En tiempos de
internacionalismos chatos y nacionalismos reaccionarios, se hace necesario un
estudio sobre el tratamiento de la nación y de lo popular. Nuestra intervención
se propone abordar un análisis en clave nacional-popular del paro nacional.
Sostenemos la necesidad de pensar políticamente un proyecto nacional-popular
como horizonte de transformación social, y, en esa dirección, indagar en la
capacidad explicativa que ofrece lo nacional-popular para reflexionar sobre la
coyuntura colombiana.
Estudiar lo
nacional popular, como nos recuerda Zavaleta Mercado
Nuestra lectura sostiene,
por el contrario -siguiendo a Zavaleta Mercado- que:
“Para nosotros los
bolivianos, al menos, la formación del Estado nacional y de la nación misma es
algo no concluido en absoluto. El carácter que tendrá la nación o la forma de
revelación de la nación en el Estado: he ahí el problema en torno al que se
libran todas las luchas político ideológicas”
Para Zavaleta, la
nación es la construcción de un yo-colectivo.
Un proyecto nacional popular apuesta por la historización e identificación del
sujeto popular, bajo esta lógica, historizar es politizar, es conectar
los sujetos con su historia. De ahí que comprender las enraizadas herencias
históricas -indígenas, obreras, campesinas- sea un elemento clave para la
articulación de sectores sociales. Por tanto, el proyecto nacional nunca es un proyecto
acabado, se encuentra en permanente disputa, se recrea permanentemente. En
términos de Linera
En una línea
analítica similar, el comunista italiano Antonio Gramsci se propone comprender el
problema de la hegemonía como un asunto de alianzas de clase en sociedades en
transición al capitalismo maduro. El autor de los Cuadernos de la cárcel
escribe en un contexto muy diferente al que viven los países del norte de
Europa: crisis estatal, derrota catastrófica del movimiento obrero y
composición desequilibrada de la nación. Gramsci encuentra en el problema de
mezzogiorno las complejidades para la articulación entre el campesinado del sur
y el proletariado del norte, de allí, el pensador italiano saca una lección
fundamental: la articulación no sólo se da en términos exclusivos de clases, también
exige aglutinar voluntades colectivas nacionales.
Gracias a su
contexto, Gramsci es quizás el único autor europeo que reflexiona sobre lo nacional-popular,
pero en su caso, además de las connotaciones políticas, le imprime al proyecto
nacional-popular matices culturales e ideológicas propias del núcleo del buen
sentido común. La idea no es otra que darle contenido cultural y de floklore
popular al proyecto nacional-popular, contraponiéndose a los componentes de la
nación católica-hispana que imaginan las élites.
Así, cavilar el programa nacional popular no puede
reducirse al problema del imperialismo o del proyecto modernizador, como sí lo
hizo buena parte del dependetismo latinoamericano. Se trata de reconocer la articulación
de sectores populares, dejar de traducir el conflicto social en términos
exclusivos de clase y de reconocer la composición híbrida del capital en América
Latina, junto a la heterogeneidad estructural de las naciones latinoamericanas.
En ese sentido, el problema de la cuestión nacional se empieza a barajar en
términos políticos, pero también metodológicos al ubicar a la nación como ápice
investigativo.
“Todo lo cual
permite afirmar la presencia en sus análisis de un reconocimiento -no siempre
explícito, claro está- de la “autonomía” del campo nacional, desde la cual, y
sólo desde la cual, puede pensarse el problema de la revolución social en
términos concretos, o, dicho de otro modo, el problema de las posibilidades
concretas de conjunción del combate por la emancipación nacional con el proceso
de lucha clases”
En Aricó y en su marxismo
heterodoxo, se concibe la potencia nacional como una especie de proceso
emancipatorio que puede convivir con un análisis diversificado de los
antagonismos sociales (léase de clase, género, raza etc.). Apartándose del
marxismo ortodoxo, según el cual las contradicciones nacionales o los momentos
nacional-populares terminan por eludir las contradicciones de clase y
exacerbando un nacionalismo chauvinista entre los pueblos. A contra vía, la
lectura que nos propone Aricó invita a cavilar las conquistas
nacional-populares fundamentalmente como un proceso de transformación social, por
eso, en los regímenes latinoamericanos se afianza el proyecto nacional-popular
en la medida en que la movilización social consigue avances en materia de
derechos sociales y libertades democráticas. Las pugnas nacional-populares,
son, ante todo, luchas contra el capital.
La impugnación y
la configuración de un relato de nación.
Antes de seguir,
es necesario decir que nos concentramos en la nación porque allí florece una
forma singular de condensación de la dominación capitalista y de las sinergias
transformadoras. Tanto Zavaleta como
Gramsci, piensan la nación como un proceso de condensación histórica: herencias
culturales, identidades y agencias. Distanciado de cualquier esencialismo y
sociologismos nacional, la narrativa nacional-popular se eleva como
configuración eminentemente política, a la luz de este argumento, no acudimos al
supuesto “vacío nacional”, la ausencia de unos valores y símbolos compartidos
que garanticen el “ser-colombiano”. Todo lo contrario, en las últimas décadas
hemos venido asistiendo a la configuración de la nación oligárquica, racista,
patriarcal y xenófoba, así como a una estructura económica neo-oligárquica en
asocio con el gran capital trasnacional.
Desde esta
perspectiva, sólo la dislocación de la nación oligárquica es la condición de
posibilidad del surgimiento de la nación popular, es decir, la impugnación de la
narrativa nacional por parte de los sectores populares se convierte en el
centro de disputa del conflicto social. Es la tensión entre una nación para los
de abajo o para los mega ricos, así pues, en la nación define la lógica y la
forma que toma el despliegue estatal, qué es asunto del Estado y qué no lo es.
Para el caso
colombiano y el ciclo de movilización[1]
que vivió Colombia durante casi 3 meses, y que se denominó Paro nacional. Fue un momento disruptivo sin precedentes, lo
que inició como un rotundo rechazo a la reforma tributaria (reforma que no
tenía otra intención más que recargar la crisis sobre los sectores populares),
se transformó en un punto de no retorno.
En palabras de Zavaleta
En las calles atiborradas
de manifestantes se hizo evidente la formación de una conciencia nacional:
miles de personas en todo el país coreando el himno y vistiendo la camiseta de
la selección nacional mostraban que la nación reaccionaria y elitista estaba
siendo retada. El cuestionamiento al monopolio valorativo y la crisis de legitimación
de las elites y la fuerza pública está íntimamente asociada a una generalizada crisis
ética y moral.
El pasado 20 de
julio del 2021 (día en que las elites se jactan de su patriotismo, reivindicando
su ser nacional por medio de desfiles militares, mostrando su poderío
armamentístico, así como alardeando de la masculinidad hegemónica que hace gala
de los cuerpos heteronormados) tuvieron que conformarse con ubicarse al margen
del sentir nacional-popular. Un sentir nacional desde abajo, mostrando la
diversidad cultural compleja y conflictiva propia de sociedades
multisocietales. En el fondo era un reclamo generalizado de la sociedad
colombiana por una re-estructuración del andamiaje nacional profundamente oligarquizado
en el que aún perviven rasgos coloniales.
Pero el proyecto
nacional-popular siempre es arrastrado por un sector del movimiento social, que
se define en la contingencia política, nunca a priori. Zavaleta para estudiar
la revolución de 1952 y la conformación del proyecto nacional-popular lo hace
por medio de la centralidad proletaria, esto es, un sujeto colectivo que
propone un horizonte amplio y universalista. En Colombia, el sujeto que
encontramos arrastrado y sosteniendo las bases de un incipiente proyecto
nacional-popular son los sectores que han quedado al margen de la nación, como
ciudadanos de segunda categoría. Podríamos dividirlos en 3 sectores: 1) sector
de los cuidados: mujeres racializadas e inmigrantes; 2) jóvenes no-universitario
que terminan conformando las primeras líneas; 3) habitantes de calle,
trabajadores informales e indígenas.
Precisamente
estos, los sectores más perjudicados en la lógica de un capitalismo neoliberal
y transnacional, son los que viene rechazando la globalización gran
empresarial, que se agudiza ante la crisis de la reproducción social del
capital durante la pandemia: condiciones de difícil acceso a la universidad
pública producto de la privatización y estancamiento social. Todos comparten la
sensación de ausencia de certezas en la cotidianidad de sus vidas. Acá hay una
idea clave para pensar el proyecto nacional-popular. Los cambios o variaciones
en la fisionomía del capital tienen impactos en la articulación de un bloque
nacional-popular, pensemos, por ejemplo, en el impacto de los procesos tardíos
de proletarización o de abigarramiento de nuestra matriz productiva, que
termina otorgándole un papel central a los movimientos campesinos sobre el
proletario moderno.
No es casual, a
nuestro entender, que la discusión política e intelectual sobre la nación se
haya reactivado en momentos de pérdida de legitimidad del proyecto neoliberal y
sus implicaciones en la creciente internacionalización de las economías
nacionales: el crecimiento de las IDE, la injerencia de las entidades
financieras internacionales sobre la economía nacional, el aumento de la política
extractivista, junto al auge del capital extranjero en sectores neurálgicos de
las economías nacionales. Al mismo tiempo se produce en el terreno de las
ciencias sociales una vasta bibliografía sobre la globalización: Ulrich Beck;
(2008); Z. Bauman (1988) y Toni Negri; (2000). Todos ellos compartían una
sensación común respecto a la pérdida de la centralidad política por parte del Estado
y de la necesidad de exiliarse del terreno estatal para pensar la acción
político-estratégica.
Los sectores
sociales marginados recién mencionados han fungido como polo aglutinante,
logrando sentar un andamiaje político-conceptual para pensar un proyecto nacional-popular,
esto es posible gracias a su capacidad forjar una voluntad colectiva nacional,
trazando un proyecto democrático como autodeterminación de las masas. Cuando
hacemos referencia al momento constitutivo, siguiendo a Zavaleta
Para el caso colombiano,
esto se hizo evidente posterior a la salida del proyecto de ley de la reforma
tributaria del congreso de la república, producto de la movilización social. La
ciudadanía no dejó de protestar en las calles, el descontento social no se
redujo a simples demandas particulares, demandaban la construcción de una nueva
forma Estado y de la configuración de una nación en clave de las mayorías
sociales.
Los diversos
sectores sociales movilizados en Colombia, contrario a lo que se menciona desde
las izquierdas vanguardistas, razonan, producen conocimiento social[2] situado, no son
marionetas movidas por la inevitabilidad histórica, reflexionan sobre la
coyuntura. Las sociedades se mueven y producen conocimiento, teorizan en la
práctica sobre la comunidad nacional, crean nuevas formas de asociatividad. Me
refiero, por ejemplo, a las distintas asambleas populares departamentales y
nacionales que se crearon en el marco del paro nacional. Poniendo en evidencia
el deseo generalizado de modificar la estructura de poder y responder a la
crisis de los órganos de representación democrática. Cuando hablamos de
conocimiento y conceptualización social nos referimos también a hechos como la
organización endógena del movimiento social.
El Paro Nacional
evidenció el profundo atraso político de las centrales obreras para leer la
coyuntura, sus demandas y sus agencias. Sus formas organizativas estuvieron muy
lejos de comprender el momento político por el que atravesábamos. El contraste
generacional se hizo notable, la apertura a nuevas formas de movilización, convocatoria
y de militancia hace parte de las lecciones políticas y los acumulados
históricos del movimiento social.
El paro nacional
representó también un esfuerzo social por redificar condiciones intelectuales de
posibilidad para la transformación nacional: los desplazamientos teóricos son
en sí mismos desplazamientos en el terreno político. El movimiento
nacional-popular aporta saberes, lecciones y modulaciones para pensar la
subversión de relaciones de dominación, la constitución de sujetos populares,
su capacidad de articulación de sectores diversos en el proceso constituyente
de nación. Engendrando investigación y práctica teórica al indagar sobre las
sinergias sociales y su articulación más allá de la lógica del capital.
Bibliografía
Aricó, J. (2010). Marx y América Latina. Buenos Aires: FCE.
Linera, G. Á.
(2013). Democracia Estado Nación. La Paz-Bolivia.: Vicepresidencia del
Estado Plurinacional.
Zavaleta, R. M.
(2009). La autodeterinación de las masas. Bogotá: CLACSO.
Zavaleta, R. M.
(2021). Horizonte de Visibilidad. Barcelona: Traficantes de sueños y
Sylone editorial.
[1] Rehusamos a
utilizar el término ya muy difundido de estallido social, a nuestro entender,
este término concibe el proceso movilizatorio como un acontecimiento a-histórico.
Nosotros, por el contrario, a pesar de que reconocemos el carácter inédito del
paro nacional por sus alcances y su perdurabilidad, lo pensamos como un
acumulado histórico; de agudización de las contradicciones políticas y
económicas del régimen neoliberal, y no como un hecho acontecimental que parte
la historia en dos.
[2] Término
utilizado por René Zavaleta en su texto:
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