Se ha instalado, recientemente, en sectores alternativos y de la izquierda colombiana una disyuntiva frente al escenario último de la legitimidad de las protestas sociales y el paro nacional. Por un lado, los sectores populares -activamente movilizados- han encontrado, en este momento inédito de la historia de las protestas sociales, la posibilidad real de imaginar y construir una nueva república popular que transforme el régimen polÃtico dependentista y oligárquico que han fundido las élites criollas. Por otra parte, sectores polÃticos -ligados sobre todo a una izquierda institucional y sindical- abogan por una salida negociada y condicionada del conflicto social-nacional.
En dicha disyuntiva, ha surgido un fuerte cuestionamiento a quienes insisten en negociar –como supuestos representantes de la indignación social- con el gobierno nacional, haciendo abstracción de las expresiones populares en la calle. Expresiones que, en la práctica, se organizan democráticamente para manifestar una voluntad popular. Sin embargo, cierta izquierda institucional1 como los Comandos Sindicales ignoran esta voluntad, descalificándola de “espontaneÃsta” y carente de organización para entablar diálogos institucionales.
Por otro lado, se ha visto cómo sectores de la izquierda regional han visto en el impasse nacional la posibilidad de arrancar conquistas sociales y populares necesarias y urgentes para los territorios. Por lo cual es importante cuestionarse: ¿existe contradicción alguna entre las reivindicaciones del orden nacional y regional? ¿Cómo se puede pensar una apuesta nacional desde los territorios que logre victorias reales para las regiones sin perder el alma ni departamentalizar el conflicto?
Veamos en este sencillo artÃculo una propuesta de análisis para pensar, en primer lugar, algunas caracterÃsticas de la crisis polÃtica nacional y su derivación en crisis de representatividad; en segundo momento, la tensión productiva, al interior de las izquierdas, entre proyectos polÃticos nacionales y regionales.
Asambleas populares frente a la crisis polÃtica neoliberal.
El contexto polÃtico nacional, podrÃa asegurarse desde la Ciencia PolÃtica, ha sido analizado desde una doble perspectiva: por un lado, algunos aseguran que el paro nacional representa un desafÃo polÃtico a las instituciones del Estado y que, por lo tanto, se debe tramitar y agenciar las exigencias ciudadanas por medio de una negociación. Desde esta visión procedimental del sistema polÃtico, hay un reconocimiento último del conflicto y antagonismo social, pero, finalmente, dicha “anormalidad” debe ser corregida por el orden polÃtico e institucional existente. En esta lÃnea se encuentran quienes entienden las causas explicativas del conflicto social, pero, se abstienen de ir más allá del orden polÃtico vigente. Es decir, se niegan a agudizar dichas causas, minimizando y achatando, en consecuencia, el horizonte estratégico del movimiento.
Una segunda interpretación, que articula múltiples visiones de sociedad, considera que este momento inédito requiere salidas inéditas. Esta concepción profundamente democrática, no se niega al diálogo ni a la representación, es más, su apuesta final es una representación colectiva a través de diálogos populares y desde abajo. No obstante, las pretensiones y objetivos de esta interpretación teórico-práctica no se agotan en la armonización del conflicto, manteniendo el orden existente de injusticias y desigualdades sociales. Desde esta concepción, es claro que el diálogo debe existir, siempre y cuando se abra el escenario de garantÃas democráticas para la protesta social y la puesta en juego de una reforma estructural al régimen de privilegios.
Vale la pena aclarar, entonces, que el “espotaneÃsmo” –con el que se descalifica la organización de estas recientes movilizaciones- obedece, fundamentalmente, a las propias condiciones históricas y culturales de politización y organización social. En otras palabras, antes de ser un defecto u obstáculo para el movimiento social, es un proceso de articulación polÃtica mucho más complejo y abigarrado. No se trata, pues, de deshistorizar e hipostasiar este acontecimiento inédito a las formas tradicionales de organización sino de interpretar y ofrecer nuevos marcos de identificación colectiva, reflexionar sobre nuevos modos de cohesión polÃtica que supongan una nueva temporalidad de la trasformación social. Estos objetivos, valga decirlo, podrÃas garantizarlos una asamblea popular.
Por consiguiente, hay una apreciación elemental por parte de esta lÃnea polÃtico-conceptual: es necesario insistir en que la emergencia humanitaria, producto de la deriva autoritaria del Estado, se inscribe dentro de la crisis polÃtica en general. De alguna manera, esta expresión extrema y violenta del régimen desnuda y elimina su careta “democrática”. En ese sentido, la exigencia de garantÃas democráticas busca poner en evidencia la ausencia de garantÃas mÃnimas para afrontar la conflictividad social, asà como la ausencia de voluntad polÃtica del régimen para frenar los abusos, pues la represión hace parte de la “reacción” natural, del repertorio de acciones ante la exigencia de cambios profundos.
Es necesario y urgente, por tanto, un diálogo institucional en el que el gobierno nacional y regional presente un informe en materia de vulneración de derechos humanos y, a la par, brinde garantÃas democráticas para la protesta social. Sin embargo, este acercamiento a las instituciones no implica una negociación sobre el hecho polÃtico fundante. Es decir, dialogar sobre las garantÃas democráticas de la protesta no desmoviliza el núcleo social demandante, no elimina el hecho polÃtico previo, aquel que cuestiona de manera transversal la representatividad anti-nacional y el agotamiento del régimen neoliberal para ofrecer salidas para las mayorÃas sociales.
En efecto, Colombia, como en general América Latina, atraviesa por un agotamiento del régimen neoliberal pero también atraviesa por una crisis generalizada de las representaciones polÃticas oligárquicas y anti-nacionales. Lo anterior se ha expresado en dos momentos: primero, con el rechazo social contundente a la Reforma Tributaria presentada por el gobierno Duque; segundo, tras el “retiro” de la reforma, múltiples actores -quienes ya venÃan proponiendo pliegos de emergencia al gobierno- volvieron a proponer un diálogo, mientras el conjunto mayoritario del movimiento de masas continuaba manifestándose en contra del paquetazo neoliberal.
La anterior situación, a nuestro juicio, configura un doble cuestionamiento y una doble crisis: primero, frente a los dispositivos económicos del neoliberalismo (reforma tributaria, pensional, salud y laboral); segundo, un cuestionamiento a las representaciones polÃticas que legislan a favor de esas reformas anti-nacionales, pero también a las supuestas representaciones que extienden diálogos y negociaciones al gobierno nacional para concertar desde arriba. En esa doble crisis y ese doble cuestionamiento nacen los encuentros asamblearios populares como una salida/alternativa subalterna que busca construir un programa polÃtico devenido de lo nacional-popular, desde abajo.
Recordemos que, en experiencias polÃticas regionales, la asamblea popular ha sido el último bastión de la democracia. Solo fue posible, por ejemplo, en Bolivia, superar los ciclos de transición democrática e interrupción autoritaria por medio de la renovación del pacto social desde abajo. Pues bien, la huelga general en Colombia puede y debe estar jugando ese mismo papel, los incipientes intentos de asamblea popular deben dialectizar lo regional y lo nacional como ejes complementarios. Es necesario renovar el pacto social y polÃtico desde abajo, apostándole a un nuevo relato de nación y patria para los desposeÃdos.
La nueva nación en las regiones: sobre el papel de las reivindicaciones locales en el contexto nacional.
Nuevamente, esa doble lectura sobre el contexto nacional tiene implicaciones polÃticas distintas: por parte de la visión procedimental y negociadora se niega el carácter anti-neoliberal de las movilizaciones sociales, puesto que sitúa el conflicto por fuera del régimen y no en su interior, finalmente para esa perspectiva el problema obedece al funcionamiento de las instituciones y no al proyecto de sociedad que defienden las élites. Por parte de la visión nacional-popular es clave entender el conflicto social en Colombia como una disputa polÃtica por el relato de nación. La salida popular a la crisis sugiere pensar que es la misma lógica institucional-neoliberal la principal detonante de la crisis. Ubicar el antagonismo social contra las instituciones estatales.
En ese orden de ideas, quienes insisten en regionalizar el conflicto podrÃan caer, eventualmente, en la negación del antagonismo fundante de la huelga polÃtica general en Colombia, además del reflujo movilizatorio que podrÃa producir una posible negociación con autoridades locales. Bajo la idea de ganar conquistas locales podrÃan terminar desmontando las banderas anti-neoliberales de las protestas que son, al fin y al cabo, las que nos han permitido cuestionar el régimen y construir el ciclo de protestas más importante en la historia del paÃs. Un programa regional con aspiraciones nacionales no puede hacer abstracción del autoritarismo subnacional y la gobernanza departamental.
Detengámonos un momento en la aparente contradicción que observan ciertas facciones del movimiento social entre demandas locales y nacionales: para ellos se presentan como opuestos porque en el escenario de negociación se construyen demandas y quejas, esto es, un pliego de peticiones donde las exigencias locales deben primar sobre las nacionales.
Sin embargo, una lectura dialéctica e integral de la coyuntura polÃtica nos permite pensar la estrategia polÃtica en dos frentes que solo son posibles si se construyen mutuamente: Duque Chao; Asamblea Constituyente de carácter anti-neoliberal y anti-uribista; reforma policial; hacia un gobierno de transición; declaratoria de la emergencia ecológica y de feminicidios; justicia para las vÃctimas de violencia del Estado. En términos prácticos, la salida a la crisis pasa, necesariamente, por la salida de Duque y todo su gobierno.
No obstante, esta segunda lectura no desprecia las necesidades y luchas polÃticas locales, tampoco es un llamado a abandonar a reivindicaciones locales, todo lo contrario, las reconcilia en clave de universalismo concreto. Esta clave analÃtica permite conceptualizar y comprender las relaciones entre lo local y lo nacional, ya que no son dos espacios que se puedan delimitar y diferenciar con facilidad, se encuentran circunscritos en un mismo marco jurÃdico e institucional. Lo que tampoco desemboca en la pérdida absoluta del margen de maniobra y de responsabilidad por parte de los gobiernos locales.
Por último, pensando en las múltiples tensiones que ha vivido el movimiento social con el Comando Nacional de Paro: ha sido un error creer que las reivindicaciones polÃticas nacionales solo pueden ser expresadas por y en los términos del Comando de Paro. Precisamente, la idea de polÃtica de masas nos enfrenta a dos tensiones claves: de un lado, concebir la interlocución con el gobierno nacional a través de las calles y las asambleas populares, un ejemplo de ello, son las declaraciones de muchos jóvenes de la Primera LÃnea de puerto resistencia. De otro lado, desmonopolizar las interlocuciones con el gobierno por parte del Comando de Paro -siempre y cuando su decisión sea de dialogar con el gobierno nacional-. Vale la pena señalar que las interlocuciones no son negociaciones, pueden ser expresión del poder popular e incluso la manifestación del reflujo o agotamiento de la movilización.
1 Sobre el concepto de izquierda institucional, revisar: Idas y Venidas. Vueltas y Revueltas. Protestas sociales en Colombia (1958-1990) Mauricio Archila Neira. (2003 – 2018) Siglo del Hombre Editores y Centro de Investigación y Educación Popular.
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