Por: Santiago Pulido Ruiz

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Para la década de los 60’, Enrique Dussel introduce al ambiente intelectual y político latinoamericano lo que es quizá su mayor aporte al proyecto de emancipación social de los oprimidos y desposeídos: la Filosofía de la Liberación. Su trabajo pretende proporcionar una aproximación filosófica crítica-comprensiva de la dominación acompañado de un horizonte de transformación social. Interesa en este artículo comprender la relación entre Estado y Sociedad Civil desde el ángulo conceptual de la ética de la liberación y el poder obediencial.

En primer lugar, se debe iniciar señalando un aspecto fundamental del pensamiento político dusseliano: a contrapelo del horizontalismo autonomista, Dussel defiende activamente un proyecto de transformación hegemónico desde las instituciones democráticas del Estado. Sostiene Castro-Gómez (2015) que para Dussel no hay política sin instituciones representativas, esto es así porque el argentino hace del cubrimiento de las necesidades materiales de la sociedad el propósito fundamental de toda acción política: “una política de izquierdas, si es verdadera política, debe crear las instituciones adecuadas para defender y fomentar la vida de la población” (Castro-Gómez, 2015, pág. 339).

Este cubrimiento de las necesidades materiales de la sociedad es caracterizado por el filósofo argentino como “voluntad-de-vivir”. Afirma en Política de la liberación que dicha voluntad “está en la base de todo querer, de toda motivación, de todo movimiento. Todo campo político es el desarrollo último de esta primitiva voluntad-de-vivir del ser humano” (Dussel, 2007, pág. 18). Aclara Dussel que la reproducción de la vida exige, entonces, de la organización del consenso y de la construcción de unas instituciones fundamentales que permitan la “negociación dentro de un tipo de convivialidad que garanti[ce] en el largo plazo … una mejor capacidad productiva y estabilidad reproductiva” (Dussel, 2007, pág. 19).

Sin embargo, esta preocupación central por el cubrimiento de las necesidades materiales no hace del trabajo del argentino un tratado de economía política, sino una reflexión política y económica que remite a los principios normativos de la ética. De modo tal que la política en Dussel tiene un fundamento positivo ético: la ética de la liberación. Se pregunta Dussel:

¿Cuál es el fundamento (Grund) de todo lo que llamamos político? ¿Cuál es la última referencia irrebasable que explica a la acción política, a las instituciones políticas y a los principios implícitos políticos? ... [Intenta responder el propio Dussel] Necesitamos un fundamento positivo último que nos permita describir la voluntad y el poder político en su sentido fuerte, con pretensión de verdad y legitimidad, desde donde sea posible criticar las descripciones defectivas, reductivas de dicho poder (Dussel, 2009, pág. 47).

La política aparece en el argentino como una ontología de la plenitud -contraria a la ontología de la incompletud- que encuentra su fundamento último en los principios normativos de la ética. Sin embargo, que la política remita a la ética como fundamento es ya criticable, pues, como asegura Castro-Gómez, despolitiza finalmente a la política. La construcción política hegemónica no depende, desde la perspectiva de la ética de la liberación, de desplazamientos político-estratégicos sino de principios normativos que no son en sí mismos políticos[1].

El pensamiento político dusseliano, a diferencia de la contingencia del pensamiento posfundacional, afirma unas certezas relativas o conceptos positivos del poder que solidifican el piso de la crítica racional. Advierte Dussel en Política de la liberación:      

Deberemos distinguir entre potentia (el ser oculto, el poder de la comunidad política misma) y potestas (el fenómeno, el poder delegado por representación, ejercido por acciones políticas a través de instituciones). Se trata de una distinción inicial, de la diferencia ontológica del fundamento mimo del campo político como tal… la potentia es el poder de la comunidad política misma … se constituye como voluntad consensual instituyente: se da instituciones para que mediata, heterogénea, diferenciadamente pueda ejercerse el poder (la potestas de los que mandan) que desde abajo (la potentia): el poder obediencial. Al poder segundo, como mediación, institucionalizado, por medio de representantes, le llamaremos potestas (Dussel, 2009, págs. 60-61).

Dussel señala, con esto, que la potentia es la dimensión anterior e instituyente de la potestas. Es decir, las instituciones políticas del Estado –potestas- que median y representan el conjunto de voluntades heterogéneas no son o no deberían ser expresión de la dominación política sino de la pluralidad de voluntades recogidas en una voluntad única de prolongar la vida. No obstante, ignora Dussel con su ética de la liberación que la vida y su posibilidad de expansión y prolongación se encuentra atada a procesos y correlación de fuerzas.

La función de la ética de la liberación y de la filosofía de la liberación consiste en proporcionar una idea constructiva y edificante de las instituciones. De lo que se trata es de tramitar los litigios, en términos de Rancière, institucionalmente. Hay que transitar de la potentia a la potestas, de lo contrario la política instituyente quedaría reducida a una existencia irrealizada.

Si el objetivo de la política es cristalizar e institucionalizar el “querer vivir” de la comunidad, toda acción instituyente, toda potentia, debe estar encaminada a reafirmarse, positivamente, en la potestas.    

De hecho todo ejercicio del poder es institucional, porque el poder de la comunidad como potentia en-sí no es un momento empírico inicial en el tiempo, sino un momento fundamental que permanece siempre en acto debajo de las instituciones y acciones (debajo de la potestas). Cuando se habla entonces de "ejercicio del poder" significa que se lo actualiza en alguna de sus posibilidades institucionales. Como toda mediación es determinada heterogéneamente (…) El ejercicio institucional, entonces, no es el poder como potentia. La comunidad tiene la facultad del poder ontológico originario, pero cualquier actualización es institucional y como tal delegada (Dussel, 2006, pág. 31)

Más adelante, en 20 Tesis de política, dirá que la cualidad de la potestas, para un proyecto democrático de izquierdas, debe cumplir con la forma del poder obediencial, esto es: “el que manda es el representante que debe cumplir una función de la potestas (…) No actúa desde sí, como fuente de soberanía y autoridad última, sino como delegado”  (Dussel, 2006, pág. 36). Esta es la salida que ofrece el filósofo argentino al problema de la representatividad en las actuales sociedades contemporáneas. Vale la pena cuestionar, siguiendo a Castro-Gómez, ¿hasta qué punto es posible “caracolizar” las instituciones representativas en sociedades complejas? ¿No pretende Dussel derivar de una experiencia particular y un ethos singular -como el de las comunidades zapatistas- conclusiones generales para la política contemporánea? He ahí una de sus principales debilidades.  

En ese orden de ideas, algunas de las principales conclusiones de la propuesta política dusseliana son: (i.) el filósofo argentino circunscribe toda acción política dentro de las instituciones. Fuera de ellas no hay posibilidad de construcción hegemónica. (ii.) aunque caracteriza la potentia como el poder de la comunidad política, este es un fundamento irrealizado sino se cristaliza en el marco institucional, por lo tanto, la hegemonía tendrá que institucionalizarse en la sociedad política, de lo contrario no será hegemonía en sentido estricto. (iii.) derivado de lo anterior, no hay una autonomía relativa ni en el Estado ni en la Sociedad Civil para Dussel, pues ambas esferas quedan atrapadas en el juego de institucionalización de las voluntades, tiene sentido, por ende, la crítica de Castro-Gómez al señalar que es una visión política organicista, donde el sistema político, la sociedad civil son instancias unidas por una voluntad colectiva; (iv) lo anterior es así porque para Dussel la política no tiene un fundamento propio o autónomo, hay que recordar que él recurre a la ética de la liberación para justificar racionalmente la política, acude a una instancia normativa que despolitiza la autonomía de la potentia.


Bibliografía

Castro-Gómez, S. (2015). Revoluciones sin sujeto. Slavoj Zizek y la crítica del historicismo posmoderno. México D.F: Ediciones AKAL.

Dussel, E. (2006). 20 tesis de política . Madrid, España : Siglo XXI.

Dussel, E. (2007). Política de la liberación. Historia mundial y crítica . Madrid, España : Editorial Trotta.

Dussel, E. (2009). Política de la liberación. Volumen II, Arquitectónica . Madrid, España: Editorial Trotta.


[1] Para profundizar en esta crítica, ver: Revoluciones sin Sujeto. Santiago Castro-Gómez (2015). Ediciones Akal, México, D.F. Pág. 341-342.

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