Por: Santiago Pulido Ruiz
“No hay insulto más grosero o calumnia más infame contra la clase obrera de que las controversias teóricas son sólo una cuestión para “académicos” (…) Toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento teórico” Rosa Luxemburgo en Reforma o Revolución (1898).
La huelga de masas y la autoemancipación en la teoría revolucionaria
Hace más de 114
años, Rosa Luxemburgo publicó por primera vez Huelga de masas, partido y sindicatos. Aquel texto, de
aproximadamente 73 páginas, lo dedicó a reflexionar en torno a la huelga
general, la lucha de masas y la “espontaneidad” de la acción política revolucionaria.
Allí propone un dilema un tanto sencillo: “o bien el proletariado en su
conjunto no dispone todavía ni de organización ni de fondos considerables –y
entonces no puede realizar la huelga general-, o bien los obreros están lo
suficientemente organizados como para no tener necesidad de la huelga general”.
Con esto, entró en
discusión con tres posturas político-organizativas que intentaban destacar
durante el estallido social de la Revolución Rusa de 1905: en primer lugar, con
la lectura anarquista del <<movimiento
ofensivo>>, la <<acción
directa>> y la <<tendencia
revolucionaria>> en sentido estrecho; segundo, con la <<routine parlamentaria>> de la
socialdemocracia y su intento de resolver los conflictos sociales en los tiempos
e instancias del Estado constituido; tercero, con la estrategia sindical y su
vocación de posponer los procesos de transformación hasta que “existiesen
mejores condiciones de organización”.
A contrapelo, Rosa
no concibe la acción política y la huelga general como un esquema rígido y
vacío, según el plan meticuloso de la más alta instancia sindical o la
conspiración de una minoría revolucionaria. Por el contrario, ella ve en la
huelga de masas “un fragmento de vida real hecho de carne y de sangre que no se
puede separar del medio revolucionario”
Es decir, no habría
contradicción alguna entre: i. el
carácter económico o político de la huelga, pues este sería definido por las
mismas condiciones de la lucha social; ii.
el carácter espontáneo de la huelga general de masas y la redificación de una
dirección revolucionaria, pues ambas se constituirían dialécticamente y estarían
refrendándose con permanencia.
Sin embargo, esta
conclusión no agotó por sí sola la problematización. De inmediato, la
circulación de dicho “dilema” (pues en realidad era un falso dilema entre
anarquistas y sindicatos) generó múltiples reacciones y controversias en el
amplio y diverso campo de las izquierdas.
Huelga de masas, … no solo representó un esclarecimiento político-estratégico
y/o teórico-conceptual, también constituyó un remezón en las fuerzas políticas
y sociales de izquierda que veían la lucha de masas o como un movimiento de
anarquía, sin dirección ni horizonte emancipatorio (según la lectura sindical)
o como una decisión burocrática, antirrevolucionaria y tardía (según la lectura
anarquista).
Las reacciones a
esta falsa disyuntiva drenaron prontamente de la dimensión político-teórica al
plano de lo personal, en perjuicio claramente de Rosa. El cruce de ideas se
descompuso, para entonces, en persecución y cancelación política. Las críticas
de Rosa sembraron desconcierto en la dirección sindical de aquel tiempo, tanto
así que su única respuesta, a la pluma demoledora de la revolucionaria polaca,
fue solicitar al partido socialdemócrata la destrucción inmediata de la primera
edición de Huelga de masas….
Ya en su segunda
edición, Rosa percibía muy difuso y en descomposición el panorama general de la
revolución rusa de 1905. Sumado a ello, venía de una desilusión generalizada
con la socialdemocracia rusa. Esta situación de evidente desánimo político se
transformó, rápidamente, en una renovación y revitalización de la teoría y
estrategia en el pensamiento político marxista. Ahí surge su interés genuino de
pensar con mayor rigor el fenómeno del “espontaneísmo” de masas.
Rosa observó, tras
la experiencia rusa de inicios del siglo XX, que la emergencia del movimiento social
en las calles es la respuesta inmediata –organizada o no- a las tensiones sociales.
La idea de huelga de masas constituía
una pieza conceptual clave en la teoría revolucionaria para leer e interpretar el
desarrollo de los movimientos sociales y su capacidad para construir sus
propias formas organizativas y representativas. Formas que, desde luego, no
concibe la clásica teoría del partido y la revolución del marxismo ortodoxo.
Sin embargo, huelga de masas no rompe con la
constelación categorial de Marx, como sugerían algunos marxistas ortodoxos. Por
el contrario, esta idea, podríamos afirmar, es una prolongación de la tesis
marxista de la revolución socialista como autoemancipación
de lxs oprimidxs. Rosa, en sentido estricto, termina de cristalizar una
estrategia político-concreta a la noción marxista de masas y revolución.
Recordemos que, para Marx, “autoemancipación y revolución [son] dos caracteres
inseparables de la lucha proletaria”
Para el Marx de
los escritos siguientes al 48, la revolución vendría del canto del gallo galo (en referencia a la clase
obrera francesa), es decir, debía ser producto y obra de la clase trabajadora
organizada y no exclusivamente de una dirección partidista. Marx cree, además, que
la revolución permanente hace
efectiva la toma del poder por parte del proletariado. “El poder instalado por
esta revolución autoemancipadora … no
podía ser más que <<esencialmente un
gobierno de la clase obrera>>, un <<gobierno del pueblo por el
pueblo>>, [y] <<la recuperación por el pueblo y para el pueblo de
su propia vida social>>”
De modo tal que lo fundamental en la teoría revolucionaria, tanto de Marx como de Rosa, es el movimiento de autoliberación de lxs trabajadorxs. Las transformaciones sociales, para estos autores, no se decretan ni dictan <<desde arriba>>, por medio de comités ejecutivos o una dirección partidista que llame a la conciliación de clases, tampoco son el resultado de un activismo acelerado por parte de una minoría ilustrada o revolucionaria. La huelga de masas demuestra, precisamente, que las clases trabajadoras y populares, en un determinado momento histórico, deciden dejar de ser el producto y objeto de la historia para convertirse en sujetos y productores de la misma.
El paro nacional colombiano como huelga de masas.
Aclarada
sutilmente la elaboración conceptual y el contexto de la categoría Huelga de masas, vale la pena
preguntarse: qué aportes podrían desprenderse de la interpretación
luxemburguista de la huelga general de 1905 para el actual contexto colombiano
de movilización. En primer lugar, para evitar caer en anacronismos nostálgicos,
diremos que la vigencia es fundamentalmente teórica y estratégica. Pues Rosa Luxemburgo
nos ayuda a comprender que el tiempo de crisis política de la clase social dominante
abre una perspectiva de transformación social permanente y de largo plazo en un
escenario de estancamiento democrático.
Entender,
entonces, el Paro Nacional colombiano como huelga
de masas ayuda a desbloquear la falsa dicotomía que han engendrado sectores
de la izquierda institucional y la burocracia sindical del Comando Nacional de Paro[2]
entre conquistas institucionales inmediatas o “desaprovechamiento político” del
estallido social. Para las directivas del CNP y algunos sectores de la
izquierda institucional, el Paro Nacional debía conducir a la conformación de
una mesa de negociación con el gobierno Duque que, mientras garantizaba su
gobernabilidad, reajustaba puntos de la agenda nacional. Razón por la cual era
necesario crear un ambiente de movilización sostenida, para luego pactar un
acuerdo fundamental desde arriba.
Todo esto tendría como telón de fondo el escenario electoral del 2022.
Sin embargo, tanto
la izquierda institucional como la burocracia sindical ignoró, por un lado, el
carácter antidemocrático del régimen político y el cierre institucional ante el
intento de negociación y conciliación de clases, por otro lado, subestimó el
desencadenamiento de la rebelión social por parte de sectores populares.
El CNP apostó,
desde un principio, por jornadas de movilización reivindicativas de su pliego
de emergencia, pero “todo eso hizo
agua con la rebelión social desatada el 28 de abril. Para ese momento, ya no se
trataba solo de las pretensiones no atendidas contenidas en el pliego de
peticiones del 21 de noviembre de 2019 ... La maduración alcanzada por el conjunto
de conflictos y contradicciones … derivó en nueva calidad de interpelación
generalizada al orden social vigente”
En la práctica, el
Paro Nacional representó un exceso social al intento de canalización sindical y
contención estatal. El 28 de abril,
con el acumulado de otras jornadas de protesta, creó las condiciones sociales suficientes
para dar el paso definitivo de la lucha corporativa o meramente económica (en
contra del paquetazo neoliberal) a la lucha ético-política (contra el régimen
político-económico neoliberal y por un gobierno del pueblo). Dicho de otro
modo, lo que durante un tiempo llamamos Paro Nacional o estallido social
representó, en sentido estricto, una huelga de masas que, con rapidez, concilió
y escaló lo económico en lo político.
Rosa Luxemburgo
recuerda en Huelga de masas…que todo
proceso de lucha social, cuando se radicaliza, asume ese doble carácter: es político
y, al mismo tiempo, económico. Pues bien, el proceso de movilización en
Colombia puso en cuestión, primero, el sistema económico de desigualdad e
injusticia social sostenido y agudizado por el gobierno, por lo tanto, dirige
sus consignas contra la explotación capitalista y las reformas neoliberales;
segundo, ubicó su contradicción política fundamental contra el régimen de
Estado existente, de tal forma que el síntoma social de lo insoportable no solo
radica en la redistribución económica de los recursos nacionales, sino que
también existe un malestar estructural con el modelo político, con un proyecto
político anti-popular y anti-empleo.
Tal situación no
era esperada por el CNP, quien, después de la negativa del gobierno a negociar,
resolvió la intentona por la “transformación nacional” por la vía
parlamentaria. En contraste, el movimiento social y popular sostuvo el llamado
a la movilización y a la organización subalterna y popular. Siguió reinventado
-a pesar del reflujo movilizatorio- múltiples escenarios de confluencia y
organización, tal como la Asamblea Nacional Popular, que demuestran un grado de
heterogeneidad muy superior al de las facciones partidistas y centrales
sindicales.
Sin embargo, no
afirmamos con esto que la ANP constituya por ahora una dirección
revolucionaria, pues su conformación se da en el periodo de mayor reflujo
movilizatorio. Obedece, más bien, al intento de dejar una estructura
organizativa mínima en la cual reagrupar fuerzas, sin construir,
necesariamente, una dirección revolucionaria. Por otro lado, tampoco sugerimos
que se deba romper con la estructura sindical. Pues, continuando con las
brillantes conclusiones de Rosa, un proceso convergente y de poder social
constituyente debe restablecer la “relación natural … entre el movimiento obrero
en su conjunto y su aparente división”
Por otra parte,
los jóvenes, incuestionables protagonistas del Paro, deben realizar un balance
autocrítico de su papel. Sobre todo, en las últimas jornadas, cuando
pretendieron servir de resorte y vanguardia ante el evidente reflujo de la
movilización. Pues, como recuerda Rosa, el mero activismo voluntarista no sirve
ni de motor ni de gasolina de la huelga de masas y del estallido social. Como
se demostró, la toma o distintas acciones impulsadas por jóvenes, aunque
valiosas, intentaron prolongar artificialmente lo inevitable: el descenso de
las movilizaciones. Se debe recordar siempre que la alternativa a la burocracia
sindical y su lucha económico-institucional no puede resguardarse en un
vanguardismo voluntarista de quienes, en nombre del movimiento, desarrollan
acciones que no guardan relación ni con el momento político ni con el estado de
ánimo de las masas.
En suma, tanto los
que utilizaron la huelga de masas para conformar mesas de negociación o aceitar
aspiraciones electorales, como quienes a pesar del reflujo continuaron con
medidas de hecho que ya no contaban con el apoyo popular, instrumentalizaron el
estallido espontáneo de la gente y, a su manera, contribuyeron a su
debilitamiento. Unos y otros desconfiaron de las masas, por eso buscaron
caminos distintos, usaron el movimiento para catapultar sus pequeños
propósitos. Ambos sectores
actuaron hacia afuera en nombre del Paro y el movimiento, autodefiniéndose como
sus representantes y verdaderos guardianes.
Recordemos, para
ir finalizando, que toda huelga de masas
contribuye a la ampliación del horizonte intelectual del proletariado, de su
conciencia de clase y de su energía social para la acción. La Huelga de masas es un proceso de largo
plazo, de agotamiento y estallido espontáneo, siempre esquivo, espinoso, no
pronosticable ni decretable. Y los tres meses de estallido social han sido
precisamente eso: un medidor de la evanescencia revolucionaria. De forma tal
que debe dialectizarse una y otra vez la lectura concreta de la lucha de
clases.
El carácter de la
organización, al igual que la evolución histórica del capitalismo, no sigue
líneas rectas y uniformes, sino recorridos caprichosos. La condición abigarrada
del Estado capitalista configura circunstancias de lucha, organización y
representación también abigarradas. En ese contexto, explosiones neurálgicas,
como la que atraviesa Colombia desde el 28 de abril, maduran situaciones
revolucionarias, pueden, eventualmente, compensar los retardos, corregir
desigualdades y, de golpe, transformar el progreso social.
Transcurridos algunos meses después del Paro Nacional, la huelga de masas no ha constituido aún una dirección revolucionaria. Queda pendiente desarrollar los límites de la espontaneidad del estallido social y el por qué la dialéctica de los acontecimientos no condujo a la construcción de tal dirección. Hasta el momento, a septiembre del 2021, el Paro Nacional parece haber entrado en un relativo reflujo. La huelga de masas agotó su papel como medidor de fuerzas. El paso al levantamiento general del pueblo aún parece lejano, “El episodio proletario no ha recomenzado aún. La escena permanece provisoriamente vacía”.
Bibliografía
Estrada, J. (2021). La rebelión social como producción de poder y la
perspectiva política. Revista Izquierda Colombia, 53-63.
Löwy, M. (2014). La Teoría de la
Revolución en el Joven Marx . Asia Pacific Offset Ltd., China: Editorial
Ocean Sur.
Luxemburgo, R. (2015). Huelga de masas, partido y sindicatos. (1906). En R. Luxemburgo, Rosa Luxemburgo. Textos escogidos. (págs. 276-349). China: Biblioteca marxista; Ocean Sur.
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