Claudia Giovanna Rivera Tirado.
Antropóloga y Magíster en Estudios de Género. 
Universidad Nacional de Colombia. 
Soñadora de otros mundos más amables y Lesbiana Feminista.


Ilustración: Valeria Giraldo Lizcano.

"Me fragmentarán y a cada pequeño pedazo el pondrán una etiqueta."
Gloria Anzaldúa
"No tengo claro que la realidad sea algo establecido
de una vez por todas, y haríamos bien
en instar a la especulación sobre la relación dinámica entre
fantasía y la realización de nuevas realidades sociales."
Judith Butler


 Al definirme como feminista y políticamente lesbiana lo hago desde mi particular compresión de ambas posturas. Particular no quiere decir que sea sólo mía o que sea la única comprensión posible. Al contrario, es una construcción académica-política producto de encuentros y desencuentros, tejida en medio de contradicciones, no inocentes sino conscientes, vívidas.
Por ello quiero hacer explícita cuál es esa comprensión del sujeto lésbico-feminista que práctico, erijo y ambiciono. En primer lugar, considero elemental reconocer la categoría <<sexo>> como una construcción cultural particular, no natural, basada en la heterosexualidad obligatoria e impuesta por occidente a través de la colonización. El <<sexo>> hace parte del actual contexto de colonialidad; asigna a los sujetos ciertos roles sociales, otorga poder a unos y despoja a otros. La “diferencia sexual” es una ficción binaria que produce <<hombres>> y <<mujeres>>, sostenida por el saber-poder, las instituciones y el “sentido común” a beneficio de aquellos signados en la posición de privilegio, a saber: hombres, blancos, heterosexuales y burgueses. No obstante, en el contexto colonial de América, dicha diferenciación dominó el panorama cultural a través de pactos entre hombres blancos y aquellos leídos como hombres negros e indígenas, despojando de poder a aquellas interpretadas como mujeres; alianzas cómplices que aún se sostienen sin hacer conciencia de las pérdidas y olvidos culturales que esto conlleva.
A raíz de ello parece imprescindible abolir la categoría <<sexo>> y junto a ella a <<hombres>> y <<mujeres>>, pues justamente la ideología de la diferenciación corporal oculta la regulación de poder primario, en palabras de Monique Wittig: “La opresión la crea el sexo y no al revés” ([1978], 2006:22). Y es precisamente Wittig quien propuso que las lesbianas “no son mujeres pues se escapan de la apropiación económica, ideológica y política de un hombre” (Ibíd., p. 36). Sin embargo, considera que la categoría de mujeres, entendida desde una perspectiva feminista materialista, es necesaria para iniciar una lucha de clases entre <<mujeres>> y <<hombres>>, donde la finalidad sea la abolición de las mismas.
Así, Monique Wittig fue consciente del origen de <<mujeres>> como categoría política subordinada, y por otra parte, de su utilidad entendida como clase en resistencia:
Es nuestra tarea histórica, y sólo nuestra, definir en términos materialistas lo que llamamos opresión, analizar a las mujeres como clase, lo que equivale a decir que la categoría <<mujer>> y la categoría <<hombre>>, son categorías políticas y económicas y que, por tanto, no son eternas. Nuestra lucha intenta hacer desaparecer a los hombres como clase, no con un genocidio, sino con una lucha política. Cuando la clase de los <<hombres>> haya desaparecido, las mujeres como clase desaparecerán también, porque no habrá esclavos sin amos. ([1978], 2006:38)
Es necesario hacer la salvedad, que Monique Wittig entendió la clase de sexo como universal, reducida a una experiencia patriarcal particular que tan sólo da cuenta de la vivencia de las mujeres blancas de clase-media, dejando por fuera las experiencias de las sujetas de color, pobres, lesbianas, masculinas, migrantes, trabajadoras, discapacitadas etc., es decir, no hizo los vínculos entre las opresiones a causa de la diferenciación sexual, con otras diferencias igualmente construidas, como raza, clase, nacionalidad, lugar de habitación, entre otras.
Por otra parte, al ubicar a las lesbianas más allá de las <<mujeres>> realizó un desplazamiento –en apariencia- de la identidad lesbiana fuera de la categoría <<sexo>>, e instauró una discusión importante al interior de los feminismos y los feminismos lesbianos. ¿Existe un afuera de la categoría sexo? O al señalar un más allá lo hace en referencia al <<sexo>>, ¿Qué le ocurre a la sujeta lesbiana con la apropiación colectiva de la clase mujeres, se fuga de ésta? De acuerdo con las palabras de Yuderkys Espinosa:
La lesbiana no es una mujer pero tampoco puede dejar de serlo. La lesbiana sólo es posible de ser producida dentro de la matriz de género. Fuera de ella su existencia es imposible. En esta matriz se forma, en ella se ha producido su deseo abyecto. Sabemos también que su deseo es un anti deseo que circula como amenaza, cumple una función específica dentro de las operaciones destinadas a regular la institución de la heterosexualidad (Espinosa, 2006: 5).
Como anti-deseo dentro del orden impuesto de la heterosexualidad identificarse como lesbiana es un acto claro de resistencia, pero esta resistencia no renuncia a los órdenes de la diferenciación sexual, es decir, está atrapada al interior de los discursos dominantes al respecto del <<sexo>>.
Ahora, parafraseando a Yuderkys Espinosa, si las lesbianas no somos una liberación en sí, pero nuestro proyecto si, deberíamos estar dispuestas a la autoaniquilación. ¿Lo estamos? Si las lesbianas dejamos de ser mujeres corremos el riesgo de desaparecer. Por mi parte, estoy dispuesta, me gusta asumir el riesgo, considero que la identidad lesbiana en muchos casos niega transformaciones radicales del status quo basado en la diferenciación sexual, reafirma el binarismo y la colonialidad del género. Sin embargo, me nombro políticamente lesbiana, y me rehúso a esencializar, como lo hacen las políticas identitarias, dicha posición, he aquí la contradicción –que asumo consiente- de la que hablaba, ¿Por qué lo hago?
Me permito habitar la contradicción, porque considero que habitamos mínimo dos temporalidades (Preciado: 2002) y múltiples escenarios de lucha en simultáneo. Una temporalidad que parece lenta, casi estable, representada como eterna, de origen natural, que se erige gracias a las instituciones sociales, la colonialidad del poder, el Estado y la creación del “sentido común”, etc. Como lesbianas al entrar en relación con esta temporalidad realizamos un primer acto de resistencia, inmediato, válido y necesario. Su importancia radica en desestabilizar la heterosexualidad obligatoria y el orden imperante del sistema género colonial moderno. Sin embargo, no es suficiente, no es una postura radical a la vista de otras temporalidades.
Como dije, habitamos mínimo dos eventualidades en relación al tiempo, esta otra no es lineal, no corresponde con una idea de origen natural, de causalidad directa, allí la posición lesbiana es más que una herencia colonial que nos atrapa en el pensamiento binario. Eventualidad temporal que no entra en diálogo con a los tiempos institucionales, estatales y políticos tradicionales. Opera como fractal en la contingencia de actos que no pueden ser leídos por el status quo.
No tenemos control de ella, se adscribe al efecto mariposa tras acciones subversivas que generan reacciones múltiples. En ella, los sujetos renuncian a las identidades como esencia, como unidad de acción política, a conciencia de saber que las masas identitarias homogenizan, diluyen a los sujetos, niegan particularidades, otros mitos de origen, o la renuncia a ellos; de querer una trasgresión radical a lo que parece eterno. En esta temporalidad simplemente identificarse como lesbiana no es subversivo, es conceder, es ser cómplice de la reproducción de los poderes bajo la sociedad diferenciada sexualmente.
Por ello las luchas identitarias que apelan a universales de raza, clase, sexo etc., sin revisar de forma crítica sus orígenes e imbricaciones son fácilmente cooptadas por los discursos hegemónicos, pues no rompen sus cimientos, logran desestabilizar sí, pero los discursos hegemónicos/coloniales saben acomodarse, resistir y perdurar.
Entre líneas se puede evidenciar, que ejecuto un posicionamiento estratégico, el cual cumple una función de resistencia inmediata en la primera temporalidad descrita, pero que espero y aspiro a colapsar. Deseo no tener que recurrir al error de las identidades para resistirme a los órdenes sociales. Bien lo consignó Donna Haraway (1995) a través de su propuesta de sujetos Cyborgs:
(…) un mundo cyborg podría tratar de realidades sociales y corporalidades vividas en las que la gente no tiene miedo de su parentesco con animales y máquinas, ni de identidades permanentemente parciales ni de puntos de vista contradictorios. La lucha política consiste en ver desde las dos perspectivas a la vez, ya que cada una de ellas revela al mismo tiempo tanto las dominaciones como las posibilidades inimaginables de otro lugar estratégico. La visión única produce peores ilusiones que la doble o que monstruos de muchas cabezas. Las unidades ciborgánicas son monstruosas e ilegítimas (Haraway, 1995:263).
Puedo decir que soy hija ilegítima –rebelde, contestaria, auto-exiliada- de los feminismos liberales, de la sororidad patriarcal, de lo LGBT, de las políticas de reconocimiento, que reniego de éstas herencias feministas por sus grandes olvidos y ficciones universales. No obstante, me puedo decir mujer cuando me halle en un contexto misógino, defenderé políticas basadas en el reconocimiento identitario por luchas en lo inmediato que se deben dar. Lo que sugiero es un sujeto del feminismo que no esté adscrito de forma acrítica a las identidades/posiciones, que no declare inocencia ante las contradicciones de transitar en simultáneo en diferentes tiempos y lugares, que imagine otras posibilidades de relación que colapsen las ficciones de los sistemas coloniales del orden social. “No se trata de un lenguaje feminista común, pero sí de una poderosa infiel heteroglosia” (Haraway, 1985, 311).
Requerimos de propuestas organizativas, contestarias y consientes de las contracciones inevitables de las luchas feministas, éstas ya han sido imaginas desde distintos lugares geográficos, entre ellas puedo señalar a: Gloria Anzaldúa con su sujeto la “New Mestiza”; Beatriz Preciado con su idea de una Sociedad Contrasexual compuesta por cuerpos hablantes; Donna Haraway y su sujeto Cyborg; Itziar Ziga y su Manada de Perras; Virginie Despentes y su teoría King Kong; Teresa de Lauretis con su apuesta de posición excéntrica; etc. De todas ellas he bebido, y sé que de una manera u otra proponen la desintegración de la “diferencia sexual” y recurren a creativas estrategias políticas distintas en función de este objetivo. Algunas incorporan una visión interseccional que amalgama las experiencias subjetivas y las acciones a emprender bajo más sistemas de dominación que operan al unísono.
Me propongo describir, en breve, cada una de estos proyectos con el fin de dejar en el registro textual que sí es viable imaginar otros mundos posibles, y que de forma creativa se puede apostar por otros sujetos que se tomen en serio la transgresión, el respeto y la equidad local-global.
Virginie Despentes en 2006 da a conocer su teoría King Kong fruto de un posicionamiento “femenino” borde, que rehúsa a encajar en la categoría <<mujer>>. Se ubica entre las invendibles, las torcidas, las feas, las que llevan la cabeza rapada, las viriles, las que no saben vestirse, las que no tienen miedo de oler mal, las que tiene los dientes podridos. Las que no pueden ser reconocidas como “buenas mujeres” porque simplemente no les interesan los tipos. Habla por las mujeres brutales, las que gritan, las que nunca se quedan calladas, las que dan golpeas antes de dejarse golpear. Las que son conscientes de que esa “mujer feliz blanca” no es más que una ficción. Tan ficción que es posible que nunca haya existido.
El sujeto la New Mestiza de Gloria Anzaldúa es un sujeto que surge del amasijo de ser varias a la vez, de mezclar luchas simultáneas con identidades parciales, de reconocerse una criatura de luz y oscuridad que cuestiona las definiciones mismas de luz y de oscuridad. Mitad y mitad revueltas, hombre y mujer a la vez. Se rehúsa a la dualidad despótica de occidente de ser uno o lo otro, pero no dos o tres a la vez. Esa es la New Mestiza, un sujeto que transita permanentemente por fronteras, que recuerda que nada es estático y que las tradiciones no son más que invenciones sostenidas en el tiempo.
Teresa de Lauretis en su texto de 1989, La tecnología del Género, se ocupa de configurar cuál debe ser el sujeto del feminismo, entendiéndolo como sujeto excéntrico del sistema sexo-género, lo que considera condición propia del aquí y ahora del feminismo: tensión de un doble empuje en direcciones contrarias – la negatividad crítica de su teoría, y la positividad afirmadora de su política-, y que es a la vez la condición histórica de su existencia, su condición teórica de posibilidad. El sujeto del feminismo es generado allí. Es decir, en otro lugar, en medio del adentro y el afuera del género.
Beatriz Preciado (2002) propone un contrato social distinto al que conocemos, llamado Sociedad Contrasexual, donde los cuerpos a voluntad se reconocen así mismos no como hombres o mujeres sino como cuerpos hablantes. Materializando la posibilidad de acceder a todas las prácticas significantes, así como a todas las posiciones de enunciación, en tanto sujetos, que la historia a determinado como masculinas, femeninas o perversas. Por consiguiente, renuncian no sólo a una identidad sexual cerrada y determinada naturalmente, sino también a los beneficios que podrían obtener de una naturalización de los efectos sociales, económicos, jurídicos de sus prácticas significantes.
Donna Haraway en su Manifiesto Cyborg de 1995 señala que la ontología de este sujeto le otorga su propia política. Es una suerte imagen condensada de imaginación y realidad material, centros ambos que, unidos, estructuran cualquier posibilidad de transformación histórica. Los cyborgs no son reverentes, no recuerdan el cosmos, desconfían del holismo, pero necesitan conectar, parecen tener un sentido natural de la asociación en frentes para la acción política, aunque sin partidos de vanguardia. El cyborg aparece mitificado precisamente donde la frontera entre lo animal y lo humano es transgredida. Lejos de señalar una separación entre la gente y otros seres vivos, los cyborgs señalan apretados acoplamientos inquietantes y placenteros.
Itziar Ziga, en su texto Devenir Perra del año 2009, propone como respuesta contestataria frente a los poderes una colectiva urbana guerrillera de perras. Donde no se nace perra se llega a serlo. Se trata de una feminidad reciclada, subversiva donde no queda nada ni bio ni crudo, donde todo ha sido masticado y vomitado, es una feminidad hecha con los residuos de género. Las perras no se ocupan ni de la cocina ni de vigilar a los niños de la patria. “Las perras de Itziar Ziga son animales fronterizos, zorras transnacionales o bollos sin papeles para los que el glamur de basurero es una forma de resistir frente a las construcciones normativas de género, clase, sexualidad o pertenencia nacional. La manada no es la comunidad, ni el gueto, ni el partido político. En la manada de perras no hay ley de género ni de identidad sexual, no valen más los bigotes bio que los pegados, ambos para ella son ficciones” (Preciado, 2009: 10 Prólogo).
Espero, en lo posible, haber fiel a los proyectos aquí consignados, es un esfuerzo de síntesis muy corta. Pude haber obviado partes fundamentales de cada una de las propuestas, mas mi interés no era expandirme en cada una sino consignar trabajos con los que me identifico por hacer teoría y política desde identidades no esenciales, desde contradicciones y parcialidades éticas.

Bibliografía.
ANZALDÚA, Gloria (1987). Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan En: Otras inapropiables, feminismos desde las fronteras. Madrid: Traficantes de sueños Texto original: En: Borderlands La frontera. San Francisco: Aunt Lute Book Company.
DE LAURETIS, Teresa. (1989). La tecnología del género. Tomado de: Technoligies of Gender. Essays on Theory, Folm and Fiction, London, Macmilliam Press, P´sg, 1-30. Traducción de Lina Escobar y Mercedes Guhl. Recuperado el 11 de marzo de 2012 de http://www.laranyacreacio.net/paginaweb/Tecnologias_del_Genero.pdf. DESPENTES, Virginie. (2007) [2006] Teoría King Kong. Madrid: UHF. Traducción Beatriz Preciado.
HARAWAY, Donna. (1995) Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Ediciones Cátedra.
PRECIADO, Beatriz. (2009). Queer. Ed. Melusina. Barcelona.
WITTIG, Monique. (2006) [1978]. El pensamiento heterocentrado y otros ensayos. Ed. Egales. Madrid. Pp. 21-51.
ZIGA, Itziar. (2009). Devenir Perra. Madrid: Ediciones Melusina

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