Daniel Felipe Barrera Arias
Edwin Andrés Martínez Casas

Ilustraciones: Valeria Giraldo.

Tengo Miedo Torero, título inspirado por la letra de una canción, es una novela en cuyas páginas se contornean de un lado, una dolorosa y realista radiografía de una sociedad abruptamente segmentada, en un país que se intenta sacudir del polvo del   decante y agonizante régimen pinochetista en su última década en el gobierno, es por ese entonces donde tiene lugar el atentado fallido al general Chileno, para ser más exactos el 7 de septiembre de  1986 y, de otro lado, un amor disidente y arrabalero.
Su desarrollo podría crear la sensación de ser este un libro más de amor, con la cursilería típica del amor romántico: de entrega y  renuncia absoluta, de uno que engaña y de otro que desea ser engañado porque con eso le basta para consolarse; pero eso no es suficiente para categorizarla como una novela romántica; por eso nuestro autor le añade toda la sensualidad travestida, situándose en  un país costero, su natal Chile, con la brisa golpeando en el rostro y un buen vino para acompañar el picnic en la playa,  siempre haciendo juego  con  vestidos coloridos y rimbombantes para una fina  y delicada galantería entre hombres, digna de un Dandi.
Tampoco podrían faltar escenas donde el amor lleva a nuestros personajes a poner sus vidas en riesgo, quizás porque para el autor -y eso lo demuestra con su personaje principal, la loca del frente- amar es en sí mismo jugarse la vida. En palabras de nuestro escritor -disfrazado como protagonista- Dar por un querer la vida misma, sin morir, como en el bolero interpretado por Benny Moré. Después de leer esta novela no resulta difícil de imaginar por qué el escritor chileno, Roberto Bolaños, consideró a Pedro Lemebel, uno de los mejores escritores de chile y “el mejor poeta de mi generación”, aunque no haya escrito poesía.
Vale la pena, entonces, indagar por las implicaciones que podría tener el dar la vida sin morir, dar por sentado la derrota en las grandes batallas, y jugarse el todo en las situaciones que en condiciones de amor “normal” se subestimaban e incluso se menosprecian, esas tendrán que reivindicarlas como la gran epopeya afectiva.
Si una cosa es evidente, es que el amor heterosexual difiere de manera radical con el amor bollero. El visceral relato de Lemebel es contado desde las trincheras de la homosexualidad, adentrarse en la forma de sentir el amor para un homosexual, con ínfulas travestis, enamorado de Carlos, un muchacho heterosexual universitario de izquierda y militante del frente patriótico, en tiempos de dictadura militar con su atávico señorío homofóbico. En el desarrollo de la historia, poco a poco amor y política se van encontrando, imbricando.
Por eso, poca gala le haríamos a nuestro autor si solo la definiéramos simple y llanamente como una novela de amor; resulta que este desgarrador relato no se detiene allí. Su poder de atracción deviene de la capacidad de narrar con una prosa sarcástica e irreverente -una irreverencia que permite que los cuerpos abyectos y disidentes se politicen- cómo un homosexual de los arrabales, poco interesado en política, se ve interpelado por un joven universitario que es el foco de sus inconfesables pasiones. La loca del Frente se va politizando y politiza su amor y, de esta forma, la narrativa amorosa se despliega hacia una denuncia político-performativa de las atrocidades más rancias cometidas por la dictadura, en donde el cuerpo es una extensión de su obra, pero también un reclamo por los límites emancipatorios que en materia erótico-sexual caracterizan al discurso político de las izquierdas, sumado a la inveterada homofobia de la extrema derecha y los círculos castrenses.
Así, por un lado, encontramos una elite rancia, conservadora, encarnando un proyecto de nación anti-intelectual, militarizado y chapucero, personificado en la narración de la esposa de A. Pinochet, Lucía, una mujer rezandera, cantaletuda, dominada por odio inmenso a los pobres, maricas e izquierdistas, su vida se desenvuelve en una abstracción de viajes, opulencia y despilfarro de accesorios y ropa, dueña de un elitismo ramplón.
De otro lado –o mejor, en frente- se encuentra mi loca,  tu loca, o nuestra loca; un   travesti pobre, que cree no interesarle la convulsión política de su país, que trabaja cosiendo manteles  para la alta alcurnia de Santiago, simbolizando la ciudadanía subalterna, edificando su dignidad día a día, su casa sus vestidos son una revalorización de los cuerpos, y reclamando su  derecho doble a  la diferencia, Porque ser pobre y maricón es peor[1],  es así como logra  politizar y poetizar su cuerpo, irrumpe el ano y se acomoda en el pedestal más sublime del deleite y la obscenidad sexual, pasa de ser excrecencia a libido, la traición al patriarcado.
 Recordando además que la loca del frente como se le menciona en el relato, es la excluida dentro de los excluidos; los militares se burlan de ella y la tratan de anormal. Los jóvenes y testarudos militantes de izquierda no la consideran capaz de hacer parte de su organización, incapaz de resistir un interrogatorio, no es tan hombre para que los oficiales del ejército lo vean como un enemigo potencial, ni tan mujer para hacer parte de la organización, por eso jamás le cuentan nada, aunque ella ya lo sepa todo.

Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?.[2]

Lemebel se eleva como un referente de la literatura homosexual y contestataria, innova al hacer parte del selecto grupo de escritores que bifurca un mundo de letras que logra recrear personajes homosexuales sumidos en la pobreza, que más allá de sus diatribas políticas están sus letanías sexo-afectivas, sus inquietudes vitales y sociales pasan por deseo de gozar de un sexo de barba mal afeitada y de pestañas postizas que se caen en los mete y saca de la lujuria.
 La loca de enfrente se pasó la vida de la manera más pinpina, trasgrediendo y pisando al filo de sus punta tacón a la   dictadura como a la atávica izquierda.
No quisiera dejar pasar esta reseña sin manifestar lo excitante de la novela de Lemebel, el éxtasis desenfrenado que se apodera del lector al galantear con este sugestivo relato, su picardía sexual es una oda al eros, demostrando que para nuestro autor la homosexualidad es una actitud literaria y política. Así lo demostrará con su barroca escritura.
Tal longitud excedía con creces lo imaginado, a pesar de lo lánguido, el guarapo exhibía la robustez de un trofeo de guerra, un grueso dedo sin uña que pedía a gritos una boca que anillara su amoratado glande. (…)  Las mujeres no saben de esto supuso, ellas solo lo chupan, en cambio las locas elaboran un bordado cantante en la sinfónica de su mamar. Las mujeres succionan nada más, en tanto la boba-loca primero aureola de vaho el ajuar del gesto, La loca degusta y luego trina su catadura lirica por el micrófono carnal que expande su radiofónica libación.” (Pág., 88)
Sin embargo, la crueldad de los amores prohibidos e imposibles por el miedo a estallar las etiquetas hace presencia, por más izquierdista y revolucionario que sea el ser amado; porque a veces la idea de emancipación no alcanza como para que el interpelado se decida a vivir el vértigo de un amor disidente. Carlos añoraba el éxito del atentado contra el dictador, pero no estaba dispuesto a soportar un atentado contra su hombría, contra su papel de macho puesto en cuestión por un amor marica. Allí, aparece la renuncia como el sino trágico y cruel de un amor de una sola vía, el de la loca del frente, por la imposibilidad de la correspondencia. Ante ello, la renuncia emerge como la única alternativa:
Pero a mis años no puedo salir huyendo como una vieja loca detrás de un sueño. Lo que nos hizo encontrarnos fueron dos historias que apenas se dieron la mano en medio de los acontecimientos. Y lo que aquí no pasó, no va a ocurrir en ninguna parte del mundo. Me enamoré de ti como una perra, y tú solamente te dejaste querer. ¿Qué podría ocurrir en Cuba que me ofrezca la esperanza de tu amor…? “tu silencio ya me dice adiós”, como dice la canción. Tu silencio es una cruel verdad, pero también es una sincera respuesta. Tu silencio es una cruel verdad, pero también es una sincera respuesta. No me digas nada porque está todo claro. ¿Te fijas, cariño, que a mí también me falló el atentado?





Pedro Lemebel, Tengo miedo Torero,  Editorial planeta Chile S.A. 2019
Impresión: Nomos S. A. Bogotá Colombia  




[1] Manifiesto (hablo por mi diferencia), fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile. Véase: Lemebel, Pedro, Loco Afán, Crónicas de sidario.
[2] Manifiesto (Hablo por mi diferencia)

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