Por: Comité de Impulso de la candidatura de Francia Márquez en Ibagué / Comité Editorial Militancia y Sociedad
La precandidatura de Francia Márquez es, quizá, el fenómeno político más interesante y prometedor de la historia política contemporánea de Colombia. Ha develado, por un lado, la potencialidad de los sectores populares al conformar un proyecto de mayorías sociales; del otro lado, ha generado un sisma político en la cartografía político-electoral del país. No obstante, tal sisma -lejos de leerse como una amenaza “divisionista” en las izquierdas- debe entenderse, más bien, como la consumación y condensación de luchas y resistencias, pero también de legados, herencias culturales, en síntesis, el acumulado de múltiples tiempos históricos.
Por tanto, debe asumirse la candidatura de Francia Márquez como la ebullición de un largo camino de luchas, lo cual implica salir del personalismo que ha caracterizado la política colombiana, si bien hoy es Francia, pudo ser también otra u otro, pues ella es resultado de ese acumulado histórico. Pero, además, nos obliga a mirar su candidatura en perspectiva regional. Yaku Pérez en Ecuador, Verónika Mendoza en Perú y Francia Márquez en Colombia, por citar algunos ejemplos, han sido la expresión de un nuevo paradigma para las izquierdas Latinoamericanas.
La fórmula clásica de los gobiernos progresistas durante la década de los 2000 parece, al menos coyunturalmente hablando, haber quedado atrás: ya no basta con la nacionalización de la explotación de recursos naturales, la distribución de la renta en favor de los sectores más empobrecidos, el congelamiento del pago de la deuda externa, ahora, la ciudadanía demanda reformas en temas de género, transiciones ambientales, alternativas al patrón productivo minero-energético y agroecológico, según nos propone Francia Márquez.
Podríamos referirnos a Francia como una mujer de época. Su figura política se destaca por ser expresión y, a la vez, condición de posibilidad de un gobierno democrático, que apueste por una política de vida. Sin embargo, sería un error político pensar su proyecto político bajo el lente del “exotismo” o “esencialismo benevolente” -lectura a todas luces colonial que reproduce el complejo eurocéntrico de misericordia con los subalternos- propio de la elite blanca. Su figura es mucho más que la de una mujer afro con buenas y honestas intenciones, que ha sido profesional gracias a su esfuerzo y valentía o que ha padecido las vicisitudes del conflicto armado.
El mérito político de Francia Márquez no puede ser reducido a un acartonado voluntarismo, pues a lo largo de su vida ha estado comprometida con la difícil tarea de restaurar ética y moralmente el campo intelectual y la práctica política emancipadora de(esde) los territorios y las comunidades periféricas. En ese sentido, nuestra lectura, en cambio, confronta aquellas posiciones que tildan su proyecto político-ideológico de “embrionario”, sugiriendo que: “a pesar de sus buenas intenciones, aún le falta experiencia y roce político”.
Hoy, Francia Márquez Mina es, por lejos, la única candidata que podría proveer un horizonte auténticamente transformador y genuinamente comprometido con los sectores populares. Sus intervenciones en plaza pública, en medios de comunicación y en diálogos ciudadanos han demostrado su grandeza política e intelectual; también ha sido la candidata que ha permitido ampliar el espectro del debate en Colombia, ha corrido la agenda pública no sólo en favor de los desfavorecidos, sino en cuestiones medulares y estructurales, que nunca antes habían sido objeto de discusión de la palestra pública. Por ejemplo, anticapitalismo, buen vivir, racismo estructural y lógicas institucionales patriarcales, entre otros.
A muchos nos ha permitido ubicarnos en el debate político y, fundamentalmente, tener una opción electoral, algo que hace mucho tiempo no pasaba para el grueso de las izquierdas en Colombia. La conversación con Ángela Davis o la entrevista con Los Danieles, por mencionar algunos ejemplos, así como los diversos debates presidenciales, han encontrado a una mujer que confronta, que sin hacer ningún tipo de concesiones políticas o electorales ha demostrado los rasgos racistas y patriarcales del régimen. Habría que recordar la entrevista en Los Danieles, luego que Daniel Samper Pizano desafiantemente la llamara “la negrita”, a lo cual Francia cuestiona y confronta directamente, haciendo evidente los síntomas, el lenguaje y los rasgos racistas de las élites bogotanas.
Pero estos actos, muchas veces en posición de resistencia, también han generado la producción de conocimiento social, han forjado una especie de conciencia intelectual popular, esto es, un abordaje riguroso político y académico de los problemas estructurales que sufre la nación colombiana. Por conocimiento social nos referimos a formas comunales y comunes de producción teórica: las sociedades se mueven, producen roces, altercados y grietas, en esos intersticios hay nuevas formas de teorizar sobre lo social, de igual manera, ocasiona aperturas epistemológicas e investigativas. Son movimientos correlativos: cambios políticos conllevan grandes movilizaciones teóricas. En voz de Francia, la división entre teoría-práctica, comunidades-academia y activismo-elaboración conceptual no son antinomias, más bien, son parte de un mismo proceso orgánico.
Su tejer colectivo asume que es falso que un solo individuo, por más lúcido que sea, puede producir conocimiento de forma aislada de la sociedad. No hay propietarios individuales de las ideas ni de la producción teórica. El problema está precisamente en que la producción del conocimiento, al igual que el resto de la producción, es un hecho y un producto del ser social, precisamente, allí reside la idea de los mandatos populares que, si bien son elementos jurídico-constitucionales, podrían transformar la infraestructura popular, permitiendo que el despliegue estatal pase de ser militar-corporativista a garantista.
Por tal motivo, la producción de conocimiento social es, para el caso de Francia, siempre autoconocimiento social. Es conciencia colectiva y ampliación popular del horizonte intelectual que percibe sus propias condiciones democratizadoras. La propuesta de Francia se apoya en un folklore ancestral que en ningún momento debe ser leído como un retorno anti-moderno a una supuesta comunidad idílica. Lejos de romantizar el pasado, la abogada feminista apuesta por una configuración política y social que confronta y cuestiona la filiación entre modernidad colonial y capitalismo. No está de más decir que todo lo anterior encuentra a los focos de politización social, la acción social colectiva y la movilización popular como verdaderos soportes sobre las cuales estructurar una radicalización de la democracia. Francia, representa la posibilidad que gente del común realice cosas fuera de lo común.
Tensiones, correlación de fuerzas y Pacto Histórico
La llegada de Francia Márquez al Pacto Histórico representa toda una apuesta por la confluencia de sectores alternativos y progresistas en contra del establecimiento y del uribismo, no obstante, esta coalición no se encuentra exenta de contradicciones, pues, es en su interior perviven diversos y divergentes modelos de sociedad. Existen por lo menos tres:
- El primero sería el proyecto de Nación liberal que pretende hablar de un pacto casi en términos exclusivamente electorales. Este se sostiene sobre un bloque alternativo anti-uribista y anti-corrupción, promueve una agenda levemente reformista y una democracia delegativa, dejando incólume las enraizadas estructuras de acumulación y desposesión del régimen neoliberal.
- El segundo está mucho más vinculado a las denominadas fuerzas progresistas. En su núcleo se encuentran los tímidos intentos por democratizar el régimen por medio de las conocidas reformas democrático-burguesas. Aunque, en este caso concreto, la reforma agraria es apenas un leve intento de democratizar la tierra en Colombia. Por otro lado, su apuesta democrática queda circunscrita al terreno institucional, deshabilitando formas de movilización por fuera del aparato de Estado. Aquí la acción colectiva es siempre estado-céntrica.
Para esta segunda perspectiva, el programa de transformación la transición ecológica, la distribución del ingreso y la universalización de derechos son pilares fundamentales, elementos que encuadran con una visión etapista del desarrollo. Se trata, entonces, de democratizar el pacto capital-trabajo, así como la producción o, en sus términos, desarrollar un capitalismo con rostro humano. Sin ser totalmente contrarios, estas dos visiones de país coligan respecto a dos elementos: i. un anticomunismo recalcitrante; ii. renuncia a una agenda verdaderamente democratizadora en términos de género y población LGTBIQ.
- En tercer lugar, se encuentra el programa de Francia Márquez. Este representa una salida desde abajo a la crisis política-institucional que vive el país; elude el discurso electoralista e instrumentalista de los sectores populares, concibe como piedra angular de su gobierno la desestructuración del monopolio de la vida política por parte del Estado, es decir, piensa la política democratizadora como una forma de desbordar las lógicas institucionales.
La feminista caucana, contrario a otras visiones del desarrollo, no cree que el desarrollo pase por la articulación de los nodos industriales o en avanzar en el proyecto de industrialización por sustitución de importaciones. De lo que se trata, más bien, es de impulsar un sistema de producción agroecológica que garantice la soberanía alimentaria. El Buen Vivir presente en su programa no cree que sea posible democratizar el capitalismo o que siquiera tenga algún rostro humano. Por tanto, es necesario encontrar alternativas y construir practicas anti-capitalistas.
Por último, pero no menos importante, el reconocimiento del patriarcado y el racismo como rasgos estructurales del régimen colombiano y de sus instituciones, para avanzar hacia formas de vida más digna para estos sectores poblaciones. Habría que reconocer, finalmente, que el programa de Soy Porque Somos también contiene algunos rasgos comunes con las otras dos visiones de país, por ejemplo, la desmilitarización de la vida social, la protección de los derechos humanos y la consolidación de la agenda de Paz.
¡Hagamos crecer el campo popular!
#FranciaMárquezPresidenta.
De acuerdo. Nadie representa en si misma tanto como Francia. Por mujer, joven, madre, negra, ambientalista, defensora de derechos humanos y territoriales con nombres propios y de luchas pendientes. El "Soy porque Somos" dice mucho en un país donde la política es, en la mayoría de los casos, sinónimo de aventura individual. Pa'lante es pa'ya. Si no es ahora, cuando.
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