liderazgo moral e intelectual.


Otro derrotado, aunque no desplazado totalmente del tablero político, es el uribismo y la derecha de Federico Gutiérrez. Con algo más de 5 millones de votos, más del 23%, Gutiérrez aparece, a juicio de algunos analistas de derecha, como el actor “determinante” en segunda vuelta, pues será él quien ponga los votos para una eventual victoria de Hernández en segunda vuelta. Sin embargo, algo resulta cierto: la diferencia de votos entre Petro y Gutiérrez evidencia la derrota de la derecha a manos de la izquierda progresista. Las fuerzas tradicionales, la política clientelar de los expresidentes se "quemaron" en su intento de llegar a segunda vuelta y mantenerse en el poder.


Ahora, es poco probable que Federico Gutiérrez mantenga intactos lo más de 5 millones de votos que obtuvo. Pues son votos producto de arreglos clientelares, compra de votos y de una cuantiosa inversión económica. Los apoyos no representan, necesariamente, la misma inversión. De modo tal que el traslado de votos de Gutiérrez a Hernández, como muchos suponen y casi que desean, no es una operación tan sencilla, pero debe tenerse en cuenta, pues podría poner en aprietos la victoria de Gustavo Petro. No obstante, la política electoral ha demostrado ser mucho más compleja de lo que algunos piensan. El análisis facilista, las frases efectistas y los lugares comunes no son casuales, van creando tendencia, pero -como todo en política- es un campo en disputa.


3. No hay suma de votos que valga:


Aunque se insista en que la victoria de Hernández ya está determinada por suma de votos, lo cierto es que la política electoral ha indicado, desde el pasado 13 de marzo, que es un falso supuesto. Insisto en que el ejemplo más notorio de esto es Federico Gutiérrez: se decía que al sumar los votos de la coalición Equipo por Colombia, más las adhesiones de Gutiérrez con los expresidentes Gaviria, Uribe y Pastrana, el candidato de la derecha tendría para pasar, holgadamente, a segunda vuelta y, en ese escenario, derrotar a Petro.


Sin embargo, esto no sucedió y Petro superó por mucho a Gutiérrez. Si se observa exclusivamente el crecimiento de Gustavo Petro y Federico Gutiérrez entre consultas y primera vuelta, se puede concluir que la derecha fue la que se estancó y que, en la práctica, no sumó mayor número de votos entre ambos comicios: la diferencia es algo más de un millón de votos. Caso contrario al de Petro, quien sí tuvo un crecimiento constante. De hecho, él sí reunió los votos de su coalición y expandió su opción de victoria más allá de lo que el Pacto Histórico había logrado el 13 de marzo.


En sentido estricto, el escenario es favorable a Petro. Es él quien sigue creciendo a pesar de que la derecha hubiese abonado el terreno del fraude electoral, del golpe institucional y ha intentado reencaucharse con cuanto candidato repunta.


4. Salidas inéditas ante escenarios inéditos:   


Esta primera vuelta presidencial representó un escenario inédito. Las fuerzas del orden quedaron por fuera de la contienda final, es cierto, sin embargo, no tardaron en alinearse a Rodolfo Hernández. Más allá que el ingeniero tenga un proyecto de élites distinto al proyecto terrateniente del uribismo, puede decirse que hoy él sí representa el acuerdo fundamental de las clases poderosas en Colombia. Esto hace que el principal rival de Hernández sea el mismo. Con el foco encima, puede desmoronarse, la falsa expectativa de cambio puede caer en cualquiera de sus frecuentes salidas en falso.


Colocados en este escenario, hay diversas posibilidades de crecimiento para Gustavo Petro y Francia Márquez. Por un lado, es todavía alta la abstinencia electoral, la campaña tendrá que hacer énfasis en este sector que aunque cree en el cambio no cree aún en la transformación democrático-institucional del Pacto histórico. Segundo, la base electoral de Rodolfo Hernández puede ser desactivada y disputada. Él reúne un voto de castigo, es cierto, pero ni sus propuestas ni un eventual programa (que armará a los afanes) representará un castigo a los poderosos. Es muy posible que el candidato Hernández, en un contexto como estos, se desplome por sí solo y esto se ha capitalizado por Gustavo Petro. 


En todo caso, está en nuestra militancia de izquierdas seguir respaldando en las calles el proceso de cambio y transformación institucional iniciado el 13 de marzo. No todo termina con la conquista del poder político, sin embargo, es un campo estratégico que hoy demanda de nuestro trabajo y total empeño. El camino es de oportunidades y el progresismo lleva hoy la iniciativa política. Avanzaremos y trabajaremos no solo por una reforma económica nacional, sino por una reforma intelectual y moral de la nación, por construir hegemonía y conquistas para lxs de abajo. Derrotaremos los falsos cambios en Segunda. 

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