Comité editorial, Militancia y Sociedad.
“Hacer política es provocar las contradicciones del adversario”
Esta entrega de Militancia y Sociedad reflexiona a propósito de los actuales retos
y desafíos de las izquierdas en Latinoamérica y Colombia. Hemos considerado,
entre muchos factores, dos aspectos centrales de análisis: la reconstrucción de
referentes de sentido y la construcción de condiciones de posibilidad de
gobierno. Es objetivo de esta redacción abrir el campo de discusión sobre la
relación entre las izquierdas - movimientos sociales, que ha reconfigurado los
circuitos y coordenadas de acción colectiva de la política de cambio.
Es importante iniciar señalando que las
‘nuevas luchas’ han actualizado las fórmulas y estrategias del tablero político
de la emancipación y la transformación social: el reconocimiento de la
heterogeneidad y diversidad social en cuanto derechos y libertades políticas y
sociales –vistas como conquistas de los sectores subalternos- han jugado un
papel clave en la reorganización de la estrategia socialista y el proyecto
contra-hegemónico. Han sido las luchas identitarias las que han interpelado y
redefinido la correlación de fuerzas al interior de las izquierdas, ampliando
la agencia y protagonismo de los sectores subalternos dentro del proyecto de
sociedad de las fuerzas populares alternativas.
El boom de las luchas identitarias
interpeló a la izquierda tradicional, tanto en su reduccionismo de clase como
en su economicismo. No obstante, esas luchas han mostrado también límites por
carecer de una perspectiva estratégica, que supere las emancipaciones de grupo.
De modo que, desde nuestra formación política colectiva, discernimos el futuro
de las izquierdas en tanto articulación e interpretación histórica como bloque
contra-hegemónico y, a su vez, alternativa de poder y gobierno que reconozca
los alcances de las luchas identitarias sin perder de vista la necesidad de la
centralización de las luchas como horizonte político integrador de la
pluralidad de lo social.
En todo caso, el sujeto político de la época es más diverso
y plural y más allá de que el contenido de clase de las luchas goza de plena vigencia,
más en estos tiempos de ofensiva neoliberal con su cortejo de expoliación y
acumulación por despojo, es menester reconocer que una perspectiva radical
integral, que se proponga un proceso revolucionario, debe incorporar, por
ejemplo, la problematización que el movimiento feminista ha hecho no solo al
ropaje patriarcal del neoliberalismo y el capitalismo, sino también al
contenido mismo de la teoría, el programa y la práctica política de las
izquierdas. No hay un sujeto político a priori; son las propias circunstancias
históricas contingentes las que reconfiguran el radar de transformación y
redefinen el espectro político.
No se puede pretender que las mujeres
bajen sus banderas en nombre de la unidad en torno a tareas supuestamente más
urgentes ligadas a la lucha contra el despojo neoliberal o contra el sistema
capitalista. Se impone hoy un proceso ininterrumpido, sin compartimentos ni
tufillos etapistas, que despliegue la lucha política en varios frentes
simultáneos, hacia afuera del movimiento y hacia dentro, revolucionando su
propio accionar interno al tiempo que propone al conjunto de la sociedad y a
los desposeídos en particular una lucha política radical que confronte la
dominación capitalista y todos sus lastres de clase, de género, de raza y
ambientales.
La apuesta derivada del análisis
relacional de clase debe fundar y construir nuevas lecturas sobre lo
organizativo y programático. La consigna es una: de la política de la diferencia a la política de la transformación.
Si el énfasis de la práctica revolucionaria se concentra no en tanto diferencia
sino como estrategia de articulación, unidad programática y acción positiva, se
tendrá una referencia que condense un punto de confluencia de las luchas contra
las injusticias y las aspiraciones de transformación total de las estructuras
políticas, económicas y sociales.
Lo anterior es lo que debe traducirse
en fuerza política de acción. Esta situación ya ha sido planteada por Slavoj
Zizek, entre otres, quien interpela el futuro de la transformación –transformación
que para nosotres debe incluir la reflexión sobre el papel de las izquierdas en
nuestro contexto regional latinoamericano- en términos de cómo redificar el
carácter organizativo de los procesos colectivos que encamine una política
emancipatoria y se transite de una universalidad abstracta hacia una
universalidad concreta.
Esta redacción concibe que la edificación
de un frente amplio de unidad en la acción política, configura unos propósitos
comunes y fundamentales de intervención, así como la creación de una agenda
política amplia, pero de izquierda. De esta manera, en lo exclusivamente
organizativo y estratégico se estaría adelantando la tarea de articulación
histórica. Dentro de esta relectura estratégica, los frentes de acción se
desenvuelven en dos ejes (institucional –estatal / fortalecimiento de la acción
política de movimientos sociales): se amplían las posibilidades de
transformación en lo institucional–formal en razón de garantías de derechos
individuales y colectivos, y reivindicación de las exigencias de la masa social.
De manera simultánea, se institucionaliza en el imaginario colectivo la
deliberación, la discusión política y programática permanente y fundamentada como
horizonte inacabado e inagotable de lo extra-institucional.
Reconociendo que el ejercicio
hegemónico se despliega no solo desde y en el Estado, pero que el Estado como
campo de lucha sigue siendo el punto focal de buena parte del ejercicio del
poder político, reconocemos que la disputa por el Estado está vigente. Ser
gobierno para construir desde allí y fuera de allí un nuevo proyecto
hegemónico, un nuevo bloque histórico de los sectores populares. Eso requiere
revisar con ojo crítico las experiencias recientes de los denominados gobiernos
alternativos en América Latina, estableciendo sus alcances y limitaciones, sus
contradicciones y enseñanzas, para saber cuáles tradiciones vale la pena
redimir y cuáles hay que desechar o reformular.
Otro aspecto a considerar entre los desafíos de las
izquierdas en Latinoamérica está relacionado con la “crítica de las armas”, de las formas de hacer política de las
izquierdas, y abandonar el fetiche de las formas como determinante de la
radicalidad de los procesos políticos. Para ello, es vital regresar a Marx y
rescatar su concepción de la Revolución como autoemancipación de los oprimidos,
que es la piedra de toque de la filosofía de la praxis. Siguiendo a Bensaid: la
teoría de la Revolución de Marx no es un mecanismo oracular sino una profecía
condicional, un mesianismo activo, y no la caricatura mecanicista de la
"madurez de las condiciones" o el desfase estructuralista entre
fuerzas y relaciones.
Para finalizar, pretendemos con estas
cortas líneas problematizar y discutir a propósito de la constitución recíproca
del compuesto clase-género-raza para la política de izquierdas, siendo el quid
de la estrategia contra-hegemónica y la consolidación del bloque histórico que
permita pensar y construir la emancipación desde la base de la libertad y la
igualdad. La política de clase en América Latina, como frente de acción
política colectiva y diversa, supone una lucha radical contra el sistema
general de injusticias, desigualdades y opresiones por género, raza, ambiental.
Esta comprensión no busca supeditar ni
yuxtaponer las reivindicaciones de clase sobre el resto de luchas; propone
articular el análisis de la crítica de la economía política para comprender la
lucha social y política en el capitalismo realmente existente. De esta manera,
la estrategia de acción desde la cual es posible edificar acuerdos colectivos -manteniendo
y reconociendo disidencias y desacuerdos y entreviendo las divisiones que
ocasiona el capitalismo- pasa por una apuesta de construcción unitaria al
interior del núcleo obrero, al tiempo que estimula el sistema de alianzas con
luchas particulares.
Concluimos señalando que la sociedad
logra su emancipación de toda forma de dominación, opresión y explotación en
tanto proponga una acción colectiva de liberación total; hasta el momento se
hace lejana dicha posibilidad mientras no esté como objetivo dentro de la
agenda expropiar a los expropiadores.
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