Por: Santiago Pulido Ruiz

El trabajo teórico de Rancière representa, desde todo punto de vista, una renovación conceptual en la teoría política contemporánea. Sus reflexiones entrecruzan política con la dimensión simbólica y estética de la corporalidad. Pretendemos aproximarnos en este artículo a algunas de sus consideraciones en torno al poder como intervalo, torsión y desdoblamiento de la dominación. De igual forma, sostendremos que la concepción ranceriana de Estado, siguiendo a Quintana (2020), no es antiinstitucionalista o antiestatal, sino antiestadocéntrica.

Para ello, se proporcionarán algunas claves para interpretar el concepto de Estado – Poder en el pensamiento del filósofo francés. Será importante leer estos dos conceptos desde el ángulo del desacuerdo y desde el concepto de intervalo-écarts1.

Para iniciar, hay que resaltar que la teoría política ranceriana, en lugar de explicar la dominación, parte de la pregunta por las condiciones de posibilidad para emanciparse. En primer lugar, una distinción básica de la constelación categorial de Rancière consiste en la diferenciación entre política - policía. En El Desacuerdo (1996), Rancière entiende por policía:

un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir (…); es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido” (Ranciére, 1996, pág. 44)

La característica principal de la policía es ser un especifico reparto de lo sensible. Esta no es reducida, como en el caso de los AIE althusserianos, a la ley que interpela al individuo. Para Rancière es algo más complejo, significa un “llamado a la evidencia de lo que hay, o más bien, de lo que no hay” (Ranciére, Política, policía y democracia, 2006, pág. 71). En Política, policía y democracia (2006) sostiene que:

La política se opone específicamente a la policía. [Pues] La policía no es una función social sino una constitución simbólica de lo social. Lo esencial de la policía no es la represión, ni siquiera el control sobre el vivo. Su esencia es un cierto reparto de lo sensible.” (Ranciére, Política, policía y democracia, 2006, pág. 70)

Por su parte, la política representa la perturbación del arreglo social, la alteración de los sin-parte al orden dado. Es decir, mientras la policía representa una distribución de funciones, espacios, formas de conducta y de ser, la política constituye el conflicto -lo que Rancière llamará el momento del litigio- para intervenir, en adelante, sobre lo visible y enunciable.

La esencia de la política es el disenso… [Como] manifestación de una separación de lo sensible consigo mismo. La manifestación política deja ver lo que no tenía razones de ser visto, aloja un mundo en otro” (Ranciére, 2006, pág. 73)

Hay, en ese sentido, política en tanto son alteradas, sensiblemente, las divisiones del orden policial. Para Rancière, la manifestación de la política supone un desplazamiento de un cuerpo a un lugar que antes no le correspondía. Este desplazamiento evidenciaría, por un lado, el carácter contingente del orden y, del otro, la aparición del supuesto de igualdad por parte de los sin-parte. La política -entendida desde esta idea de irrupción- tendría lugar en la confrontación de dos procesos heterogéneos: el primero asociado al orden existente de cosas (orden policial); el segundo como prácticas de igualdad y dislocación (Ranciére, 1996).

Con lo anterior, Rancière ubica el conflicto como registro constitutivo de lo político. Pero, ¿qué tiene que ver estas reflexiones sobre la Política y la Policía con la idea general del poder? Al respecto, Rancière dirá que tanto política como policía no obedecen a ejercicios restrictos de la dominación-represión. De cierta forma, Rancière rompe con la fórmula foucaultiana “donde hay poder, hay resistencia”. Pues renuncia, en El Desacuerdo (1996), al pasaje de los dominios. En consecuencia, el asunto es más complejo que un poder policial presente todo momento y en todo espacio y una política heroica de la resistencia.

Es importante decir que nada es en sí mismo político, por el solo hecho de que en él se ejerzan relaciones de poder. Para que una cosa sea política, es preciso que dé lugar al encuentro de la lógica policial y la lógica igualitaria, el cual nunca está preconstituido” (Ranciére, 1996, pág. 48).

De este modo, no hay una separación entre lo constituyente y lo constituido en Rancière. Para el francés no hay un poder constituyente que deviene de una negatividad radical, no hay un exterior a-histórico que transforma radicalmente la naturaleza del Estado y la dominación. Sugiere Laura Quintana (2020) que:

(a) política y policía no son dos ámbitos ontológicos distintos, sino dos lógicas que atraviesan la heterogeneidad del campo social (…); (b) que la policía no es el terreno de la dominación, sino una lógica inestable que tiene efectos de sujeción y desigualdad, pero que puede desdoblarse y reutilizarse para dar lugar a torsiones [y] producir formas y efectos de emancipación” (Quintana, 2020, pág. 318).

De modo tal que la frontera entre lo constituyente - constituido es contingente. No son dos dimensiones dadas, sino que son producto de prácticas reales de sujetos políticos y sociales, consecuencia de múltiples ensamblajes y desensamblajes. Tanto las instituciones estatales pueden convertirse en espacios de reafirmación de igualdad, como, eventualmente, los movimientos extra-estatales pueden ser soportes del despliegue de la lógica policial.

Para mí no existe la política por un lado y la policía por el otro, sino puestas en escena de su relación: esta puesta en escena puede ser una filosofía política que deje una brecha-intervalo [écart] entre lo justo y lo injusto” (Quintana, 2020, pág. 319) citando a (Rancière: 2011d: 217).

En conclusión, la irrupción de lo constituyente en lo constituido no depende del conocimiento/desconocimiento de la posición en lo social, tal como afirmaba el marxismo althusseriano, sino de prácticas y dislocaciones contingentes de un cuerpo y el despliegue de sus capacidades. “Lo que importa, de nuevo, es la brecha-intervalo, el écart, y los cruces heterológicos que este supone entre la lógica de la política y la de la policía” (Quintana, 2020, pág. 319). Hasta acá la revisión sobre el poder.

En segundo lugar, es necesario detenerse en algunas consideraciones de Rancière sobre el Estado y las instituciones. Aunque son relativamente marginales las notas y apuntes del filósofo franco-argelino sobre este asunto, se sostendrá la hipótesis de Laura Quintana según la cual a Rancière no le es indiferente la cuestión del Estado y su posición puede interpretarse como antiestadocéntrica. Para Quintana, la lectura del Estado de Rancière reconoce que la dimensión institucional “puede estar abiert[a] al conflicto y a las alteraciones producidas por los movimientos igualitarios, cuya autonomía por lo demás no tiene que conducir a una posición autonomista o antiestatalista” (Quintana, 2020, pág. 314).

No existe en Rancière una problematización frente a la naturaleza del Estado. No es una discusión que le interese. Sus reflexiones van más en dirección de pensar la acción social colectiva desde las instituciones o la pregunta sobre cómo prolongar las transformaciones en y más allá del Estado, independientemente de su naturaleza estrecha o ampliada.

No obstante, el autor franco-argelino ya aseguraba, en El Desacuerdo (1996), que no identificaba policía con “aparato de Estado”, pues

la noción de aparato del Estado, en efecto, está atrapada en el supuesto de una oposición entre Estado y sociedad donde el primero es representado como la máquina, el "monstruo frío" que impone la rigidez de su orden a la vida de la segunda” (Ranciére, 1996, pág. 44).

A contrapelo, Rancière dirá que el Estado no es un lugar homogéneo. “Su configuración está determinada por un estado de las relaciones entre la lógica política y la lógica policial” (Ranciére, 1996, pág. 49), sin embargo, el filósofo no termina por relativizar su figura. Aunque la apuesta ranceriana es antiestadocéntrica, el franco-argelino reconoce que el Estado es aquel lugar privilegiado donde se disimula la distribución y repartición sensible. Por lo que asegura que ninguna cosa es en sí misma política porque la política no existe sino por un principio que no le es propio, la igualdad” (Ranciére, 1996, pág. 49).

Con esto, trata de demostrar que, aunque pueda reconocer una complejidad atravesada por tensiones y conflictos al interior del Estado (de ahí su heterogeneidad), ni la política ni la transformación social se agota en el núcleo estatal. Precisamente, su postura antiestadocéntrica lo lleva a pensar una emancipación colectiva desde y más allá del Estado.

El Estado "modesto" es un Estado que pone a la política como ausencia, que, en suma, se desprende de lo que no le atañe -el litigio del pueblo- (…). Hoy en día, el Estado se legitima al declarar imposible a la política” (Ranciére, 1996, pág. 139).

En consecuencia, el Estado, aunque atravesado por múltiples determinaciones, suprime los intervalos-brechas y el supuesto de igualdad. Por más compleja que sea su definición de policía, el Estado seguirá siendo el instrumento privilegiado para contener la política.

Rancière se propone instituir formas de libertad e igualdad, sin que se reduzca “a una configuración estatal establecida2, porque ellas justamente la confrontan, problematizan y reconfiguran” (Quintana, 2018, pág. 460). La propuesta de Rancière piensa “que lo político (…) tiene que ver con la manera en que, en medio de estas relaciones de gobierno, y no en ellas o por medio de ellas, logra afirmarse un poder común de los anónimos” (Quintana, 2020, pág. 326).

(*) El anterior artículo es el resultado parcial del proyecto de investigación de pregrado en Ciencia Política (Universidad del Tolima) que adelanta el autor. 

1 Aquí se acude a la traducción de Laura Quintana (2018), quien afirma que esta noción: “contiene, a la vez, en una sola palabra la idea de ‘brecha’, ‘espaciamiento’ e ‘intervalo’ por la idea de ‘intervalo’ o ‘intersticio’, pues con esta noción Rancière alude a rupturas y transformaciones en el tejido de la experiencia que la dividen, re-articulando los elementos y fronteras que constituyen sus ensamblajes, en otras distribuciones que se dan en el entre de aquellos, y no trascendiéndolos. Por eso, como lo destaca Rancière se trata de una figura clave para indicar que todos los elementos, las multiplicidades de un ensamblaje social, no se corresponden completamente entre sí”. (Quintana, 2020, pág. 450)

2 Cursiva de la autora.


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