La vida humana en comunidad es el modo de realidad de los seres humanos (Dussel, 1998, pag. 129; Dussel, 2001, pag. 103). Ahora bien, la complejidad de la vida humana está ligada al super-desarrollo del sistema nervioso y su cerebro, de tal modo que los humanos llegamos a ser, después de una evolución de más de dos millones de años, una unidad articulada multidimensional de corporalidad viviente, pulsionalidad, sensibilidad, afectividad, inteligencia, apertura a los otros, lenguaje, conciencia, interioridad, conciencia mítico-religiosa, moral y ética, racionalidad práctica, técnica y teórica, vivencia comunitaria, cultural, económica, política, jurídica, histórica, libertad y autonomía (Morin, 1993, pags. 57-69). Esta complejidad es la integralidad humana.
En pleno siglo XXI no terminamos de comprender la complejidad de la condición y dignidad humana. Un bebe humano no es un humano hecho y acabado, es un poder-ser más, o un poder-ser menos, es un semillero de posibilidades. Como dice Heidegger, es una existencia sin esencia (1927). Su esencia cada uno la va constituyendo según sus experiencias y decisiones, según la educación recibida en determinado mundo socio-cultural, es un producto de la formación o deformación de sus diversas y múltiples dimensiones.
Fernando Savater afirma que los seres humanos nacemos prematuros, los mamíferos más vulnerables, puesto que necesitamos varios años de cuidados de los otros humanos para no morir. También sostiene que nacemos humanos pero no plenamente humanos, que para ser más humanos necesitamos un segundo nacimiento en la cultura, porque sólo seremos humanos viviendo entre humanos y tratándonos como humanos (1997). Y las personas y grupos humanos podemos tomar la decisión, más o menos consciente, de ser más humanos o de ser menos humanos, por ello también muchos inhumanos. Todo esto lo reflexiona la antropología, la axiología y la ética.
Diferente a los demás seres vivos, los humanos, por el hiper-desarrollo del cerebro, rompimos el esquema instintivo (Lorite Mena, 1985) y quedamos indeterminados, sin saber qué hacer, pero con la capacidad de determinar las diversas dimensiones por nosotros mismos. Es el hecho de la libertad de constituirnos como lo dijo Pico de la Mirándola (1463-1494) en su escrito Diálogo sobre la dignidad del hombre.
Asimismo, los humanos no heredamos genéticamente el conocimiento, sino que nacemos ignorantes, pero con la capacidad, por la inteligencia y la voluntad, de adquirirlo a través de la enseñanza-aprendizaje comunitaria, sin agotarlo nunca, de ahí que tengamos siempre conocimientos parciales, sólo perspectivas de la realidad, con el peligro de ideologizarse si no aprendemos a confrontarlas con otras perspectivas y a ser críticos. Todo ser humano tiene que empezar casi de cero para aprender a construirse como humano. Por la forma genomática todos los seres humanos somos iguales, pero por los contenidos culturales, que cada uno construye sobre sí y sobre el mundo, somos diferentes en lo individual y colectivo, de ahí la variedad de culturas en la diáspora de la humanidad por el planeta Tierra (Morin, 1993, 60-71).
En el debate sobre ¿quiénes somos los seres humanos?, sostenemos, contra el voluntarismo pesimista de Schopenhauer, la voluntad de poder de Nietzsche y el instinto de muerte de Freud, que la pulsión fundamental de todos los humanos es la voluntad de vivir a plenitud la vida humana total con otros (Dussel, 1998, pag. 129), y que el deseo metafísico de trascender la totalidad del mundo para encontrarnos, escuchar y reconocer la intimidad de los otros, la alteridad distinta de los otros humanos, que están más allá de nuestro mundo (Levinas, 1971, pag. 57), es la pulsionalidad libre a la que son capaces los hombres que se deciden por la plenitud de la conciencia ética y humana, tan ausente en el complejo mundo contemporáneo, que requiere radicales cambios a partir de las diferentes formas de estar pobres, excluidos y oprimidos. (Dussel, 1977, pags. 41-43).
Nosotros diferenciamos moral de ética. Por moral entendemos las costumbres, los comportamientos, los estilos de vida, y sus correspondientes códigos morales que, por experiencias más o menos espontáneas, adquirimos los individuos y las diferentes comunidades humanas. Estas experiencias son múltiples, por ello hay variedad de morales, todas ellas particulares, con sus diferentes apreciaciones de la bondad y la maldad, subjetivas o particulares, que por lo general coinciden o tienen que ver con los propios intereses y conveniencias. La moral o las morales son algo natural en los seres humanos, individuales y colectivos, por el hecho de tener que decidir y elegir entre el bien y el mal, o de lo contrario no seríamos humanos.
Las éticas, en cambio, no son algo natural y espontáneo, sino las críticas conscientes de las morales, porque estas tienden a la inmoralidad. Estas críticas la ética las hace desde unas concepciones o principios universales, objetivos y verdaderos de bien, e invita a la decisión plenamente consciente y libre, autónoma, de aplicar en la vida concreta esos principios éticos universales, con el propósito de ser mejores humanos, tanto en lo individual como en los comunitario, para construir una sociedad y un mundo más humano, más solidario, donde todos puedan convivir con dignidad.
De acuerdo con la Ética de la Liberación en la Edad de la Globalización y de la Exclusión de Enrique Dussel, las acciones humanas buenas tienen tres principios básicos: 1. El material, cuyo contenido material universal, que es lo éticamente verdadero, dice: desarrollar la vida humana integral de todo sujeto en comunidad (1998, pags. 136-143); 2. El formal, cuya forma universal dice: consensuar, validar o legitimar democráticamente el desarrollo de la vida humana integral para todos los integrantes de la comunidad (1998, pags. 206-216); y 3. El factible, esto es, la eficacia medio-fin, posibilidad o factibilidad universal que afirma: tener en cuenta las condiciones empíricas, técnicas, sociales, económicas, políticas y culturales –los medios− que hagan posible el desarrollo de la vida humana –el fin− y la democracia -la validez- (1998, pags. 268-280).
Según Dussel, estos tres momentos –material, formal y de factibilidad− constituyen la ética fundamental. Pero por el principio de imposibilidad, teorizado por Franz Hinkelammert, las personas, las acciones, las normas, las instituciones y los sistemas, no son perfectas ni perfectos, por tanto, en las realidades humanas suceden negatividades, por ello es necesario la ética crítica que denuncie la no-verdad (negación de la vida humana digna para muchos y muchas), la no-validez (negación de la democracia para muchos y muchas) y la no-eficacia de las acciones y las instituciones (negación de los medios necesarios para muchos y muchas), es decir, es necesario tener en cuenta otros tres principios críticos: 4. El momento crítico-material universal que es el reconocimiento del otro, de las víctimas, a quienes se les ha negado la vida (1998, pags. 368-379) para que puedan vivir con dignidad. 5. El momento crítico-formal universal que es la organización democrática de los otros, de las víctimas, para que puedan participar en los diálogos consensuales (1998, pags. 464-473); y 6. El momento crítico de factibilidad universal que es crear las condiciones que hagan posible la transformación y liberación de las personas y las instituciones, para que todos podamos vivir de modo más humano. (1998, pags. 558-568).
Así pues, la ética de la liberación es una ética de la vida humana integral, cuya bondad está en la realización de los tres momentos fundamentales y los tres momentos críticos, y la maldad la negación de esos seis momentos: de la vida, la democracia, los medios, de los otros, de su organización y del cambio o transformación, que impiden un mundo donde se haga realidad la justicia, es decir, el cumplimiento de los derechos humanos.
Bibliografía
Dussel, Enrique. 1977. Filosofía de la liberación. Fondo de
Cultura Económica, 2011. México.
Dussel, Enrique. 1998. Ética de la liberación en la edad de
la globalización y de la exclusión. Editorial Trotta, Madrid, España.
Dussel, Enrique. 2001. Hacia una filosofía política
crítica. Editorial Desclée de Brouwer, S.A. Bilbao, España.
Morin, Edgar. 1993. Patria-Tierra. Editorial Kairós,
Barcelona.
Heidegger, Martín. 1927. Ser y tiempo. Editorial Fondo de
Cultura Económica 1951, México.
Savater, Fernando. 1997. El valor de educar. Editorial
Ariel, Madrid, España.
Lorite Mena, José. 1985. IV Congreso Internacional de
Filosofía Latinoamericana. Ponencias. Universidad Santo Tomás, Bogotá.
Levinas, Emmanuel. 1971. Totalidad e Infinito: Ensayo sobre
la exterioridad. Ediciones Sígueme 1997, Salamanca, España.
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