Comité Editorial Militancia y Sociedad

Las recientes protestas sociales en Ibagué y el país han develado el carácter y naturaleza del bloque político en el poder. Ante la apropiación democrática y popular de las calles, el régimen recurre al último sostén del autoritarismo de Estado: los destacamentos de hombres armados (Policía). Esta característica autoritaria, antes que demostrar su capacidad de dominio, evidencia su mayor debilidad. Hoy es claro que el gobierno Duque -representante político del contubernio entre el proyecto terrateniente uribista y el gran capital financiero internacional- se sostiene, principalmente, por medio del autoritarismo institucional y mediante el despliegue de la fuerza represiva.

Con lo anterior, es evidente que el uribismo ha dejado de ser, en la práctica, el sistema de ideas y valores hegemónico y representativo de la nación. Pasó de tener un movimiento de masas y un sentido común que le acompañase en gobierno, para convertirse en un proyecto anti-nacional en crisis, desprestigio y declive. En otras palabras, la crisis de dirección política e intelectual del uribismo abre la posibilidad a nuevos proyectos políticos nacional-populares emergentes.

En virtud de lxs manifestantes y la protesta social, los núcleos de buen sentido, es decir, las ideas de transformación nacional del régimen oligárquico-dependiente están del lado del campo popular y los movimientos sociales. Hoy la dirección política, intelectual y moral de la sociedad en su conjunto está en disputa y las condiciones sociales y económicas adversas fortalecen la posibilidad de construir un imaginario colectivo anti-neoliberal pero también la posibilidad de inventar la república de los desposeídos, siempre popular y plebeya. Al régimen se le agotan las ideas y las estrategias políticas, no tiene otra opción que recurrir a la contención social de la legítima protesta. Mientras tanto, la ciudadanía ejerce la democracia contra el Estado, configurando un horizonte popular del cuidado comunitario ante la represión policial, la crisis sanitaria y la recesión económica.

Todo este movimiento social de indignación desborda los intentos partidistas e institucionales de mediación y canalización del conflicto. El conjunto de actores sociales movilizados exige transformaciones estructurales e inmediatas, a contrapelo de las organizaciones partidistas que proponen cambios serenos para no cambiar. El uribismo, el gobierno Duque y su salida abiertamente neoliberal a la crisis ha hecho que la lucha social sea transversal. El mismo gobierno configuró las condiciones sociales y económicas para activar -una vez más en la historia política de las protestas- la lucha directa de clases sociales y todas sus particularidades: se manifiesta en el papel destacado de los movimientos feministas, queer, LGTBI, campesinos, ambientalistas; el papel protagónico de los indígenas en las zonas más azotadas por la violencia y los jóvenes en los centros urbanos y populares. La lucha antineoliberal, expresada en el rechazo a la Reforma Tributaria, une las voces y los cuerpos de todas estas expresiones sociales para exigir y promover un cambio radical del orden de cosas existentes.

Este antagonismo social se expresa concretamente a favor de la vida, sin embargo, el gobierno nacional continúa anteponiendo los intereses económico-corporativos de una minoría social dominante sobre los intereses de las mayorías sociales empobrecidas.

Por estos motivos, el Primero de Mayo en Ibagué debe ser una jornada real de lucha político-social contra el neoliberalismo y el régimen homicida y autoritario representado en el decadente Uribismo. A pocos meses de la salida de Duque del gobierno, la consigna general debe ser su pronta renuncia. Con las últimas jornadas de protesta y movilización queda claro que el uribismo no es un proyecto político para negociar. La alternativa frente a un proyecto genocida, retardatario y reaccionario no puede ser la negociación, aún menos cuando está por salir. El movimiento social debe continuar confrontándolo desde las calles, exigiendo su renuncia y advirtiéndoles que no volverán a ser gobierno aquellos que representen un bloque anti-popular y anti-nacional. La verdadera conquista política y social de estas movilizaciones podrá ser una consciencia nacional y popular que no se agote tan solo en el desmonte de la reforma o en unas próximas elecciones. Es necesario reforzar la forma de valor comunitaria en contraposición de la forma valor-mercantil del neoliberalismo y su destrucción del tejido social y popular.

En conclusión, la crisis política de dirección y dominio del uribismo cercena, cada vez más, las pocas posibilidades que le quedan para reinventarse. Además de ello, el neoliberalismo está siendo cuestionado desde sus cimientos. Es el momento, entonces, de ir más allá de la coyuntura particular y trazar una lucha transversal de largo aliento. La emergencia de este poder social, común y desde abajo aspira a transformar, de manera radical, el régimen de privilegios del bloque político dominante. Como en otras experiencias sociales regionales, el neoliberalismo no podrá ser más el modo de organización social, económico y político de nuestras sociedades andinas.

La fuerza social de masa y el campo popular marchan este Primero de Mayo, día de la clase trabajadora, en contra de la reforma y el neoliberalismo. Todas y todos a las calles, hacia la radicalización de la democracia social.

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