Santiago Pulido Ruiz.

Universidad del Tolima.


Imagen de: @redcomunitariat.

Recientemente, en redes sociales se ha suscitado un debate interesante y necesario para el movimiento feminista a propósito de la contestación de Yoko Ruiz, directora de la Red Comunitaria Trans, a la columna de opinión ‘Puta y Putero[1] de Margarita Rosa de Francisco. ‘Carta de una puta colombiana a las abolicionistas[2] impugna la posición de Margarita Rosa del porqué ya no defiende la prostitución como trabajo, interpela a la escritora caleña ubicando sus opiniones de paternalistas y viciadas de lo más frívolo del feminismo ortodoxo. Me resulta ineludible no pensar este conjunto de discusiones desde el ángulo de la teoría, en particular desde el clásico de Gayle Rubin: El Tráfico de Mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo (Rubin, 1975). De igual forma, la discusión en redes sociales ha arrojado un importante número de referencias; acudiremos a algunas de ellas con el objeto de ampliar y ser fieles al compromiso siempre crítico y reflexivo en la producción de conocimiento en Ciencias Sociales.

Uno de los argumentos que esgrime la directora de la Red Comunitaria Trans es, precisamente, la tendencia acrítica de las afirmaciones de Margarita Rosa de Francisco. Para el colectivo, la columna es reflejo de una seguidilla ingenua a las consideraciones de la abogada Helena Hernández. Yoko Ruiz manifiesta en su carta: “es mi responsabilidad levantar la voz –sí, tenemos agencia, Margarita-, y gritar que ya está bueno con la infantilización que hacen de nosotras, que las posturas abolicionistas sólo logran acrecentar el estigma y la persecución hacia el trabajo sexual”. (Ruiz, 2020)

Propongo entender el artículo de opinión de Yoko Ruiz no solo en el sentido contestatario a la columna de Margarita Rosa De Francisco, sino también en el ambiente de indignación organizada por el caso de Alejandra Monocuco, que en el fondo constituye la estigmatización a la prostitución; estigmatización que ha llevado a que las prostitutas –aún más si son trans- sean consideradas “ciudadanas y pacientes de segunda categoría”, lo cual podría ser un factor explicativo de la negligencia de las autoridades distritales. Las voces de denuncia y justicia han ganado fuerza en días recientes, se han construido redes de apoyo y solidaridad a través del hashtag #JusticiaParaAlejandra. Lo más contundente de la tendencia ha sido la caracterización del hecho como transfobia institucional, corroborando que “ser mujer trans en Colombia es una condena de muerte prematura”.

En ese sentido, la violencia y el abandono institucional ha llevado a la Red a construir lazos de autogestión comunitaria desde los cuales buscan redificar las garantías y derechos mínimos básicos que le deberían ser proporcionados para el ejercicio de sus actividades: la vida resulta ser uno de ellos. Hago este contexto ligero para ubicar el ambiente desde el cual escribe Yoko Ruiz su contestación. La Red Trans es protagonista e interlocutor en el debate público, lo cual me resulta interesante y confortante: la refutación que hace al movimiento abolicionista es una discusión clave y central que ha inquietado a intelectuales y a quienes ejercen el trabajo sexual. La carta de Yoko Ruiz, que quiero entenderla en términos de reflexión colectiva, indica que las pensadoras locales han confundido ramplonamente el trabajo sexual como práctica deplorable, como forma de violencia arraigada, como institución fundacional del patriarcado. Es pertinente en este punto volver sobre Gayle Rubin para proponer al espacio colectivo del debate un conjunto de precisiones de tipo teórico. Rubin nos advertirá en El Tráfico de Mujeres que:

“El "intercambio de mujeres" no es ni una definición de la cultura ni un sistema en y por sí mismo. El concepto es una aprehensión aguda, pero condensada, de algunos aspectos de las relaciones sociales de sexo y género. Un sistema de parentesco es una imposición de fines sociales sobre una parte del mundo natural. Por lo tanto, es "producción" en el sentido más general del término: una modelación, una transformación de objetos (en este caso, personas) a y por un propósito subjetivo (por este sentido de la producción, Marx, 1971a, pp. 80—99). Tiene sus propias relaciones de producción, distribución e intercambio, que incluyen ciertas formas de "propiedad" de personas. Esas formas no son derechos de propiedad exclusivos y privados, sino más bien tipos diferentes de derechos que unas personas tienen sobre otras”

Quiero indicar que estos conceptos: “intercambio de mujeres” y “relaciones sociales de sexo y género” que esboza Gayle Rubin hacen referencia, siguiendo a Marx, al análisis relacional de la dominación y explotación. Los sistemas de parentesco que Rubin reinterpreta desde Levi-Strauss no solo intercambian mujeres: hace parte de un entramado diverso de intercambios, entre ellos el acceso sexual, intercambios que se presentan en un sistema concreto de relaciones sociales. La pertinencia y vigencia conceptual de “intercambio de mujeres” conviene tanto analítica como políticamente para analizar la discusión sobre la prostitución. Estos conceptos ponen de manifiesto que se continúa reproduciendo, pese a las diferentes relaciones sociales, una concepción según la cual los hombres tienen ciertos derechos sobre las mujeres, negando a la mujer los derechos sobre sí misma. Dilucidado esto, es conveniente indicar que el debate riguroso sobre la prostitución debe ser situado, no esencializado y no moralizante.

Respecto a esto último, un artículo de Diana Novoa Sanmiguel puntualiza y rebate sobre la falsa acusación ‘moralizante’ al abolicionismo, a propósito del texto El trabajo sexual es trabajo[3] de María José Clunes, que bien podría estar en diálogo con la Carta de Yoko Ruiz:

“al hablar de mujeres prostituidas, la autora acusa al feminismo abolicionista de “cosificarlas” y de abordar el asunto con una carga “moral”. Digo que es curioso porque en ningún momento a lo largo del texto habla de los proxenetas ni de los “clientes” ni mucho menos los acusa de cosificar o usar a las mujeres, esos términos los deja reservados para las feministas abolicionistas a las que además se refiere como “puritanas” y las coloca en el mismo espectro de los conservadores”. (Novoa, 2020)

Rescato del texto-respuesta de Diana Novoa varias ideas. La primera de ellas, que creo es una ‘debilidad’ en el argumento de Yoko Ruiz, está relacionada con la inclinación de establecer un vínculo entre la prostitución y la transgresión: a juicio de Novoa, insistir en la prostitución como una “actividad” transgresora de la cultura hegemónica es un error político y una falacia. Tiene razón al considerar que la prostitución es una actividad acorde con los valores morales del capitalismo y el patriarcado: “Comprar y vender mujeres, usarlas por momentos y solo como proveedoras de placer, parece bastante conveniente a ideas sobre las que el patriarcado se ha sostenido por siglos” (Novoa, 2020). Un segundo aspecto, el cual considero podría ser un punto de encuentro desde el cual es posible entablar un diálogo de las diferencias políticas y las experiencias colectivas distintas tiene que ver con la pregunta retórica de Diana Novoa, considero que nos ayudaría a construir un acuerdo básico de interlocución, es decir, priorizar y fundir el piso de la discusión:

“¿En verdad no pueden ver que mientras nosotras señalamos que la prostitución representa la explotación de los cuerpos de las mujeres y su opresión y miseria y que debe abolirse protegiendo a las mujeres cómo víctimas y condenando a los proxenetas y “clientes”, los conservadores se escandalizan con la prostitución de forma hipócrita pues avalan y reproducen el modelo cultural sobre el que se mantiene?” (Novoa, 2020)

En ese orden de ideas, sigo a Rubin para reafirmar y reiterar su llamado a construir un análisis de la economía del sexo y el género, estudiar cada sociedad para comprender el complejo de mecanismos que reproducen las convenciones sexuales. Un aporte que quiero generar desde Rubin al debate sobre la prostitución y la interpelación a las abolicionistas, es el estudio de la categoría “intercambio de mujeres” como nudo central de la constelación categorial que permita interpretar y leer las realidades distintas y los sistemas sexuales. En el debate colombiano falta situar esta coordenada académica, con el propósito de nutrir y construir mancomunadamente una agenda política progresista que apunte al bienestar, la justicia y la seguridad social como pilares de gobierno, ciertamente, desde el enfoque de género.

Desde esta perspectiva, uno de los aspectos que resulta clave problematizar y repensar en la carta de Yoko Ruiz es su argumento según el cual Margarita Rosa de Francisco confunde ramplonamente el trabajo sexual con trata de personas. Desde Rubin diríamos que dicha afirmación hay que matizarla al contexto desde el cual se enuncia e interpreta. El discurso de la dignidad[4] de Claudia Yurley Quintero contrasta con la realidad que trata de bosquejar Yoko Ruiz. Muestra un ambiente de trabajo sexual hostil y violento: evidencia que, en la práctica, la trata de personas y el maltrato no se encuentran diferenciados del trabajo sexual, es decir, el ambiente del trabajo sexual es el ambiente de la explotación, de la violencia y la violación.

Regreso sobre el análisis de Diana Novoa para indicar que:
“Lejos de tratarse de un ejercicio libre de alquiler temporal de cuerpos que las mujeres realizan desde su autonomía y plena conciencia, hablamos del sometimiento y explotación de esos cuerpos a cambio de dinero y bajo el patrocinio de toda la sociedad”. (Novoa, 2020)

La redacción, también contestataria de Novoa, piensa la regulación como legalización y conversión de los explotadores sexuales en empresarios y los ‘violadores’ en clientes[5]. Por otro lado, la denuncia de infantilización que retoma tanto Yoko Ruiz como María José Clunes, Novoa pensará que, al contrario de lo indicado: “el feminismo [ha pretendido] evidenciar las correlaciones de poder bajo las cuales las mujeres toma[n] decisiones aparentemente autónomas bajo el patriarcado. No en vano la histórica consigna “lo personal es político”. (Novoa, 2020) Es decir, el horizonte estratégico de las abolicionistas de corte marxista apunta a la abolición total, a la disolución de toda forma de explotación y alienación. Soportado en un análisis relacional de la sociedad de clases y del régimen de propiedad privada.

Considero que es posible construir puentes y puntos en común entre las dos posturas. Reconozco que las regulacionistas aciertan al mencionar que el intento de abolir abruptamente la prostitución podría conducir a escenarios violentos para el contexto individual de las trabajadoras sexuales, si es que se entiende esa disolución como desprotección y sin intervención institucional. La dimensión de esta discusión compromete de lleno el cuestionamiento al régimen de producción capitalista y su soporte en el valor de cambio: ¿es posible abolir la prostitución en la sociedad capitalista? Esto a propósito de la capacidad de creación de mercados clandestinos.

Finalizo así abriendo una nueva discusión. Es necesario pensar colectivamente el término de trabajo sexual: ¿por ocasión de qué obtiene su valorización? Hasta el momento he creído que la idea de trabajo sexual puede ser sumamente violenta, puesto que reproduce, de manera deliberada o inconsciente, que el valor es producido subjetivamente. Situación espantosa, ya que oculta la opresión y conjunto de violaciones detrás del concepto de 'capital humano'. Con el ánimo de ampliar y profundizar la discusión aquí ligeramente tratada, es pertinente revisar las contribuciones de Paola Tabet[6], en particular su aporte conceptual de ‘intercambio económico y sexual’. Por último, rescato y cierro esta modesta contribución citando a Silvia Federeci en entrevista con Alba Moraleda:

“Si soy abolicionista lo soy con todas las formas de explotación del trabajo humano. Este es para mí el objetivo, que no debemos vendernos de ninguna manera, que se puede vivir en una sociedad en la cual la venta de nuestro cuerpo, corazón, cerebro o vagina no sea necesaria”. (Federeci, 2019)

De este modo, la abolición de la prostitución solo se puede concretar en el marco de la abolición de toda forma de explotación, es decir, en el marco de una revolución por una sociedad postcapitalista.


Bibliografía
Clunes S., M. J. (2019, 1 mayo). El estante de la Citi. Recuperado 5 de junio de 2020, de https://elestantedelaciti.wordpress.com/2020/05/20/el-trabajo-sexual-es-trabajo-valga-la-redundancia/

Federeci, S. (20 de Marzo de 2019). “Si soy abolicionista lo soy con todas las formas de explotación del trabajo humano”. (A. Moraleda, Entrevistador) https://elpais.com/elpais/2019/03/20/mujeres/1553071085_109576.amp.html?__twitter_impression=true
Mathieu Trachman, “La banalidad del intercambio. Entrevista con Paola Tabet”, Género, sexualidad y sociedad [en línea], 2 | Otoño de 2009, publicado en línea el 14 de diciembre de 2009, accedido el 9 de junio de 2020. URL: http://journals.openedition.org/gss/1227 ; DOI: https://doi.org/10.4000/gss.1227

Novoa, D. (20 de Mayo de 2020). Tribuna Feminista. Obtenido de Tribuna Feminista: https://tribunafeminista.elplural.com/2020/05/respuesta-al-articulo-el-trabajo-sexual-es-trabajo-de-maria-joseclunes/?amp_markup=1&__twitter_impression=true
Quintero Rolón, C. Y. [Corporación A. F. (2018, 29 septiembre). El discurso de la dignidad [Archivo de vídeo]. En YouTube. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=kO7rK0hB4u4


Rubin, G. (1975). El Tráfico de Mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. Nueva Antropología, VIII (30), 95-145., 95-145.
Ruiz, Y. (04 de Junio de 2020). VICE. Obtenido de VICE: https://www.vice.com/amp/es_latam/article/xg8dg4/carta-de-una-puta-colombiana-alasabolicionistas?fbclid=IwAR0Fm6USZapN8SZaJEqAE6jsjitsHkmvcFJQRrmIV8boFSrZTFRb4P3Bw8w&__twitter_impression=true





[3] Clunes S., M. J. (2019, 1 mayo). El estante de la Citi. Recuperado 5 de junio de 2020, de https://elestantedelaciti.wordpress.com/2020/05/20/el-trabajo-sexual-es-trabajo-valga-la-redundancia/

[4] Quintero Rolón, C. Y. [Corporación A. F. (2018, 29 septiembre). El discurso de la dignidad [Archivo de vídeo]. En YouTube. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=kO7rK0hB4u4

[5] Les considera violadores en tanto: “que pagan por violar, pero violadores al fin y al cabo porque el acto sexual se realiza bajo el constreñimiento del dinero” (Novoa, 2020)
[6] Mathieu Trachman, “La banalidad del intercambio. Entrevista con Paola Tabet ”, Género, sexualidad y sociedad [en línea], 2 | Otoño de 2009, publicado en línea el 14 de diciembre de 2009, accedido el 9 de junio de 2020. URL: http://journals.openedition.org/gss/1227 ; DOI: https://doi.org/10.4000/gss.1227


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