Por: Santiago Pulido Ruiz 

“No hay insulto más grosero o calumnia más infame contra la clase obrera de que las controversias teóricas son sólo una cuestión para “académicos” (…) Toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento teórico” Rosa Luxemburgo en Reforma o Revolución (1898).

La huelga de masas y la autoemancipación en la teoría revolucionaria

Hace más de 114 años, Rosa Luxemburgo publicó por primera vez Huelga de masas, partido y sindicatos. Aquel texto, de aproximadamente 73 páginas, lo dedicó a reflexionar en torno a la huelga general, la lucha de masas y la “espontaneidad” de la acción política revolucionaria. Allí propone un dilema un tanto sencillo: “o bien el proletariado en su conjunto no dispone todavía ni de organización ni de fondos considerables –y entonces no puede realizar la huelga general-, o bien los obreros están lo suficientemente organizados como para no tener necesidad de la huelga general”. (Luxemburgo, 2015, pág. 277)

Con esto, entró en discusión con tres posturas político-organizativas que intentaban destacar durante el estallido social de la Revolución Rusa de 1905: en primer lugar, con la lectura anarquista del <<movimiento ofensivo>>, la <<acción directa>> y la <<tendencia revolucionaria>> en sentido estrecho; segundo, con la <<routine parlamentaria>> de la socialdemocracia y su intento de resolver los conflictos sociales en los tiempos e instancias del Estado constituido; tercero, con la estrategia sindical y su vocación de posponer los procesos de transformación hasta que “existiesen mejores condiciones de organización”.

A contrapelo, Rosa no concibe la acción política y la huelga general como un esquema rígido y vacío, según el plan meticuloso de la más alta instancia sindical o la conspiración de una minoría revolucionaria. Por el contrario, ella ve en la huelga de masas “un fragmento de vida real hecho de carne y de sangre que no se puede separar del medio revolucionario” (Luxemburgo, 2015, pág. 307). La Revolución Rusa le demostró que la huelga de masas es un “fenómeno tan fluido que refleja en sí todas las fases de la lucha política y económica, todos los estadios y… momentos de la revolución” (Luxemburgo, 2015, pág. 307).

Es decir, no habría contradicción alguna entre: i. el carácter económico o político de la huelga, pues este sería definido por las mismas condiciones de la lucha social; ii. el carácter espontáneo de la huelga general de masas y la redificación de una dirección revolucionaria, pues ambas se constituirían dialécticamente y estarían refrendándose con permanencia.

Sin embargo, esta conclusión no agotó por sí sola la problematización. De inmediato, la circulación de dicho “dilema” (pues en realidad era un falso dilema entre anarquistas y sindicatos) generó múltiples reacciones y controversias en el amplio y diverso campo de las izquierdas. Huelga de masas, … no solo representó un esclarecimiento político-estratégico y/o teórico-conceptual, también constituyó un remezón en las fuerzas políticas y sociales de izquierda que veían la lucha de masas o como un movimiento de anarquía, sin dirección ni horizonte emancipatorio (según la lectura sindical) o como una decisión burocrática, antirrevolucionaria y tardía (según la lectura anarquista). 

Las reacciones a esta falsa disyuntiva drenaron prontamente de la dimensión político-teórica al plano de lo personal, en perjuicio claramente de Rosa. El cruce de ideas se descompuso, para entonces, en persecución y cancelación política. Las críticas de Rosa sembraron desconcierto en la dirección sindical de aquel tiempo, tanto así que su única respuesta, a la pluma demoledora de la revolucionaria polaca, fue solicitar al partido socialdemócrata la destrucción inmediata de la primera edición de Huelga de masas….

Ya en su segunda edición, Rosa percibía muy difuso y en descomposición el panorama general de la revolución rusa de 1905. Sumado a ello, venía de una desilusión generalizada con la socialdemocracia rusa. Esta situación de evidente desánimo político se transformó, rápidamente, en una renovación y revitalización de la teoría y estrategia en el pensamiento político marxista. Ahí surge su interés genuino de pensar con mayor rigor el fenómeno del “espontaneísmo” de masas. 

Rosa observó, tras la experiencia rusa de inicios del siglo XX, que la emergencia del movimiento social en las calles es la respuesta inmediata –organizada o no- a las tensiones sociales. La idea de huelga de masas constituía una pieza conceptual clave en la teoría revolucionaria para leer e interpretar el desarrollo de los movimientos sociales y su capacidad para construir sus propias formas organizativas y representativas. Formas que, desde luego, no concibe la clásica teoría del partido y la revolución del marxismo ortodoxo.

Sin embargo, huelga de masas no rompe con la constelación categorial de Marx, como sugerían algunos marxistas ortodoxos. Por el contrario, esta idea, podríamos afirmar, es una prolongación de la tesis marxista de la revolución socialista como autoemancipación de lxs oprimidxs. Rosa, en sentido estricto, termina de cristalizar una estrategia político-concreta a la noción marxista de masas y revolución. Recordemos que, para Marx, “autoemancipación y revolución [son] dos caracteres inseparables de la lucha proletaria” (Löwy, 2014, pág. 209).

Para el Marx de los escritos siguientes al 48, la revolución vendría del canto del gallo galo (en referencia a la clase obrera francesa), es decir, debía ser producto y obra de la clase trabajadora organizada y no exclusivamente de una dirección partidista. Marx cree, además, que la revolución permanente hace efectiva la toma del poder por parte del proletariado. “El poder instalado por esta revolución autoemancipadora …  no podía ser más que <<esencialmente un gobierno de la clase obrera>>, un <<gobierno del pueblo por el pueblo>>, [y] <<la recuperación por el pueblo y para el pueblo de su propia vida social>>” (Löwy, 2014, pág. 211)[1].

De modo tal que lo fundamental en la teoría revolucionaria, tanto de Marx como de Rosa, es el movimiento de autoliberación de lxs trabajadorxs. Las transformaciones sociales, para estos autores, no se decretan ni dictan <<desde arriba>>, por medio de comités ejecutivos o una dirección partidista que llame a la conciliación de clases, tampoco son el resultado de un activismo acelerado por parte de una minoría ilustrada o revolucionaria. La huelga de masas demuestra, precisamente, que las clases trabajadoras y populares, en un determinado momento histórico, deciden dejar de ser el producto y objeto de la historia para convertirse en sujetos y productores de la misma.

El paro nacional colombiano como huelga de masas.

Aclarada sutilmente la elaboración conceptual y el contexto de la categoría Huelga de masas, vale la pena preguntarse: qué aportes podrían desprenderse de la interpretación luxemburguista de la huelga general de 1905 para el actual contexto colombiano de movilización. En primer lugar, para evitar caer en anacronismos nostálgicos, diremos que la vigencia es fundamentalmente teórica y estratégica. Pues Rosa Luxemburgo nos ayuda a comprender que el tiempo de crisis política de la clase social dominante abre una perspectiva de transformación social permanente y de largo plazo en un escenario de estancamiento democrático.

Entender, entonces, el Paro Nacional colombiano como huelga de masas ayuda a desbloquear la falsa dicotomía que han engendrado sectores de la izquierda institucional y la burocracia sindical del Comando Nacional de Paro[2] entre conquistas institucionales inmediatas o “desaprovechamiento político” del estallido social. Para las directivas del CNP y algunos sectores de la izquierda institucional, el Paro Nacional debía conducir a la conformación de una mesa de negociación con el gobierno Duque que, mientras garantizaba su gobernabilidad, reajustaba puntos de la agenda nacional. Razón por la cual era necesario crear un ambiente de movilización sostenida, para luego pactar un acuerdo fundamental desde arriba. Todo esto tendría como telón de fondo el escenario electoral del 2022.

Sin embargo, tanto la izquierda institucional como la burocracia sindical ignoró, por un lado, el carácter antidemocrático del régimen político y el cierre institucional ante el intento de negociación y conciliación de clases, por otro lado, subestimó el desencadenamiento de la rebelión social por parte de sectores populares.

El CNP apostó, desde un principio, por jornadas de movilización reivindicativas de su pliego de emergencia, pero “todo eso hizo agua con la rebelión social desatada el 28 de abril. Para ese momento, ya no se trataba solo de las pretensiones no atendidas contenidas en el pliego de peticiones del 21 de noviembre de 2019 ... La maduración alcanzada por el conjunto de conflictos y contradicciones … derivó en nueva calidad de interpelación generalizada al orden social vigente” (Estrada, 2021, pág. 56).

En la práctica, el Paro Nacional representó un exceso social al intento de canalización sindical y contención estatal. El 28 de abril, con el acumulado de otras jornadas de protesta, creó las condiciones sociales suficientes para dar el paso definitivo de la lucha corporativa o meramente económica (en contra del paquetazo neoliberal) a la lucha ético-política (contra el régimen político-económico neoliberal y por un gobierno del pueblo). Dicho de otro modo, lo que durante un tiempo llamamos Paro Nacional o estallido social representó, en sentido estricto, una huelga de masas que, con rapidez, concilió y escaló lo económico en lo político.

Rosa Luxemburgo recuerda en Huelga de masas…que todo proceso de lucha social, cuando se radicaliza, asume ese doble carácter: es político y, al mismo tiempo, económico. Pues bien, el proceso de movilización en Colombia puso en cuestión, primero, el sistema económico de desigualdad e injusticia social sostenido y agudizado por el gobierno, por lo tanto, dirige sus consignas contra la explotación capitalista y las reformas neoliberales; segundo, ubicó su contradicción política fundamental contra el régimen de Estado existente, de tal forma que el síntoma social de lo insoportable no solo radica en la redistribución económica de los recursos nacionales, sino que también existe un malestar estructural con el modelo político, con un proyecto político anti-popular y anti-empleo. 

Tal situación no era esperada por el CNP, quien, después de la negativa del gobierno a negociar, resolvió la intentona por la “transformación nacional” por la vía parlamentaria. En contraste, el movimiento social y popular sostuvo el llamado a la movilización y a la organización subalterna y popular. Siguió reinventado -a pesar del reflujo movilizatorio- múltiples escenarios de confluencia y organización, tal como la Asamblea Nacional Popular, que demuestran un grado de heterogeneidad muy superior al de las facciones partidistas y centrales sindicales. 

Sin embargo, no afirmamos con esto que la ANP constituya por ahora una dirección revolucionaria, pues su conformación se da en el periodo de mayor reflujo movilizatorio. Obedece, más bien, al intento de dejar una estructura organizativa mínima en la cual reagrupar fuerzas, sin construir, necesariamente, una dirección revolucionaria. Por otro lado, tampoco sugerimos que se deba romper con la estructura sindical. Pues, continuando con las brillantes conclusiones de Rosa, un proceso convergente y de poder social constituyente debe restablecer la “relación natural … entre el movimiento obrero en su conjunto y su aparente división” (Luxemburgo, 2015, pág. 347). Tal rearticulación no acontece en el vacío: tanto el mundo sindical, representado en el CNP, como el movimiento social, agrupado en la ANP, deben hacer de la huelga de masas un verdadero movimiento popular que arrastre a la batalla a las capas más amplías del proletariado.

Por otra parte, los jóvenes, incuestionables protagonistas del Paro, deben realizar un balance autocrítico de su papel. Sobre todo, en las últimas jornadas, cuando pretendieron servir de resorte y vanguardia ante el evidente reflujo de la movilización. Pues, como recuerda Rosa, el mero activismo voluntarista no sirve ni de motor ni de gasolina de la huelga de masas y del estallido social. Como se demostró, la toma o distintas acciones impulsadas por jóvenes, aunque valiosas, intentaron prolongar artificialmente lo inevitable: el descenso de las movilizaciones. Se debe recordar siempre que la alternativa a la burocracia sindical y su lucha económico-institucional no puede resguardarse en un vanguardismo voluntarista de quienes, en nombre del movimiento, desarrollan acciones que no guardan relación ni con el momento político ni con el estado de ánimo de las masas.    

En suma, tanto los que utilizaron la huelga de masas para conformar mesas de negociación o aceitar aspiraciones electorales, como quienes a pesar del reflujo continuaron con medidas de hecho que ya no contaban con el apoyo popular, instrumentalizaron el estallido espontáneo de la gente y, a su manera, contribuyeron a su debilitamiento. Unos y otros desconfiaron de las masas, por eso buscaron caminos distintos, usaron el movimiento para catapultar sus pequeños propósitos.             Ambos sectores actuaron hacia afuera en nombre del Paro y el movimiento, autodefiniéndose como sus representantes y verdaderos guardianes.   

Recordemos, para ir finalizando, que toda huelga de masas contribuye a la ampliación del horizonte intelectual del proletariado, de su conciencia de clase y de su energía social para la acción. La Huelga de masas es un proceso de largo plazo, de agotamiento y estallido espontáneo, siempre esquivo, espinoso, no pronosticable ni decretable. Y los tres meses de estallido social han sido precisamente eso: un medidor de la evanescencia revolucionaria. De forma tal que debe dialectizarse una y otra vez la lectura concreta de la lucha de clases.

El carácter de la organización, al igual que la evolución histórica del capitalismo, no sigue líneas rectas y uniformes, sino recorridos caprichosos. La condición abigarrada del Estado capitalista configura circunstancias de lucha, organización y representación también abigarradas. En ese contexto, explosiones neurálgicas, como la que atraviesa Colombia desde el 28 de abril, maduran situaciones revolucionarias, pueden, eventualmente, compensar los retardos, corregir desigualdades y, de golpe, transformar el progreso social.

Transcurridos algunos meses después del Paro Nacional, la huelga de masas no ha constituido aún una dirección revolucionaria. Queda pendiente desarrollar los límites de la espontaneidad del estallido social y el por qué la dialéctica de los acontecimientos no condujo a la construcción de tal dirección. Hasta el momento, a septiembre del 2021, el Paro Nacional parece haber entrado en un relativo reflujo. La huelga de masas agotó su papel como medidor de fuerzas. El paso al levantamiento general del pueblo aún parece lejano, “El episodio proletario no ha recomenzado aún. La escena permanece provisoriamente vacía”.

Bibliografía

Estrada, J. (2021). La rebelión social como producción de poder y la perspectiva política. Revista Izquierda Colombia, 53-63.

Löwy, M. (2014). La Teoría de la Revolución en el Joven Marx . Asia Pacific Offset Ltd., China: Editorial Ocean Sur.

Luxemburgo, R. (2015). Huelga de masas, partido y sindicatos. (1906). En R. Luxemburgo, Rosa Luxemburgo. Textos escogidos. (págs. 276-349). China: Biblioteca marxista; Ocean Sur.


[1] Citando a: <<Premier essai de rédation>> p. 212.

[2] En adelante CNP.

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