Por: Santiago Pulido Ruiz
Atilio Borón hace parte del conjunto de autores latinoamericanos que han reflexionado sobre el Estado y la Sociedad Civil a partir del estudio del capitalismo contemporáneo y del proceso de apertura democrática. Dos propósitos componen este artículo: primero, caracterizar el Estado desde la idea de autonomía relativa y desde el análisis marxista multidimensional. Segundo, esbozar las nuevas formas de relacionamiento entre Estado y Sociedad Civil en América Latina a partir de la transición democrática de los años 80’.
En primer lugar, el politólogo argentino
afirma que hay un cierto olvido de la autonomía relativa del Estado en la
teoría política marxista y en la teoría política liberal. En Estadolatría y teorías estadocéntricas
Para el caso de “la ciencia política de
inspiración liberal los vínculos entre estado y sociedad fueron disueltos”
Es decir, tanto el liberalismo como el marxismo “instrumentalista” redujeron el papel del Estado y la Sociedad Civil a sus mínimas contradicciones. El primero creyó ver en el Estado un aparato “neutral” y técnico de administración de los asuntos comunes[1], mientras la Sociedad Civil fue interpretada como el espacio de “no interferencia” de lo estatal, caracterizada por la “libre” competencia de intereses y la ausencia de la diferencia entre clases sociales.
El liberalismo comprende la vida social como una amalgama de ordenes distintos e independientes que no guardan relación alguna, ni jerárquica ni estructural, con el Estado.
“En lugar
de postular la determinación social de la conducta estatal, en la tradición
liberal se habla de la relación entre estado y sociedad civil a partir de la
noción de “representación”. La dominación clasista se diluye por completo, y en
su reemplazo aparece la representación de los intereses sociales en el seno del
estado”
Por su parte, el marxismo vio en el Estado la representación de las clases dominantes y el instrumento garante del régimen de clases. El Estado es, entonces, el garante de las condiciones de dominación y explotación en el capitalismo. La diferencia de clases será la clave de interpretación marxista para asignar los roles revolucionarios/reaccionarios dentro de la Sociedad Civil y excluir, de paso, la posibilidad de disputa al interior del Estado realmente existente.
A contrapelo del reduccionismo tanto del liberalismo como del marxismo “instrumentalista”, Borón propone cuatro condiciones características del fenómeno estatal. El Estado es:
“(a) un
“pacto de dominación” mediante el cual una determinada alianza de clases
construye un sistema hegemónico susceptible de generar un bloque histórico; (b)
una institución dotada de sus correspondientes aparatos burocráticos y
susceptible de transformarse, bajo determinadas circunstancias, en un “actor
corporativo”; (c) un escenario de la lucha por el poder social, un terreno en
el cual se dirimen los conflictos entre distintos proyectos sociales que
definen un patrón de organización económica y social; y (d) el representante de
los “intereses universales” de la sociedad, y en cuanto tal, la expresión
orgánica de la comunidad nacional”
Borón plantea, con estas cuatro condiciones,
un análisis multidimensional del Estado desde la perspectiva marxista. Para él,
la capacidad y riqueza del pensamiento crítico se encuentra a la hora de
diagnosticar las múltiples determinaciones concretas de la vida estatal. Sin
embargo, el problema de la autonomía relativa del Estado “sólo tiene sentido
dentro de un esquema analítico que asuma el carácter unitario y contradictorio
de la realidad, esto es, dentro de un modelo de análisis dialéctico”
Si se tiene en cuenta la condición (a), (b) y
(c), el carácter clasista del Estado no depende de la procedencia social del
grupo dirigente, se trata, más bien, de una estructura interna “del aparato
estatal que, en su funcionamiento, pone en evidencia la selectividad clasista
de sus políticas públicas, tanto por medio de aquellas afirmadas
propositivamente como de las “no-políticas”, o de la política que se desprende
de la inacción estatal”
De cierto modo, Borón comparte la misma preocupación de Zavaleta Mercado respecto a la cualidad del Estado. Pues no es suficiente, para ambos autores, con la descripción de los procesos internos y el resultado de la correlación de fuerzas en el Estado. Desde luego, estos son componentes fundamentales en el análisis multidimensional, pero no constituyen sus elementos determinantes. Luego siempre será necesario identificar la cualidad del Estado, y esta no puede ser otra que su carácter de clase.
Se podría decir que el Estado clasista “se
asienta en mecanismos estructurales que articulan y combinan –mediante compromisos siempre
dificultosos y provisorios– las necesidades de la acumulación capitalista con
los imperativos emanados de los intereses universales de la sociedad”
“Estado y sociedad [según Borón], no pueden ser
considerados como sectores aislados porque ni el primero puede ser plenamente
comprendido sin su articulación con la segunda, ni ésta puede ser adecuadamente
explicada por sí misma, apelando a la ficción de una sociedad “sin estado” que
es tan fantasiosa como la imagen de un aparato estatal flotando por encima de
la sociedad”
Esto requiere de un esquema dialéctico que
vuelva a reconciliar los vínculos rotos por el liberalismo. Es inexplicable el
Estado capitalista si no se dialectiza la relación entre Estado y Sociedad
Civil, entre Economía y Política y se hacen de ellos vínculos complejos
“no-lineales, no-mecánicos y no-deterministas que las funden en un todo
orgánico”
Después de revisar la comprensión de Estado, es importante esbozar, como segundo objetivo, la forma específica de relacionamiento entre Estado y Sociedad Civil en el marco de la apertura democrática de los años 80’. Atilio Borón sugiere que la transición democrática en América Latina no fue exclusivamente un acuerdo entre élites por transformar los regímenes autoritarios de finales de década de los 70’, sino que también representó una “resurrección” de la Sociedad Civil que exigía, además de la institucionalización de reglas mínimas para el juego democrático, la transformación del orden social hacia una “buena sociedad”.
De algún modo, la refundación del orden
democrático en América Latina implicaba, además de restructurar el régimen
político, una apuesta por “la igualdad concreta de los productores y la
libertad efectiva de los ciudadanos”
Precisamente, el doble cuestionamiento de los
sectores populares movilizados parece obedecer a dicha aspiración: por un lado,
cuestionaban el orden político dictatorial y la consecuente supresión de
libertades formales y, por el otro, al sistema general de injusticias y
desigualdades sociales producto del desarrollo capitalista dependiente.
Entonces, lo fundamental de la transición democrática es que es el producto de
luchas populares que, en su papel activo, cuestionaron “hasta qué punto puede
progresar y consolidarse la democracia en un cuadro de inmiseración
generalizada”
La cuestión democrática, por ende, no solo se
reducía a renovar las formas histórico-concretas del régimen político (aunque
finalmente haya quedado reducido a eso), sino que interpeló directamente al
Estado capitalista dependiente en cuanto a su incapacidad por proporcionar,
simultáneamente, igualdad política y económica. Es decir, la transición de los
años 80’ permitió articular demandas políticas y económicas bajo la bandera de
la democracia como aquella “herramienta eficaz para asegurar la transformación
social y la construcción de una “buena sociedad”
En conclusión, la democracia en América Latina ha sido una conquista, principalmente, de los sectores populares y subalternos movilizados. Reflejo de la relación dialéctica, compleja y tensionante entre Estado y Sociedad Civil y producto de una:
“particular
correlación de fuerzas que se verifi[ca] en distintos momentos de la vida
nacional y, además, de la capacidad de las clases subalternas para cristalizar
esos delicados e inestables equilibrios en un conjunto de instituciones
político-estatales que garanticen eficazmente [su] perdurabilidad”
Para finalizar, a la pregunta qué hacer con el Estado,
teniendo en cuenta los dos propósitos establecidos en este apartado, Borón dirá
(en respuesta a las posturas de contrapoder) que, aunque se hable de
“desestatización” o “descentramiento” del Estado, éste seguirá siendo el
soporte fundamental de toda sociedad de clases. Es necesario realizar el examen
preciso sobre su estructura y funcionamiento y contar “con estrategias
adecuadas para enfrentarlo porque la realidad del poder no se disuelve en el
aire diáfano de la mañana gracias a una apasionada invocación a las bondades
del "antipoder" o del "contrapoder"”
Bibliografía
Boron,
A. (2003). "Contrapoder" y "antipoder". Notas sobre un
extravío teórico-político en el pensamiento crítico contemporáneo. Chiapas
N° 15, 143-162.
Borón, A. (2003). Estadolatría y
teoría "estadocéntricas": notas sobre algunos análisis del Estado
en el capitalismo contemporáneo. En A. Borón, Estado, capitalismo y
democracia en América Latina (págs. 263-289). Buenos Aires, Argentina:
CLACSO.
Borón, A. (2003). La transición hacia
la democracia en América Latina: problemas y perspectivas . En A. Borón, Estado,
capitalismo y democracia en América Latina (págs. 227-262). Buenos Aires,
Argentina: CLACSO.
Borón, A. (2003). Mercado, Estado y
Democracia. . En A. Borón, Estado, Capitalismo y Democracia en América
Latina (págs. 133-172). Buenos Aires, Argentina: CLACSO.
Boron, A., & Gladys, L. (2006). Introducción . En A. Boron, & L. Gladys, Política y movimientos sociales en un mundo hegemónico. Lecciones desde África, Asia y América Latina (págs. 11-34). Buenos Aires, Argentina: CLACSO.
[1] Esta es la
razón por la cual Borón afirma que el liberalismo confunde, ramplonamente,
gobierno con Estado.
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