Sara Natalia Quiroga Vargas
Una
vez más, el cuerpo es el centro de la reflexión en el eje de la política.
Ante el dolor propio, el sufrimiento ajeno y la violencia normativa de carácter
patriarcal, fue que se empezó a reconocer lo invivible que resulta ser y vivir
en una sociedad que no se incomoda con el dolor y sufrimiento de los sujetos
que -según sus propias expectativas y experiencias- se perciben fuera de los
parámetros heteronormativos.
Hemos
visto cómo en estos últimos veinte años se han desatado nudos teóricos que
antes representaban un constreñimiento conceptual, que terminaba confundiéndonos
y, más bien, desvinculándonos de todo esfuerzo por entender las lógicas de las
nuevas identidades. Es por ello, y mucho más, que rescatamos el trabajo de
Judith Butler, académica estadounidense cuyas teorías de la
naturaleza performativa del género y el sexo han sido influyentes dentro de la
filosofía contemporánea, generando un impacto político de corte radical.
Butler y sus aportes han protagonizado un debate filosófico tan profundo que su
teoría política resulta ser un proyecto cultural, en donde vamos a escuchar
constantemente sobre la teoría queer, que viene siendo una invitación
“obligada” a replantear la absolutización de las normas y la relativización de
la ética y la moral.
Para empezar, Butler expone en su obra más conocida, Gender Trouble:
Feminism and the Subversion of Identity (1990) y su secuela Bodies That Matter: On
the Discursive Limits of 'Sex' (1993), una suposición cultural/teórica
que en breve significa que el género se construye socialmente –es el resultado
de la socialización ampliamente concebida-. En lugar de ser una cuestión innata
del mismo ser y de las nociones convencionales de género y sexualidad que sirven para perpetuar la dominación tradicional.
Tal vez, la mayor virtud de la propuesta butleriana se halle
en la apertura de conciencia que nos invita a ver más allá de los carbones
cubiertos por unas manos desnudas y conseguir que, al abrirlas, aparezcan
diamantes. Y es que Butler no suprime el
sujeto, ni tampoco nos refiere a él desde un sentido más ilustrado, lo que hace
Butler es rastrear “las condiciones de su formación -del sujeto-, así como de
sus modos y capacidad de acción que le permite el propio proceso de producción”[1].
Consientes ahora de este cuestionamiento, podremos adéntranos en lo profundo de
su teoría.
Parece ser que Butler toma
distancia de la construcción del sujeto por una razón identificable y es que
este dualismo (construcción-subjetividad) puede presentarse como una serie de
conceptos antitéticos superpuestos parcialmente en el proceso de materialización[2].
Es decir, no es posible establecer la prioridad temporal o lógica entre la
subjetividad y la construcción, sino que ambas se dan conjuntamente en un
proceso de reiteración de normas dentro de un sistema patriarcal. Esta es razón
para que la intelectual, a través de una serie de reflexiones radicales,
conduzca su teoría por la senda de la reconstrucción.
Las
afirmaciones de la filósofa judeo-estadounidense suponen una propuesta y descripción
epistemológica de la materia. La historiadora Sara Salih afirma que “esto no
significa que no exista tal cosa como el cuerpo material, sólo que
únicamente
podemos aprehender esa materialidad a través del discurso.” Básicamente, la
materia nos es comprensible y tratable si lo entendemos desde el lenguaje[3].
“Admitir el carácter
innegable del sexo o su materialidad siempre es admitir cierta
versión del sexo, cierta formación de la materialidad (…) Afirmar
que el discurso es formativo no equivale a decir que origina, causa o compone
exhaustivamente aquello que concede; antes bien, significa que no hay ninguna
referencia a un cuerpo puro que no sea al mismo tiempo una formación adicional
de ese cuerpo.” Butler, J., Cuerpos que importan, p. 31.
En breve, lo que nos
interesa remarcar es que la reconstrucción será la clave para acceder a las entrañas del proceso de materialización donde
se halla la arena política por el reconocimiento de los cuerpos, de nuestros
cuerpos. Entonces, ¿a través de qué normas reguladoras se materializa el género
y el sexo? Una pregunta que, partiendo de la materialidad, nos introduce en los
difíciles senderos del lenguaje – otra de sus tesis fundamentales-.
Es esta contingencia en la teoría de la norteamericana la que
abre un infinito abanico de posibilidades de ser y de existir. En los últimos
treinta años han sido visibles otros sujetos y la agencia de ellos en la
sociedad ha sido acogida por algunas ramas del feminismo. Es así que autoras
como Nancy Fraser afirman que la nueva ola -del feminismo- gira sobre la
'reproducción social', ya que se ha abandonado ese feminismo liberal que,
parafraseando a Fraser, “sólo tiene paradojas que ofrecer”. Este debate
contemporáneo, insisto, es de carácter radical y debe entenderse de forma no
excluyente y derivado necesariamente de una nueva visión de la política como el
campo fructífero de redefinición constante del debate y la praxis feminista. Ya
que no hay posibilidad de cambio real sin una nueva manera de entender la
subjetividad, abierta, frágil, inestable, extraña (“queer”).
Referencias.
Butler, J., Cuerpos que importan. Sobre los límites
materiales y discursivos del “sexo”, Barcelona, Paidós, 2002. Traducción de
Alcira Bixio.
[1] Burgos,
E., Qué cuenta como una vida, p. 236
[2] El proceso de materialización es aquel que vincula
materialidad con performatividad y que además aporta inteligibilidad,
significado a aquello que forma, delimita y moldea. Para ver más sobre el “proceso de materialización” ver “Cuerpos que importan” (1996)
y “Deshacer el género” (2004).
[3] Butler, J. (2004). Lenguaje, poder
e identidad. Editorial Síntesis.
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