En esta edición de Militancia y Sociedad, abordamos las trayectorias y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina. El propósito es abrir un itinerario de reflexión sobre las distintas corrientes que han intentado explicar el lugar de la región en el mercado internacional y sus específicas modalidades de dependencia y transferencia de valor. En esta entrega, desarrollamos algunas entradas al estructuralismo cepalino y a los trabajos de su máxima figura, Raúl Prebisch. 

Por: Daniel Barrera

Luego de la Gran Depresión y bajo el clima de posguerra, las Ciencias Sociales latinoamericanas se dieron cuenta de que el capitalismo, si bien era un modelo global y ensamblado a escala mundial, no se articulaba de la misma forma en todos los territorios. Tal era el caso de América Latina, una región que, de forma tímida y debido a las circunstancias históricas que atravesaba el mundo, empezó un proceso de industrialización y modernización con el fin de desarrollar su capitalismo “imperfecto” con la idea de dejar atrás las rémoras del sistema feudal que no permitían desarrollar las economías periféricas.

Frente a esta nueva realidad económica, motivados por el paradigma del crecimiento económico, así como el posicionamiento de las economías latinoamericanas en el mercado mundial, las teorías tradicionales del desarrollo y la modernización presentaban ciertas deficiencias para pensar las vías por las cuales los países latinoamericanos debían transitar hacia una economía capitalista industrial exitosa.

De esa forma, las teorías de la modernización explicaron el atraso de las economías latinoamericanas debido a su incapacidad por moldear instituciones políticas estables, por la supuesta ausencia de valores auténticamente cívicos y una economía marcada por vestigios coloniales (Olivares 2022). Estos elementos impedían que las economías nacientes alcanzaran el estado de maduración para lograr un capitalismo eficiente. Por tanto, el desarrollo, según reseña Olivares (2022) en esta corriente analítica, era postulado con una especie de proceso etapista que debían recorrer las economías de forma lineal hacia el desarrollo, como si se tratase de peldaños de modernización en la escalera del desarrollo.

Sin embargo, los procesos de crecimiento y fortalecimiento económico en la región empezaron a mostrar que dicho desarrollo -a diferencia de lo que creía la teoría de la modernización-, lejos de ser una senda unívoca y homogénea a la que todas las economías emergentes podían acceder, se presentaba como un sistema estructural de cierre-apertura que brindaba oportunidades desiguales de desarrollo. En otras palabras, que no todos los Estados nacionales podían alcanzar el mismo estado de desarrollo, sino grados parciales, debido a la división internacional del trabajo que confinaba a las economías latinoamericanas a ser meros productores de materias primas, mientras las economías centrales se adjudicaban el excedente de materias primas y, a la vez, monopolizaban la producción industrializada y tecnificada.

En ese sentido, tal como señala Jaime Osorio (2016), el avance de las Ciencias Sociales en América Latina, aunado por el marco internacional que posicionaba los discursos del desarrollo como fin último del crecimiento, generó que en la década de los 60' y 70' emergiera una incesante producción académica dedicada al estudio de las trayectorias históricas del desarrollo, el diagnóstico de la estructura económica y las apuestas por consolidar una agenda política y técnica del desarrollo.

Por tal motivo, en este ensayo nos interesa reconstruir de forma breve el itinerario intelectual de tres tradiciones o enfoques investigativos que se aproximaron al problema del desarrollo y la dependencia: i. la tradición histórico-estructural cepalina; ii. la Teoría de la Dependencia (TD); iii. la Teoría Marxista de la Dependencia (TMD). Partimos de la imposibilidad de pensar estas corrientes de pensamiento como escuelas, pues entre sus autorxs existen sustanciales diferencias y cambios de trayectorias investigativas. No obstante, creemos que es posible construir un itinerario en cada tradición que nos permita hacer una lectura conjunta alrededor del desarrollo, el lugar de enunciación y su proyecto político, sin pretender desconocer las diferencias teóricas. De esa manera, es posible reconstruir acercamientos y tensiones en los enfoques analíticos estudiados.

El ensayo está dividido en cuatro secciones. El primero, abordara el diagnóstico que realiza la CEPAL, en cabeza del economista Raúl Prebisch, sobre la situación de América Latina a partir de la lógica centro-periferia y el deterioro en los términos de intercambio que caracterizan el desarrollo desigualdad de la región, así como las estrategias de crecimiento hacia adentro propio de modelo ISI; el segundo, se encarga de estudiar las primeras reflexiones que asumen la noción de dependencia como una variable explicativa central en la condición de subdesarrollo de los países de la región, en la que se destaca una lectura mucho más sociológica y de carácter nacional; tercero, se aborda el encuentro entre marxismo y dependencia para pensar la posibilidad del desarrollo en una confrontación con el sistema capitalista y sus lógicas de extracción de valor; por último, se cierra con algunas conclusiones generales, y se sostiene que, pese al incesante trabajo de estas tradiciones, en todas ellas subsisten una incapacidad por articular los estudios de dependencia con los análisis no instrumentalista del Estado.

I. El estructuralismo cepalino: capitalismo periférico y mercado mundial.

La década de los 50' vio emerger un número importante de instituciones (BM y FMI) y Consejerías Económicas auspiciadas por la ONU, con la pretensión de estudiar y asesorar a los diversos países en temas relacionados con el crecimiento económico y la modernización productiva. Es durante la época dorada del capitalismo, como bien señala Meireles (2024), que se impone la economía del desarrollo como eje y medidor principal del avance económico, es decir, como la garantía de modernización productiva de las economías periféricas. Precisamente la CEPAL[1], como una excepcionalidad mundial, despliega un centro de investigaciones y consejería técnica para cumplir tal fin en la región, dirigido por Raúl Prebisch e instalado en Chile.

Desde estas coordenadas, Prebisch (1986) utilizó el enfoque histórico-estructural como la columna vertebral de su pensamiento. Este prisma metodológico le permitió pensar las dinámicas de crecimiento de los países de la región en clave con su articulación global, esto es, resulta inoperante pensar las trayectorias de las economías latinoamericanas sin vincularlas con su forma histórica de inserción en la economía mundial.  De esta manera, como señala Meireles (2024), fue posible la reconstrucción de las dinámicas y estructuras productivas nacionales que agudizaban el subdesarrollo y su relación desventajosa frente a las economías metropolitanas.

Desarrollar la noción de centro-periferia le permitió a Prebisch (1986), en contraste con las tesis ricardianas de las ventajas comparativas, una comprensión global y entrelazada del subdesarrollo. De esa manera, el subdesarrollo no podía ser comprendido como un atavismo cultural o institucional de las emergentes economías nacionales, sino que podía ser entendido como un estado económico condicionado por trayectorias económicas y condicionamientos políticos que situaban a los países en vías de desarrollo en posiciones poco favorables en el marco de la división internacional del trabajo.

Así, Prebisch (1986), en su famoso texto conocido como el Manifiesto, ofrece un agudo diagnóstico sobre las economías latinoamericanas, señalando que el subdesarrollo no es solamente sinónimo de atraso, ni tampoco un estadio de desarrollo inferior, sino una cualidad diferente, una especificidad del desarrollo del capitalismo en la periferia (Guillén 2024). De tal manera, transitar hacia un patrón de acumulación sustentado en la industrialización implicaba superar al menos tres asuntos principales: i. la heterogeneidad estructural, ii. la especialización productiva, iii. el deterioro en los términos de intercambio.

La heterogeneidad estructural evidenciaba el abigarramiento de matrices productivas de mercado vinculadas al capitalismo mundial (modernas) con relaciones de intercambio no-capitalistas (arcaicas), típico de las economías de enclave. Es decir, la convivencia de diversas relaciones socio-productivas en una misma formación económico-social impactaban de lleno no sólo en la estructura productiva nacional, sino que también en la estructura ocupacional. Esta mixtura manifiesta la baja competitividad y productividad de los países de la región, así como la nula cualificación de la mano de obra.

El segundo aspecto, según Prebisch (1986), expresa la vocación agroexportadora que se impuso en buena parte de los países latinoamericanos, confinándolos como productores de materias primas y alimentos, generando su marginalización de los procesos de industrialización y modernización productiva. Siendo así, es indispensable que los gobiernos nacionales avancen en otra dirección, puesto que “ya no se presenta una alternativa entre seguir creciendo vigorosamente de ese modo, o bien, crecer hacia dentro, mediante la industrialización. Esta última ha pasado a ser el modo principal de crecer” (Prebisch 1986, 481).

Por último, el desarrollo desigual manifestaba el tipo de crecimiento en la región, caracterizado por la acumulación de fuertes polos de miseria y la concentración de riqueza y desarrollo en otros polos; lo que en apariencia era una contradicción, develaba el modelo de desarrollo periférico. Un modelo que además se encontraba sometido al deterioro en los términos de intercambio, que ponía sobre la mesa la manera en la que los grandes centros industriales “no sólo retienen para sí el fruto de la aplicación de las innovaciones técnicas a su propia economía, sino que están asimismo en posiciones favorables para captar una parte del que surge en el progreso técnico de la periferia” (Prebisch 1986, 485).

Los factores internacionales para Prebisch (1986) son elementos claves a la hora de pensar el desarrollo, pero no hay que confundirse, no es tanto que Prebisch realice un llamado a romper con la supeditación de las exportaciones de materias primas. Por el contrario, se pregunta cómo hacer que estas exportaciones sean la base de la modernización de las economías nacionales, permitiendo frenar el deterioro en los términos de intercambio y, por tanto, la transferencia de valor hacia los mercados desarrollados.

Llegados a este punto, valdría la pena reconocer que Prebisch, en su intento por formular una vía reformista del desarrollo en la región sin confrontar con las potencias comerciales, se va a abstener de utilizar el término dependencia, -aunque eso no haya implicado que el pensador argentino sembrara las semillas de las investigaciones posteriores sobre la dependencia-. La apuesta política de Prebisch coliga con los de la teoría keynesiana para avanzar hacia la modernización productiva, que consistía básicamente en mantener una política fiscal activa (apoyando el crecimiento económico con inclusión social), sostener una política monetaria expansiva y promover políticas industriales y laborales.

Al respecto, autores como Osorio (2016) van a señalar críticamente que la perspectiva cepalina asume que el subdesarrollo obedece exclusivamente a factores externos (cuando es evidente que, a nivel interno, las clases dirigentes, antes que oponerse al modelo de dependencia, lo han profundizado). Es decir, la corriente cepalina concibe una estrategia de desarrollo económico basada en la industrialización interna, apalancada por las élites económicas nacionales. Sin embargo, esta idea presenta un doble problema: por una parte, no analizan el modo de producción de los Estados nacionales, es decir, piensan el problema de la dependencia a partir de determinaciones externas o internacionales; por otra parte, hay una ausencia analítica frente al papel de la clase trabajadora y campesina; al tiempo, sobreestiman la capacidad de consumo nacional de las clases medias.


[1] Como se advirtió en la introducción de este ensayo, se privilegiaría la construcción de un itinerario común de cada vertiente analítica. En este caso, el pensamiento primigenio de la CEPAL estuvo dominado por los aportes de Raúl Prebisch, cabeza central para reconstruir un núcleo teórico y un punto de partida más o menos homogéneo. Sin embargo, esto no implica que neguemos la diversidad de enfoques y autores que enriquecieron la tradición cepalina. Para un análisis más profundo de los enfoques contemporáneos deudores de la CEPAL ver: M. Meireles, Neoestructuralismo, neodesarrollismo y socialdesarrollismo: notas a partir de sus similitudes y diferencias, (2024). Por otro lado, para analizar las rupturas y continuidades al interior de este centro de pensamiento, revisar: R. Bielschowsky, Sesenta años de pensamiento de la CEPAL: estructuralismo y neoestructuralismo, 2009.

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