Jhojann Granados
Colectivo Clase a la Calle





Una guerra contra los pobres.

Hay que aceptarlo de una buena vez: el aislamiento obligatorio preventivo es un total fracaso. Y lo seguirá siendo mientras las personas del común tengan que discutirse entre el hambre y el COVID-19.
El aumento exponencial de infección y muertes a causa de la pandemia, demuestra que “la extensión de la cuarentena” no es más que un guiño publicitario del gobierno. Detrás de la máscara del Estado de Emergencia, lo que se oculta es la consolidación de una guerra contra los pobres. La población colombiana, mayoritariamente trabajadora informal, se ha visto repentinamente privada de sus medios de subsistencia. La persecución policial a los vendedores ambulantes y demás personas que ocupan el espacio público para sobrevivir, se ha legitimado bajo el discurso de protección sanitaria.
Algún despistado podría decir que estas son medidas necesarias y que es “un sacrificio menor” respecto al peligro que representa la pandemia. Pero lo cierto es que, sin un ingreso mínimo vital, las personas igualmente salen a las calles a “rebuscársela como sea”. En el caso de Ibagué, es totalmente latente como el cierre de espacios de comercios, ha hecho que otros, léase plazas de mercado, se vean diariamente colmadas de personas, buscando algún peso con el que llenar las barrigas de sus hijos.
De nada sirven los “toques de queda” o los “pico y cédula”, si los habitantes no tienen las garantías para quedarse en sus casas. Pues sumado a los hechos de corrupción reciente, respecto a los recursos para apalear la pandemia, el gobierno nacional y las administraciones locales no han sido capaces de exigir a las empresas de servicios públicos y de servicios financieros la solidaridad que se requiere en estos momentos. Al contrario, parece que éstas últimas han aprovechado para subir las tarifas de sus servicios, como es el caso de CELSIA, empresa que ha abusado de su posición monopólica en la ciudad para aumentar de manera indiscriminada el precio de las facturas de luz.

La gente en las calles: Las ferias, Eduardo Santos, San pedro alejandrino, y los que vendrán.

Ante la pregunta ¿hambre o pandemia? Los habitantes de Ibagué no han dudado en descartar el hambre y exponerse a la infección. Y no se les puede juzgar. En varios barrios de la ciudad de Ibagué: Las Ferias, Eduardo Santos, San Pedro Alejandrino, por mencionar tan solo algunos, los habitantes han salido a paralizar vías, quemar llantas, hacer cacerolazos y exigir a las autoridades gubernamentales lo mínimo que se puede pedir en estas condiciones: impulsar una política solidaria. Se trata de barrios, como no, históricamente marginados, estigmatizados y representantes de la desigualdad social de la ciudad. Lo que exigen los habitantes no es que se levanten las medidas de protección sanitarias, sino que se les brinden las condiciones mínimas para que la cuarentena no sea solo un eslogan de gobierno.
¿Cuál ha sido la respuesta de las autoridades? La de siempre: indiferencia y represión. Lo que no se dan cuenta los gobernantes es que el estallido social está muy lejos de aplacarse y, por el contrario, puede adquirir formas más radicales. La criminalidad, la mendicidad y las protestas sociales son síntomas de un tejido social que se está rompiendo y que la profundización de sus fracturas avizora una intensidad en la confrontación social.

¿Y el Comando de Paro, qué?

Unos meses antes de que fuera decretado el Estado de Excepción, el Comando que lideraba las protestas sociales en Colombia se repensaba su quehacer, al ver que las multitudinarias marchas de finales del 2019 se iban menguando cada vez más en el tiempo. El Paro Nacional se iba convirtiendo en una suerte de marchas temporizadas, poco nutridas y con discusiones internas que iban restando su capacidad de negociación frente al Gobierno. Entre las discusiones se encontraba la pregunta del cómo llegar al resto de la población, cómo hacer para que las marchas fueran un reclamo popular y no se identificara con unos sectores en específico del espectro político.
Lo que hoy está pasando en Ibagué (y en otros lugares del país) era impensable en ese entonces: grupos de ciudadanos que salen espontáneamente a las calles a reclamar sus derechos, hubiera sido el elemento clave para vigorizar las pretensiones del Paro Nacional. No obstante, el Comando de Paro hoy brilla por su ausencia.
Es necesario que se reactiven las dinámicas del Paro Nacional. El gobierno ha demostrado su descarada incapacidad para afrontar esta crisis sanitaria y, por seguro, será mucho más incapaz de afrontar la crisis económica que vendrá después de esto, que sin lugar a dudas será gravísima. Con las medidas y responsabilidades sanitarias del caso habrá que articular las exigencias de los barrios pobres de Ibagué, con las solicitudes que inspiraban el Paro del 2019. El Estado de excepción no puede (de hecho, ni de derecho) coartar el derecho fundamental a la protesta, más aún cuando aparece como la única (y tal vez última) medida que nos queda ante la ineficiencia de la casta política que nos gobierna.

 El artículo del autor hace parte de una presentación de la iniciativa de Clase a la Calle. Las consideraciones sustentan la posición del autor y de ningún modo compromete la postura política de la línea editorial de Militancia y Sociedad.

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